MADRID. Tercera del abono de San Isidro. Menos de media entrada; según la empresa, 11.226 espectadores (47,5% del aforo.) Tarde muy ventosa y desagradable, que dificultó grandemente el desarrollo de la lidia.
Cuatro toros de Valdefresno y dos con el hierro de Hnos. Fraile Mazas (3º y 4º), con presencia y cuajo (564,3 kilos de promedio), bien armados, pero de deficiente juego y buscando pararse; aunque se lidiaran en otros terrenos más propicios –que no los había–, tampoco la cosa hubiera mejorado.
David Galván (de nazareno y oro), silencio tras un aviso y silencio. Juan Ortega (de verde oliva y azabache), silencio y silencio tras un aviso. Joaquín Galdós (de champán y oro con cabos negros), silencio y silencio.
Cuando en el ruedo venteño el viento pone el turbo, apaga y vámonos. Ni una tarde con levante arreando fuerte en la plaza del Puerto. Si ya era molesto sentados en el tendido, lo qué debía ser en la arena… Con tantos vendales descontrolados, se venía a la memoria aquella poesía de Espronceda que se aprendía en los colegios de antes, en la que el capitán pirata –que gozaba desde la popa viendo “allá a su frente Estambul”–, no habría tenido tiempo para tanto solaz: antes de darse cuenta habría tenido que acogerse al resguardo del puerto.
Pero en el ruedo madrileño no había precisamente “olas de plata y azul”, sino seis toros muy hechos y armados, de los que ninguno se entregó, sino que acaban por rebañar en los engaños. Alguno apuntó un detallito suelto, pero de muy poca duración. Nada como para dormirse “sosegado y arrullado” como el capitán de Espronceda. En Las Ventas el que se durmiera se despertaba con un buen susto.
Y muy despierta y despejada anduvo toda la tarde la terna, la meritoria terna que salió a luchar contra toda clase de elementos. Tanto Galván, como en Ortega y Galdós dejaron recuerdos de su torería, porque se trata de tres toreros a los que se les ve con gusto. Uno porque tiene bien aprendido el oficio; otro porque lleva el sello de la clase y el buen hacer y el mejor regusto; otro porque demuestra ante todo lo que sale por chiqueros una firmeza digna de mejor causa. Pero todo ello nos lo quedamos sin ver, salvo en detalles.
Total, y nunca mejor dicho, a las ilusiones se las llevó el viento.
0 comentarios