La última tarde en Madrid de Lagartijo y Frascuelo, el 6 de octubre de hace 125 años

por | 6 Oct 2014 | Retazos de Historia

El 6 de octubre de 1889, en la corrida que hacia la número 13 del abono, torearon por ultima vez juntos en Madrid Rafael Molina “Lagartijo” y Salvador Sánchez “Frascuelo”. Para la ocasión se encerraron tres toros del Conde la Patilla y tres de Rafael Surga. La corrida, que dio comienzo a las 3 de la tarde, no tuvo un gran eco en la afición y pero sí en la crítica taurina. Como puntualizaba un cronista de aquel día “muy floja la entrada, a pesar de que como indicamos la tarde estaba hermosa”.

Según contaba “La Lidia”, Rafael Lagartijo, vestidlo de sepia y oro, “debió ver en su primer toro condiciones no están por lo visto a nuestro alcance, cuando de tal manera se desconfió y tan de lejos a entró a matar a un animal que sólo tenía, salvo mejor parecer, el inconveniente de hallarse un poco quedado”.

Más adelante “Don Cándido” afirmaba: “En su segundo cambió la decoración por completo, presentándose como el torero fino y elegante en una faena vistosísima de filigranas y adornos., en la que no faltaron pase en redondo y algunos buenos cambios, para rematar la brega con un superior volapié, que hizo rodar al toro”.

Y en su valoración de la actuación del torero, el cronista remataba: “En el tercero, y anotando únicamente la censura de que no se apretase en un principio con el buey, le disculpamos, contra la opinión general, lo pesado de la brega y repetimos una vez más que a los bueyes no es posible matarlos por derecho”.

Acerca de Salvador Sánchez “Frascuelo”, el revistero de  “La Lidia”, además de dejar constancia que vestía de grana y oro, escribía: “empecemos por aplaudirle la faena en las tablas  con su primer toro, huido y querencioso, en ese sitio en los toros pesan mucho y tienen su defensa natura. No es humanamente posible hacer más con un bicho de tales condiciones que lo que hizo el diestro”.

Al escribir de su segundo enemigo, “Don Cándido” destaca que “Frascuelo toreó mucho mejor que merecía la res, empeñándose en matarlo por derecho hasta tener el convencimiento de que no podía realizar sus deseos, y apelando al metisaca en los bajos que debió adelantar”.

“Con su tercer toro debió lucirse –añadía el cronista–, pues si bien es verdad que con la muleta estuvo fresco y remató algunos pases, pinchando dejó mucho que desear ya en la primera vez que no hizo la reunió, resultando la estocada caída. Repitió luego, pas.mos la tarde estaba hermosa"icç como indicçabal comienzo de la faena no sabuatuerencioso, en ese sitio en los toros pesan muchoándose el toro y pinchando en el lado contrario, y gracias a que con esto dio fin de su enemigo, que iba aprendiendo lo que al comienzo de la faena no sabía”.

La crónica en verso “Patria y toros”

Para entender el sentido de esta vieja crónica publicada en el diario “El País”, en su edición del 7 de octubre de aquel 1889,  hay que situarse en el contexto de la época. En el tramo final del siglo XIX España tiene abierto el conflicto del norte de África, que deja una profunda huella en la vida política y social. El mismo día que Lagartijo y Frascuelo torearon su última tarde en Madrid, la prensa informaba del apresamiento del pesquero “Miguel y Teresa” –implicado en el contrabando de armas– y del asesinato en Casablanca de una familia española. En este contexto, el diario “El País” publica en su primera página la crónica en verso “Patria y toros”, firmada por de “Madrileño”, sobre aquella despedida de los dos grandes toreros; sólo así pueden entenderse su ardor patriótico frente al conflicto bélico que condicionaba la vida nacional, jugando con la circunstancia de ser definido Lagartijo  como “Califa” del toreo.

I

Quiero cantar las glorias nacionales,
haciendo gala del valor que siento
al oir añafiles y atabales,
que anuncian el tormento
de pobres, indefensos animales.
El calor se me sube a la cabeza:
me impele la grandeza
de mi acendrado, inmenso patriotismo,
y tal es mi fiereza
que llego a tener miedo de mí mismo.
Venid conmigo al coso. (Hay un paseo
y el sol sin nubes, en los cielos arde.)
¡Venid, venid! La muchedumbre ansiosa
corre al circo también.
¡Ay del cobarde que maldiga la fiesta peligrosa!
Salvador, nuevo Anteo
(tengo mi erudición, de las baratas),
adquiere más vigor con las caídas.
¡Lo mismo que don Práxedes Mateo!
En un torneo, veremos reunidas
figuras colosales del toreo,
¡Rafael! ¡El Califa! Mas, ¿qué digo?
¡No puedo ser amigo
de quien tiene en sus venas sangre mora¡
El que la patria adora
sólo siente (ahí va un ripio) rabia insana
para toda la gente musulmana.
Mas, ya suena el clarín. ¡Clarín guerrero,
cesa ya de tocar, mira que estallo!
No me exaltes la sangre, que no quiero
preparar el caballo.
Ya sale la cuadrilla. El Buñolero
recogió al fin la llave,
ya rechina la puerta del chiquero;
¿qué ocurrirá en la arena?
¡Dios lo sabe!

