Nos referimos al caso específico de Madrid, porque en otras plazas, incluso de primera, se siguen criterios muy distintos. A la vista está que en la presente edición, pero también en la anterior, no se alcanzan esos mínimos que eran esperables y para las que en su día se impulsaron, de acuerdo con el canal televisivo de pago.
Cuando se idearon se trataba de promocionar nuevos valores a través de unos festejos nocturnos que se celebraban en los fines de semana. Esto significa, entre otras cosas, que quedaban al margen de la obligación contractual de la empresa arrendataria de Las Ventas de ofrecer un espectáculo taurino todos los domingos y festivos. Eran a más a más.
Entre que la hora era muy adecuada, una vez pasados los calores del día, que los carteles tenían novedad y las entradas eran muy económicas, lo cierto es que la Plaza registraba unas entradas magníficas. Era un publico nuevo, diferente del habitual de Las Ventas; familias enteras que se organizaban una jornada festiva, con el bocadillo incluido y abundante chiquillería –que entraba gratis–. Como, además, al día siguiente era festivo, y no había que entrar a trabajar a las 8 de la mañana, era una noche de fiesta, que podía acabar tomándose un helado por los alrededores.
Luego, cuando los números globales de la Plaza se lo aconsejaron a la Empresa, se hizo un pequeño cambio –casi un truco– para mantener este serial, pero organizándolo en sustitución de la obligación de dar toros cada domingo. Era una forma de ahorro. Para cumplir la letra del contrato de arrendamiento, el festejo se trasladó al domingo. Y a partir de ahí, comenzó a descender el número de asistentes, hasta llegar a los habituales cuartos de entrada que son usuales en Madrid fuera de feria, turistas incluídos.
Como por ensalmo, desapareció en una gran medida la chiquillería, descendió sensiblemente el número de ese publico diferente al habitual y al final nos encontramos como ya estábamos: con un espectáculo más de domingo veraniego, pero cambiado de hora, para hacerlo más incómodo: salir de Las Ventas a las 10,30 de la noche de un domingo, con un buen rato de Metro o Bus hasta llegar a casa, lo hace mucho menos apetecible, desde luego. Y nada digamos para organizar la noche en plan familiar.
Paralelamente, fue bajando el diapasón de los carteles de toros y toreros. Y tanto en este año como en el pasado se prepararon combinaciones sin interés, salvo una: el año pasado fue la de Conchi Ríos; este año, la noche de Fernando Adrián y Juan Leal.
Cuando, además, el aliciente para los toreros era verse anunciado en una novillada de lujo en la Feria de otoño y la ganadora del pasado año dice que “nones”, tampoco ese punto de competitivo que tenía el certamen se acabó por diluir.
Lo cierto es que ahora nos encontramos en una cosa que le llaman certamen de promoción como le podrían haber llamado de otro modo, que en realidad lo único que hace es retrasar en una hora la celebración del obligado espectáculo dominical.
Visto el decreciente interés que despierta, a lo mejor ha llegado el momento de volver a los orígenes de esta iniciativa, llevarla a la noche del viernes y promover lo que tiene que ser un auténtico plan festivo familiar.
¿Qué eso daña hoy las cuentas de la Empresa, porque le obliga a dar otros cuatro festejos más de los de un cuarto de entrada? Se trata de una realidad que no hay que comprobar: resulta una evidencia. Pero, precisamente por eso, a lo mejor, sin saltarse las obligaciones contractuales la Comunidad autónoma puede hacer una lectura más imaginativa de su propio pliego de condiciones, para en este caso concreto dar por cumplida la obligación del festejo los domingos con estos otros festejos nocturnos. En una etapa de profunda crisis, no tendría por qué extrañar esta interpretación del contrato. Volveríamos así al espíritu originario de este ciclo de novilladas, sin por ello grabar innecesariamente a la Empresa arrendataria, pidiéndole a cambio que se esmere más en los carteles.
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