Seguro que algún aficionado meticuloso llevará la cuenta, pero no hace falta tener los números por delante para poder afirmar con fundamento que la temporada de 2010 están saliendo a los ruedos un muy elevado número de toros cinqueños. Incluso, nos hemos acostumbrados a ver cómo se lidian toros a los que les falta escasamente 30 días para cumplir los seis años, que es el límite superior permitido en cuanto a edad.
Cabría pensar que es una consecuencia natural de los excedentes de las camadas marcadas con el “5”, que el año pasado dejó en el campo una cifra inaudita de toros, incluso entre las ganaderías más cotizadas. Es una explicación lógica, sin duda.
Pero cabría también pensar si este incremento de la edad de los toros guarda algún tipo de relación con el alto número de percances que se vienen produciendo esta temporada. Ha sido un valor convenido en la Fiesta que con la edad el toro desarrolla más sentido y, consecuentemente, más riesgo. Con todo, en el lenguaje taurino se repitió desde antiguo la conocida frase de “el toro de 5 y el torero de 25”, como un paradigma de la edad de la plena madurez.
Que ese nuevo toro cinqueño se lidie en Madrid, Sevilla o Bilbao, tiene una relevancia y un riesgo relativo, porque son plazas con instalaciones adecuadas. En cambio, debiera preocupar que incluso corridas enteramente cinqueñas salgan en plazas de pueblo, sin diámetro suficiente de ruedo y para toreros de menor experiencia.
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