La Tauromaquia, bien cultural que puede y debe ser objeto de protección por el Estado

por | 12 Jul 2013 | La opinión

 

 

 

Cuando se trata de hacer un balance más meditado de las sesiones de comparecencias y debates en la Comisión de Cultura del Congreso sobre la consideración de la Tauromaquia como Bien de Interés Cultural, la conclusión de forma necesaria tiene que ser muy favorable a la iniciativa parlamentaria.

En más de uno de los sectores que forman ese ente superior que es la Fiesta, la iniciativa de convocar a diversas personalidades se recibió con más que reticencias. No acierto a comprender, aunque respete, las duras críticas que algunos han venido haciendo a Juan Manuel Albendea, presidente de la Comisión, desde hace unos meses. Bajo mi punto de vista, al margen de aciertos o desaciertos, no puedo compartir que se eche en el olvido que en las tres últimas legislaturas parlamentarias ha sido Albendea, en unión de Pío García Escudero, los únicos que de verdad se han batido el cobre a favor de la Tauromaquia. No es que sea más o menos injusto, es que sería simplemente tratar de borrar la realidad si se olvidara este dato, del que por lo demás queda una abundantísima constancia en los Diarios de sesiones de las dos Cámaras.

Pero volviendo a las criticas a las comparecencias, hubo un conato de contestación, que luego no prosperó, en torno a la elección de los comparecientes. Aunque el “marrón” de que no prosperara la contestación se lo han colgado sin demasiado fundamento a Carlos Núñez, presidente de la UCTL y de la Mesa del Toro, en realidad es que no tenía mucho sentido esa contestación. O si lo queremos ver de otra manera, era fruto del desconocimiento de las normas que rigen la vida parlamentaria.

La elección de participantes se realizó, de acuerdo con los criterios del Congreso, por consenso entre todos los Grupos integrados en la Comisión de Cultura, que tenían capacidad y competencia para presentar un determinado número de personas en razón de su propio peso  en la Cámara. Es lo que garantiza un principio esencial de la vida parlamentaria: la diversidad de opiniones. Y dentro de ellas, de forma necesaria tenían que primar, sobre todo, un importante capítulo jurídico, porque lo que se trataba de debatir era un proyecto de ley, en un doble sentido: en el encaje constitucional de la ILP y en cuanto se refiere a su propio contenido especifico. Allí no se iba a decir “sí” o “no” a la Fiesta de los toros: la convocatoria era para valorar los pros y contra, pero también los cómos, de declarar a la Tauromaquia como Bien de Interés Cultural, que es algo sustancialmente diferente.

Hasta en aquellas posiciones abiertamente contrarias a la Tauromaquia, quien se lea la literalidad de los debates llega a la conclusión que todas las personas elegidas han cumplido con su misión. De forma que, en su conjunto, estamos ante  un cuerpo doctrinal y de pensamiento muy rico en su diversidad, pero sobre todo muy interesante precisamente para la defensa de los intereses de la Tauromaquia. Debe reconocerse que así ha ocurrido porque la totalidad de los comparecientes han realizado el esfuerzo de prepararse detalladamente sus intervenciones: no han ido a la Comisión a dejar sobre la mesa un conjunto de lugares comunes; cada cual desde su óptica se ha tomado la molestia de fundamentar sus opiniones. Los discrepantes, también.

¿Que han aportado al discurso doctrinal de la Tauromaquia y de la propia Iniciativa Legislativa Popular estas sesiones?. Al menos, dos elementos o grupos temáticos principales.

Si comenzamos por el propio proyecto de ley, en la documentada intervención del constitucionalista el profesor Argullol,  quedó un mensaje rotundo a los señores diputados: “Lo único que a mi juicio no habría que hacer es echarla a la papelera, porque los ciudadanos están suficientemente desconectados de esta fórmula como para que las pocas iniciativas legislativas populares que se presentan no sean tomadas en consideración, como así ha sido. Otra cosa es que después el texto que se apruebe se parezca más o menos al texto presentado”.

Pero no es menos relevante el criterio que sostiene el experto en Derecho Administrativo Tomás Ramón Fernández cuando, en referencia a la Ley de Patrimonio Histórico,  afirmó: "la Fiesta pertenece a ese patrimonio cultural, siendo la expresión más relevante del patrimonio español". Una tesis que en parecidos términos vino más tarde a volver a documentar Andrés Amorós: “La Tauromaquia forma parte del patrimonio histórico y cultural de España”.

Y bajo otro punto de vista, el también jurista José Antonio Soriano apostó con toda claridad por la legitimidad de la iniciativa legislativa: “representa una reacción ciudadana legítima de quienes la sienten como un sentimiento o una forma de vida”.

