BILBAO. Sexta de las Corridas Generales. Casi lleno en el jueves festivo. Cuatro toros con el hierro de Domingo Hernández y dos con el de Garcigrande –2º y 3º–, de correcta y desigual presencia, aunque no sobrada de fuerzas; especialmente bravo el 3º y bueno el 5º. Enrique Ponce (de gris plomo y oro), ovación y silencio tras aviso. Julián López “El Juli” (de azul pastel y oro), silencio y una oreja tras aviso. Miguel Ángel Perera (de azul turquesa y oro), vuelta al ruedo tras aviso y una oreja, con bronca a la Presidencia por no conceder la segunda.
Don Matías, que tantas cosas discutibles decide en su palco, en este jueves feriado acertó en los dos momentos que pueden traer polémica: ni el 3º toro, con el hierro de Garcigrande, era de indulto, ni procedía el doble trofeo a Miguel A. Perera en el que cerraba plaza. Desde luego “Hechicero” fue particularmente bravo y noble ante los engaños, pero ni lo fue tanto ante el caballo, ni pueden pasarse por alto las varias veces que se salió suelto de las suertes. La vuelta al ruedo que se le dio era el punto justo y exacto. Y por más que Miguel A. Perera haya echado una tarde extraordinaria, en una plaza y una feria que quiere ser de máximo nivel no se puede conceder el doble trofeo tras una estocada manifiestamente rinconera.
Pero sentado lo anterior, a salvo siempre de la opinión en contrario, urge escribir que la revolución de Miguel Ángel Perera ha terminado de imponerse en Bilbao. Dotado de un temple innato para el toreo, negar a estas alturas que el extremeño constituye hoy el puntal más firme de la torería raya en lo absurdo. En condiciones normales, hoy podría haber establecido el listón definitivo de cortar cuatro orejas y en Bilbao, algo que rara vez ha ocurrido en su historia. Las circunstancias, nada marginales precisamente, de la espada no lo han hecho posible. ¡Ya es mal tino hacer un “guardia” después de la excepcional faena que le hizo a su primero y volver a reincidir en el mal uso de la espada con el 6º!
Pero enfundemos por un momento las espadas, para centrarnos en lo sustantivo. Como en tantas otras cosas de la vida, Perera tan sólo ha hecho recordarnos las esencias inmutables del toreo. Esa es su revolución, en tiempos de edulcoraciones y de falsificaciones como los que vivimos. Que al toro hay que cogerlo delante, que hay luego que someterlo con poderío por abajo, para darle la salida exacta detrás de la cadera y ligar así el siguiente pase, no es más que el “abc” de este Arte. ¡Pero qué difícil resultó siempre este “abc” desde Belmonte a nuestros días! Y nada digamos si además se trata de no esconder la pierna, si se le presenta plana la muleta, si… Alguien dijo que nada hay más revolucionario que la verdad. Pues eso, pero vestido de turquesa y oro. Eso ha sido Perera en esta tarde bilbaina, en la que un malhadado “guardia” le cerró el camino de hacer historia.
Inconmensurable había sido su faena con ese bravo "Hechicero”, que en realidad había quedado hechizado por el temple de Perera. Desde el toque de atención de los iniciales pases cambiados –que salieron limpísimos– hasta el arrimón de los finales, todo en un loseta, sin parones ni pausas, más que las que protagonizado por el de Garcigrande con su salirse de las suertes. Una faena de las más compacta que se recuerdan, como el torero recordará siempre que aquella grandiosa obra de arte tuvo el ya referido borrón imperdonable de la espada haciendo “guardia”. Pese a todo, el público no es que le pidiera, es que hasta le exigió que diera la vuelta al ruedo.
Volvió de nuevo a su pelea con el que cerraba plaza, que tenía sus cosas buenas, pero distaba mucho de su hermano. Otras vez a llevar al animal templado y largo, sin necesidad de salir a tomar aire, en un metro cuadrado… ¡Y otra vez la dichosa espada que se le fue ahora muy baja! Con todo, lo que había dejado en el ruedo imposibilitaba a la Presidencia para negarle la oreja.
Concluía hoy Enrique Ponce su paso por la Semana Grande, de la que era uno de los atractivos principales y en la que las cosas no han terminado de rodarle como se esperaba. Resultaría una tropelía afirmar que se la ha ido en blanco, aunque sólo sea por la forma con la que le plantó cara el otro días al complicado “victorino” que había elegido. A estas alturas de su carera le queda por demostrar. Con todo, su paso por Bilbao ha tenido momentos destacados, como su suave faena al toro que hoy abrió plaza y la lidia que le dio al 4º, con magnífica técnica para tapar las muchas carencias que tenía el de Domingo Hernández.
Si dejamos al margen el destartalado y exagerado veleto que le correspondió en primer lugar, con el que poco podía pedirse, “El Juli” se centró mucho y con poder ante el 5º. Sobre todo con la mano izquierda, tuvo momentos meritorios, como para poner de ejemplo sobre la forma con la que se debe someter a un toro. Todo su trasteó fue a base de exigirle mucho y templadamente por abajo. Y consiguió su objetivo. Se demoró con la espada, hasta sonar un aviso, para dejar luego una estocada entera como paso previo a pasear una oreja.
La corrida con los dos hierros de la Casa Hernández ha tenido casi mitad por mitad oscuros y claros. Se empleó poco ante los caballos, abundaron los carentes de la necesaria fortaleza, dos de ellos se echaron a todo lo largo en medio de la faena, como para descansar un poquito. Ni el descarado veleto 2º, ni el basto que hizo 4º, superaron el límite por abajo de bravura y casta, mientras que resultaron manejables 1º y 6º.
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