La temporada de 2013, ¿una etapa de transición?

por | 11 Oct 2013 | Reportajes

Con la feria del Pilar en su tramo final, pasando con un tono mediocre tan solo animado algo en sus últimas fechas,  caminamos inexorablemente hacia el final del año taurino. ¿Podría calificarse este 2013 como una etapa de transición? Es bastante posible que así sea, si nos atenemos a los elementos fundamentales que se han ido sucediendo.

En este sentido, si se comienza por la que siempre será primera plaza del mundo, incluso los no asiduos a los tendidos de Las Ventas han advertido que ha sido un año enormemente irregular. Fueras de los abonos, Taurodelta ha disminuido de manera drástica el número de corridas de toros, para sustituirlas por novillas. Hasta aquí no hacían más que aplicar la literalidad del pliego de condiciones. Lo que en las condiciones de la concesión no constaba era que esos festejos menores fueran luego en su gran mayoría de los de bajo costo. De hecho, hace años que no se daba una temporada de tan poco nivel.

Unos pueden aducir que era necesario ir a espectáculos de los que se organizan sobre los mínimos legales, dado el retroceso en los ingresos habidos durante la temporada grande. Y es posible que tengan su punto de razón. Sin embargo, no cabe duda que eso ha ocurrido en detrimento del propio prestigio de la plaza y provocando una importante desbandada de aficionados, desilusionados con la pobreza de los carteles.

Pero en lo que hace a los abonados, San Isidro se dio con la ausencia voluntaria de El Juli, con quien Taurodelta tiene pendiente de reconstruir las relaciones; la ausencia, que ya se ha hecho habitual, de Enrique Ponce; con un duro cara y cruz de Talavante, que arrastrará por un tiempo la impotencia demostrado ante su reto de los “victorinos”; con Morante en un plan bastante mediocre, que poco tuvo que ver con tardes que luego tuvo en otros sitios; y un Miguel A. Perera en plan de pisar el acelerador, aunque luego no terminaran de acompañarle la suerte en los sorteos.

En el fondo buena parte del peso en 2013 recayó en Iván Fandiño, por más que no haya sido su año madrileño: cogido de importancia en San Isidro, su apuesta por el Otoño ha sido en la práctica muy de tono menor y desde luego muy alejada de la expectación levantada. Conforme se va enfriando el ambiente que se despertó en octubre, se va diluyendo el impacto del torero vizcaino. En cambio, en el abono otoñal deparó la sorpresa grata de una faena cumbre de El Cid, que le vuelve a recuperar para pisar más fuerte en el toreo.  Finalmente, los éxitos de la nueva generación le han servido de algo a Juan del Álamo y han quedado en simple satisfacción personal, consecuencias mayores en contratos, para todos los demás.

De las primeras ferias, en especial de Valencia, queda en el recuerdo eso que ahora se llama carteles imaginativos, cuando en realidad eran más bien de circunstancias mercantiles, con un abuso de mano a manos que luego tuvo poco relieve. Año, en suma, de pérdidas para Simón Casas, según confesión propia.

La muy disminuida programación de Sevilla, rompió con mucha fuerza en el Domingo de Resurrección para luego ir viniéndose a menos. Salvo en la taquilla, no funcionó la encerrona de Manzanares, que se salvó en el tiempo de descuento; la mala suerte persiguió a El Juli, con la fuerte cornada del toro de Victoriano del Río, por lo que dejó pendiente su compromiso con Miura; soberbio estuvo por septiembre Perera; Morante se limitó  a pinceladas sublimes. Tan escaso bagaje se rompió con la sorpresa de Manuel Escribano y el buen hacer de Antonio Nazaré.

Cubrió sus expectativas habituales Pamplona, que es plaza muy estable en llenos y resultados, sin duda por la fuerza social de los sanfermines. Por el Norte se notó la reducción de festejos, tanto en Gijón como en Santander o Logroño –en este caso, con una feria muy pobre–, mientras que Bilbao mantuvo el tipo, aún a costa de perder una media de 3.000 espectadores por tarde. En cambio, el coso de Vista Alegre tuvo contenidos muy apreciables en toros y toreros, hasta convertirse una de los seriales con mayor relevancia del año. Y por el Sur, la casi improvisada temporada de Málaga —por las circunstancias de al nuevo arrendamiento tardío– se resolvió mejor de lo esperable; desde luego mucho mejor que lo hoy tan desvaída Almería. Pero en especial destacó la buena organización de Albacete.

Y aunque se trata de un caso bastante diferenciado, hay que anotar los dispares resultados de Francia. A este respecto, llama la atención, por ejemplo, lo ocurrido con la feria de la Vendimia en Nimes, con una aceptación inferior a la de otros momentos. ¿Quiere ello decir que también el hasta ahora paraíso francés está cambiando?

Dejando para otro momento el balance de los toreros, en este repaso a vuelapluma de lo que más o menos se vio por esas plazas, por los despachos la temporada se destacado en su tramo final por los cambios de apoderamientos, que aún no han concluido, pero sobre todo por las nuevas estrategia empresariales. Es evidente que frente a la crisis, se hacían necesarias respuestas diferentes de los organizadores. Si nos atenemos al balance final, la realidad es que tales respuestas no han terminado de acertar: se han disminuido festejos, se han recortado gastos, pero a pesar de todo ello se han perdido espectadores.

Que ni organizadores ni toreros están satisfechos, parece una evidencia, con tan sólo asomarse a las declaraciones de unos y otros. Sin necesidad de acudir a aquel apocalíptico “mi hijo Manuel será la última generación que viva del toro", los organizadores de espectáculos tienen razones fundadas para estar preocupados. La terapia dada al año taurino no ha funcionado y lo que queda por venir está plagado de interrogantes.  La duda razonable es si, de cara a 2014, van  a ser capaces de ofrecer soluciones más eficaces. Sin duda, la Fiesta necesita que de su acierto, incluso ante que sus respectivas economías.

Pero cerrado el episodio –con esperpéntico final– de los derechos de imagen, que por delante se llevó al G-10 y dejó tocada a la Unión de Toreros, todos los elementos hoy disponibles lleva a pensar que, los que mandan en el escalafón superior, andan en trance de promover cambios. Algunos son un poco utópicos, como esa idea casi autogestionaria de tomar el mando en todo esto; sencillamente, eso no se tiene de pie.  Otros, más relevantes, destacan porque no aparecen en la agenda de tales cambios, como sería su propósito de abrir sus carteles a una mayor variedad de encastes y dejar espacio para otros toreros que no sean el grupito de los que hoy tienen más capacidad de influir. A poca visión de futro que tenga, comprobarán que pocos cambios son tan necesarios como éstos, para devolver a la Fiesta la autenticidad perdida.

Y todo ello sin tener en cuenta un factor que a la postre se vuelve capital en tales propósitos de cambio: con G-10 y sin G-10, a la hora de la verdad quien en la práctica tiene hoy capacidad de mando es José Tomás, que no participa –ni parece que tenga interés en hacerlo– de ninguna de estas movidas. De hecho, sería el único por el que los organizadores apostarían fuerte para cambiar sus negocios. Guste más o guste menos, sin el tomasismo hoy la solución parece muy difícil.

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Taurología

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Portal de actualidad, análisis y documentación sobre el Arte del Toreo. Premio de Comunicación 2011 por la Asociación Taurina Parlamentaria; el Primer Premio Blogosur 2014, al mejor portal sobre fiestas en Sevilla, y en 2016 con el VII Premio "Juan Ramón Ibarretxe. Bilbao y los Toros".

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