La vuelta la autenticidad de la Fiesta también es responsabilidad de las figuras y los aficionados

por | 25 Ene 2014 | Reportajes

Bastante ruido ha formado la ausencia de Javier Castaño en los carteles de la feria de la Magdalena en Castellón, después de haber sido declarado triunfador en el ciclo de 2013. Tanto que hasta el empresario, Manuel Martínez Erice, ha tenido el gesto de presentar sus disculpas por unas declaraciones poco afortunadas al respecto.

Como se sabe, en la presentación de los carteles de la feria de este año, Martínez Erice justificó la ausencia por la baja asistencia de público a la corrida en la que Castaño se proclamó triunfador. El empresario no ha tenido ningún reparo en rectificar: “Pido perdón si he ofendido a Javier Castaño, pero no era mi intención. La idea de la empresa a la hora de confeccionar los carteles era anunciar a las figuras del toreo y en ese planteamiento no encajaba el carácter torista que se le había dado anteriormente al ciclo. Ese carácter torista es el que no daba los resultados deseados ni resultaba rentable".

Junto a lo que esta rectificación tiene de respeto a la trayectoria del torero castellano,  con unas declaraciones que le honran  las palabras de Martínez Erice  esconden una realidad mucho más relevante que lo que es una presentación de excusas por un error verbal.

El fondo de la cuestión, con Javier Castaño y con muchos otros toreros, no es otro que debe reconocerse –siguiendo las palabras del empresario— que hoy por hoy el carácter torista de un festejo no da “los resultados deseados ni resulta rentable”.  Es la pura realidad. No hay más que seguir lo que ocurre con este tipo de carteles, sobre todo cuando se programan fuera de los abonos.

La responsabilidad en ningún caso es de los toreros que se anuncian en esos carteles. Si los aficionados no acudimos a estas citas, la responsabilidad también es nuestra, que incurrimos en una grave contradicción: nos pasemos muchas horas reclamando este tipo de carteles y cuando se anuncian nos quedamos en casa.

Ocurre otro tanto  con los toreros emergentes, cuya presencia se reclama para los carteles, sin que luego casi ni los reclamantes  tengan interés por acudir a la cita.

Es cierto que la Fiesta vive una etapa de carteles muy cerrados, a los que sólo tienen acceso habitual los nombres muy llamativos, por los motivos más diversos.  Es lo mismo que ocurre con lo que ya se ha hecho hábito: se acude más o menos masivamente a los ciclos feriados, pero  luego no sólo el público en general, sino también los aficionados, se retraen de ir a los carteles que quedan fuera de esos ciclos.  Es una de las contradicciones con las que hay que enfrentarse en nuestros días.

No cabe olvidarse que, al producirse tan drásticamente la  reducción  del número de espectáculos como viene ocurriendo –y no sólo por la crisis económica–, el número de puestos en los carteles disminuye de forma importantísima. Basta ver el escalafón de la pasada temporada: tan sólo 9 matadores de toros consiguieron pasar de las 40 actuaciones.

En todo ello hay un componente de cambios sociales, de una modificación de los gustos y costumbres que en otras épocas eran habituales. Cuando el primero de los Balañá organizaba hasta dos novilladas por semana en jueves y domingo, sobre la base de quien había triunfador en la anterior, el público respondía; en 2013 vimos como la empresa organiza en Madrid un mano a mano postsanisidro con los dos novilleros triunfadores y la entrada no pudo ser más floja.

En el esfuerzo común de regenerar la Fiesta, de devolverle sus parámetros naturales de autenticidad, los empresarios desde luego tienen una responsabilidad importante: deben  apostar por esa regeneración y deben, además, idear las fórmulas necesarias para atraer a los aficionados. Sin embargo, si nos paramos tan sólo en este punto, daríamos la espaldas a la realidad: si luego los aficionados no respondemos a lo que son nuestras propias peticiones, resulta inviable todo el intento; si los propios toreros que tiene capacidad de influencia no apuestan precisamente por esta labor, la batalla de la autenticidad no se gana.

Y es que lo mismo que se dice de los aficionados habría que afirmar de quienes, desde las posiciones privilegiadas del escalafón, se encierran sistemáticamente en un cómodo “sota, caballo y rey”. También a ellos les toca su parte de trabajo por ese regreso a la autenticidad, por esa regeneración.

Por eso, bien está que Martínez Erice rectifique unas palabras desafortunadas. Pero hay que pensar también que no todo acaba ahí, hay que reflexionar sobre la autentica realidad de lo ocurrido ahora en Castellón, como en otros muchos sitios: el papel que corresponde a las figuras y a quienes frecuentamos las plazas de toros; sin toreros que den el paso al frente y sin público en los tendidos, resulta indefendible esa política de vuelta a la autenticidad, de apoyo a los nuevos valores.

¿Qué se necesitan nuevas formas de promoción del espectáculo?, sin duda. ¿Qué los empresarios han descuidado bastante esta parcela?, también. ¿Qué los toreros del primer escalafón debieran cambiar su política de escaso compromiso?, desde luego. Sin embargo, los usos sociales y las modas no se cambian con una varita mágica. Pero ese empeño no es sólo responsabilidad de quien organiza el espectáculo; también alguna nos corresponde a los aficionados, como ocurre exactamente igual con quienes hoy  ocupan la primera fila en el escalafón profesional.

Se podría enjaretar a continuación todo un alegato sobre la descuidada política de los promotores en esta materia, absorbidos como estaban y están por la política de figuras y más figuras, siempre cerradas sobre sí mismas. Y todo esa historia es completamente cierta. Sin embargo, resulta poco realista anotarles todas las culpas: como negociantes del mundo taurino organizan aquello que está comprobado que va a tener mayor aceptación por parte del público. Nadie monta un negocio sabiendo de antemano que irá a pérdidas.

Que los gustos sociales hoy son otros a los de épocas pasadas, desde luego.  Que la Fiesta como fórmula de ocio compite hoy con dos docenas de opciones, muchas de las cuales además son gratuitas, también. Pero precisamente por ello, la responsabilidad por abrir la Fiesta a nuevos públicos, el esfuerzo por fidelizar a los que frecuentan una plaza, tiene un componente de política empresarial, pero también de empeño colectivo no menor de los toreros y de los aficionados.

Todos los respetos que le son debidos para Javier Castaño, cuya trayectoria viene siendo impecable, con su opción por lo que se ha llamado “la lidia total”.  Como nuestros respetos a otros toreros que también aportan su granito de arena. Pero en la consolidación de una apuesta por la regeneración,  en la búsqueda de las responsabilidades ocurre como con el “gordo” de Navidad: que siempre suele estar muy repartido. Cada uno de los integrantes del planeta de los toros debemos asumir la parte que nos toca.

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Taurología

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Portal de actualidad, análisis y documentación sobre el Arte del Toreo. Premio de Comunicación 2011 por la Asociación Taurina Parlamentaria; el Primer Premio Blogosur 2014, al mejor portal sobre fiestas en Sevilla, y en 2016 con el VII Premio "Juan Ramón Ibarretxe. Bilbao y los Toros".

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