SANTANDER. Quinta de Feria. Casi lleno. Toros de Antonio Bañuelos, manejable pero si clase; al quinto se le dio la vuelta al ruedo, tras una petición de indulto, que resultaba excesiva.. César Jiménez, ovación y palmas. Daniel Luque, ovación tras aviso y dos orejas. Rubén Pinar, silencio y ovación.
El evidente progreso de Daniel Luque, al que este año se le viene observando ya un sosiego que se echaba en falta, y un cierto y matizado punto de decepción con Rubén Pinar, marcan el camino de lo que ha sido esta quinta corrida del abono santanderino.
Pero comencemos por anotar que en el coso de Cuatro Caminos, con la buena entrada habitual de estos días, en algún momento la corrida de Antonio Bañuelos tuvo su punto desconcertante. Dentro de un conjunto muy normalito, bueno de verdad para el torero fue, desde luego, el quinto; pero nos pudimos terminar de ver las cualidades exactas del tercero, un toro con los síntomas de muy bravo, pero que parecía algo descoordinado, por lo que nos su auténtica dimensión quedó en una incógnita.
En efecto, aprovechando las favorables condiciones del quinto, en el ruedo vimos a un Luque en su mejor versión: sin acelerones, templado y hasta con un punto estético, el sevillano estuvo francamente bien. Y sobre todo, sembrando esperanza de que puede ir a más. Su Puerta Grande resultó justa.
La tarde del manchego Pinar se saldó, sencillamente, como cumplidora. Con la corrida de Torrestrella, habíamos visto en Pamplona a un torero nuevo. Pero hoy no fue exactamente así. Cierto que le correspondió el ya referido desconcertante tercero y que el sexto no daba facilidades. A pesar de todo, viniendo dos tardes al abono, esperábamos otra cosa,
Abría terna el madrileño César Jiménez, desahogado y solvente, pero con ese punto de academicismo, en el que en ocasiones reincide y que resta emociones de mejor graduación.
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