II

Sale el primer Patilla. Capacorta
(la capa es lo que importa
sin pensar para nada en su largueza)
Tiene el bicho cabeza:
¡cuál la envidian algunos diputados
a quienes desdeñó Naturaleza!
Del Chuchi y de Cirilo, dos jinetes
que embrazan los lanzonos,
toma el toro ocho varas. Hace sietes
mortales, a dos troncos de caballos,
y ocasiona tremendos revolcones
a Juan el de los Gallos
y a los dos referidos campeones.
Antolín pone cuatro banderillas,
como quien yo me sé. ¡Vaya unos pares!
Cumple Juan, y su hermano váse al toro,
(¡Y tengo que acallar el odio al moro!)
Rafael da unos pases regulares,
dos pinchazos y media estocadita,
descabella después: váse al estriba
¡y no estalla la pita!

III

¡Allá va ese Latero¡
¡Lástima que no sea el caballero
que me da cuotidiana serenata!
El que ahora da la lata
es un toro de Surgas; sin ríñones,
quiero decir sin fuerza. Seis puvazos,
le arriman los piqueros,
que sufren dos tremendos batacazos…
¡Y yacen dos corceles en la arena!
¡lHermanos en sillín, llorad de penal
Ostión mete un buen par; Pulga se pasa,
es decir, que no pica,
y a la segunda vez ya los reliiletes
deja en el anchuroso cervigüillo.
El Ostión le replica
con otro par, y suena. El  caramillo.
¡Salvador! ¡Oh, maestro! ¡Oh, venerablel
¡Oh, valioso anciano!
¡Qué modo de meter el limpio sable!,
¡Qué modo de mover la izquierda mano!
¡Ya siento renacer la furia hispana
después de esa faena soberana!

IV

Lagunero. Nacido en la dehesa
que tiene el señor conde de Patilla.
Por solo este motivo me interesa:
¡ha pastado en la tierra de Castilla!
Pero resulta blando. ¿Quién pensara
en tan ruin desengaño?
Le ponen cinco varas (no de paño)
el Chuchi y el Telillas,
y le clavan después las banderillas:
Manene, que es de Córdoba (por Cristo
me parece mentira lo que he visto;
qué modo de cuadrar en la cabeza
y deseando toros
poner las banderillas con guapeza.
¡Lástima que descienda de los moros!)
Antoiin deja un palo,
uno solo, muy solo; pero malo.
Y después… ¡Oh, maldigo mi fortuna,
otro triunfo alcanzó la media luna!
Rafael, el tirano, hundió la frente
del noble bruto, en la tostada arena,
una estocada buena, pero buena
Mas aún mi pecho siente
odio hacia esa infeliz raza agarenal

V

El cuarto era de Surga, y era impío,
por eso le tostaron.
¡Gracias, gracias, Dios mío,
al fin mis locas ansias se calmarin¡
Ya el beafstek arreglaron,
Y Frascuelo salió con la tajante
espada, que mil genios admiraron.
¡Ay!, más no quiero verlo. ¿qué sucedo?
¡Las táuricas legiones
recorren sin cesar el anchuroso
circo. Pero no puede
vencer a u n enemigo poderoso,
Frrascuelo. Al fin lo humilla…
ya le dan la puntilla…
(a! toro, claro está). Al fin la brava
pelea concluyó. ¡Todo se acaba!

VI

Cara-ancha salió, m a s no e! torero;
otro de Surga, toro displicente.
Arremetió a la gente
de lanza, sin bravura,
y del combate fiero
quedó difunto un potro transparente.
Con muy poca finura
le parean, y sale el eminente
Lagartijo a matar. ¡Llegó la mía!
¡Que rabie la irritada morería!
El Califa quedó triste, maltrecho;
qué pases, qué carreras, qué jindama
La venganza me inflama…
Pero me advierte un joven, que la cosa
tiene su explicación, algo premiosa.
La causa de que el diestro no parase,
en el toro, estribaba
pues como Cara ancha
estuvo Rafael algo prudente.
¡Así verá la gente
que no ofende a ninguno de su clase!

VII

Coruñés el postrero; de Patilla,
le pican, y produce dos desgracias
a la gente de silla.
Luego vuelve á triunfar la media luna,
Y vuelvo a maldecir de mi fortuna.
Rafael, el sultán, es quien parea
y deja seis palillos.
¡La torpe multitud le vitorea,
sus pañuelos flamea
sin miedo a los ibéricos castillos!
Sale al fin Salvador. Dos cuchilladas,
un descabello, y se acabó el gallego
toro; que Coruñés tuvo por mote.

… … … … … … … … … …

Aún siento el noble ardor de la pelea
contra el morisco azote.
¡Aún siento afán de realizar mi sueñol
¡Quiero que la batalla pronto estalle!
Si me dan un fusil, salgo a la calle
con el arma mortííera… ¡y la empeño!

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Portal de actualidad, análisis y documentación sobre el Arte del Toreo. Premio de Comunicación 2011 por la Asociación Taurina Parlamentaria; el Primer Premio Blogosur 2014, al mejor portal sobre fiestas en Sevilla, y en 2016 con el VII Premio "Juan Ramón Ibarretxe. Bilbao y los Toros".

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