Durante todo el día, la capilla ardiente fue un continuo rosario de visitas, que quería dar su adiós al torero madrileño; por allí desfilaron multitud de aficionados, personalidades del mundo de la política, las artes, el deporte, la economía, el toreo y la sociedad en general. Alrededor del féretro se formó un amplio arco en el que estaban representados todos los estamentos de la Fiesta, especialmente los toreros, tanto en activo como retirados, que acompañaron al diestro desaparecido hasta el cementerio de la Almudena, donde sus restos recibieron cristiana sepultura.
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