Las Ventas retoma su nivel con la corrida de Baltasar Iban

por | 27 May 2012 | Temporada 2012

MADRID, 27 de mayo de 2012. Décimo séptima de feria. Lleno. Toros de Herederos de Baltasar Iban, bien presentados y de juego muy interesante, salvo los dos últimos; 1º, 2º y 6º, cinqueños. Fermín Spínola (de azul turquesa y oro), silencio y silencio.  Serafín Martín (de marino y oro), ovación tras aviso y silencio. Rubén Pinar (de coral y oro), ovación tras aviso y silencio.
Desde el Palco Real, presenció la corrida la Infanta doña Elena,  a la que cada uno de los espadas le brindaron uno de sus toros.

Cierto que Madrid es una plaza muy cuesta arriba. Para los toreros y también para los ganaderos. Pero precisamente por eso da y quita. Quiero ello decir que los protagonistas principales de la Fiesta ya saben, desde que se anuncian los carteles, que esto no son las rebajas de enero, y mucho menos una tómbola de feria. Aquí se viene al compromiso más importante del año. En esa creencia, parece lógico pensar que quien asume la responsabilidad de dar el paso adelante, lo debiera hacer con todas las consecuencias, que no son pocas.

Este domingo hemos visto una muy interesante corrida de Baltasar Iban, que no habría desagradado precisamente al fundador de esta vacada. Una corrida pareja y bien hecha, sin exageraciones pero muy seria. Pero además con cuatro toros bravos y encastados, con posibles para los espadas de turno; los dos últimos, en cambio, tocaban por otro palo de la copla. Y así, el primero fue noble, pero con los zambombazos que le endilgaron en el caballo por fuerza tenía que llegar al último tercio muy mermado; aún así, tomaba por abajo los engaños. El segundo hay que anotarlo en la prelista de los toros a recodar de esta la feria. También el tercero fue de una nota muy estimable y el cuarto era todo bondad. Todo ello reiterando que se trataba de toros bravos, no de carretones;  o lo que es lo mismo, nobles y encastados,  a los que había que someter y poder, que es lo que siempre ha sido la lidia.

Desde la conciencia de quien está en Madrid, con los cuatro se debía haber apretado el acelerador a tope, hasta coronar la cima del triunfo. Quien repase la reseña preliminar, ya ha visto que no ocurrió así. Ahora caben enumerar todo género de matices y hasta de atenuantes. Pero la realidad verdadera es que los cuatro fueron arrastrados con las orejas puestas. Todo lo demás no pasará de ser marear la perdiz, que puede resultar incluso entretenido, pero que carece de todo valor.

Fermín Spínola ha sido, dentro del grupo de toreros mexicanos, el que mejor lote se ha encontrado entre sus manos. Un lote de lujo. Para haberse consolidado definitivamente en una buen temporada española. Tiene Spínola la lección muy bien aprendida, el oficio le domina hasta límites academicistas y sabe moverse en el ruedo tanto con el capote como con la muleta. ¿Qué le faltó entonces? A mi modestísimo parecer, dos cosas. Una, muy concreta: no haber dejado que a su primero lo destrozaran en el caballo, que eso es responsabilidad del matador. La otra, más profunda y preocupante: poner un poquito más de alma al hacer el toreo. Todo hecho dentro de la más estricta corrección, pero carente de toda vibración de arte. Así no se arrebata, y el toreo exige arrebatamiento.

El excelente recibo con el capote que Serafín Marín nos regaló a la salida de su primero, parecía el augurio de tiempos mejores. El primer tramo de su faena, básicamente sobre la mano derecha, iba por ese mismo camino, que parecía inmejorable. Pero también se advirtió que era toro para poner la plaza boca abajo con 20 muletazos, no con 40. Por eso, a partir de coger la mano izquierda la cosa se fue desinflando y acabó diluyéndose, pese a las emotivas manoletinas finales. Probablemente sobró metraje al trasteo, y  ya resultó problemático, con el toro naturalmente venido a menos, remontar el vuelo.  Con el complicado quinto no terminó de entenderse: era toro que, con sus problemas,  exigía otra cosa que las convencionales series de muletazos; pero el torero catalán, al menos, le plantó cara.

Con un puntito menos de casta salió el tercero, pero la que tenía era buena. De tal forma que después de un primer tercio muy suelto, a la muleta llegó con buen son, eso sí de forma más relevante por el pitón derecho, que el otro era cosa. Y en efecto, Rubén Pinar –más cuajado y hecho– pudo desgranar unas series de derechazos con hondura, con el aquel de tomar siempre a su enemigo muy de largo, dejándolo ver. Tenía que probar con la zurda, claro, pero sabiendo que no era el pitón del toro; pero eso es una cosa y otra que la serie fue una continuada sucesión de enganchones, que surtieron efecto inmediato en el tendido. En resumen, su faena tuvo una parte muy estimable, pero no se redondeó como para arrollar. Al sexto, vacío de contenido y sin recorrido, lo lidió aseadamente.

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Taurología

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Portal de actualidad, análisis y documentación sobre el Arte del Toreo. Premio de Comunicación 2011 por la Asociación Taurina Parlamentaria; el Primer Premio Blogosur 2014, al mejor portal sobre fiestas en Sevilla, y en 2016 con el VII Premio "Juan Ramón Ibarretxe. Bilbao y los Toros".

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