Completando la argumentación en este punto, José Antonio Soriano dejó claro que “hay margen para que el Estado proteja la Tauromaquia a través de esta ILP,  pero entendiendo la Tauromaquia como un amplio espectro, no sólo como el espectáculo en sí".  Detrás de estas ideas en realidad lo que se localiza es la repetida cuestión de las competencias que corresponden al Estado y a las Comunidades Autónomas; tanto el profesor Argullol, de forma muy matizada, como Tomás Ramón Fernández y el propio Serrano demostraron que la ILP no tiene por qué suponer un conflicto competencial.

A modo de resumen, los comparecientes justificaron sobradamente la viabilidad de este proyecto de ley dentro de nuestro ordenamiento jurídico y constitucional: es una iniciativa legítima, debe ser tenida en consideración, cabe en las competencias del Estado y debe  fijarse como objeto la Tauromaquia como parte del patrimonio histórico y cultural de España. Sólo con la fijación de esta doctrina jurídica ya habría estado más que sobradamente justificada la convocatoria de la Comisión de Cultura.

Pero si, en sentido contrario, nos fijamos en las opiniones discrepantes, se observa como todas o se han invalidado por sí misma, o han tenido una respuesta argumental sobradamente sólida.

En el primero de los citados supuestos podemos encajar las opiniones expuestas por el veterinario José Enrique Zaldívar cuando tras afirmar que si la tauromaquia desapareciera con ella desaparecía también el toro de lidia, no tuvo reparos en manifestar: “Es un bello animal pero al fin y al cabo es un bovino y como veterinario no me preocupa que desaparezca el toro de lidia".

Según ese criterios, siendo el toro de lidia una raza autóctona, propia y diferenciada, ¿aplicaría el mismo criterios a esos animales hoy oficialmente protegidos como el Lince Ibérico, el Atún rojo, el Quebrantahuesos, el Águila Imperial ibérica, el Lobo Ibérico, el Oso pardo, la  Foca Monje, el Urogallo cantábrico y pirenaico, el Lagarto gigante de Las Canarias, el Fartet, la Mariposa isabelina, el Samarugo o la Malavacia cabeciblanca?

Pero si nos referimos a los propios debates, la respuesta más clara y fundada la encontramos en la intervención de Carlos Núñez, cuando relató: “Cuando Robert Bakewell en 1750 empezaba en Inglaterra a estudiar la posibilidad genética de crear una raza de aptitud cárnica sobre las razas autóctonas que existían en las islas, ya antes en las marismas del Guadalquivir y en las llanuras de Castilla los ganaderos de entonces intuitivamente habían empezado a crear su stud book -que hemos heredado hasta ahora- y a crear una raza nueva, la raza de lidia, que es la joya del patrimonio genético entre las razas ganaderas. Es una obra de ingeniería genética fruto de la labor de selección realizada por nuestros ganaderos durante tres siglos. Ese toro es el perfecto guardián de la dehesa ibérica. Aquí el toro contribuye a la preservación de la biodiversidad y al mantenimiento de un ecosistema único, la dehesa, catalogada por la Unión Europea como un espacio agrario de alto valor natural y que se extiende por más de medio millón de hectáreas en la península y en la que en una parte importante es el toro su guardián, con una crianza extensiva y respetuosa con el medio ambiente”.

En el segundo grupo de temas cabe incluir la intervención del consejero de Estado Enrique Alonso, cuando refiriéndose a la Fiesta no tuvo reparos en afirmar que se trata de “un indudable motor económico, pero esto viene dado porque están subvencionados de forma masiva. Cuando se acaben las subvenciones se acabará la Tauromaquia”. Entre otras, la intervención de Carlos Núñez no dejó lugar a dudas acerca de lo irreal de estas afirmaciones, cuando en un pasaje bien armado de su discurso concluyó afirmando: “Es falso que la Fiesta viva de subvenciones”, y añadió de forma clara: “Señorías, si piensan que lo que queremos con la promoción de esta iniciativa legislativa popular es buscar subvenciones -que es algo de lo que también se nos acusa-, les puedo decir que no hay nada más lejos de la realidad. La tauromaquia es tan atractiva que lleva sobreviviendo a las crisis económicas y a los ataques políticos durante siglos. Sobrevive sin subvenciones y sin patrocinios. No queremos subvenciones porque somos conscientes de la difícil situación económica que atraviesa España y que afecta a muchas de las familias de nuestro entorno. Lo que queremos es el reconocimiento que merece la tauromaquia como bien de interés cultural, exactamente igual que lo son otras manifestaciones artísticas”.

Se trata de una materia en la que también abundó con profusión de datos Andrés Amorós al explicar cómo de la Fiesta los toros “no reciben subvenciones directas, como sí se hace con el cine o el teatro”, matizando además un dato importante: siendo el espectáculo cultural que no goza de ayudas públicas es el que más deja a las arcas en concepto de IVA: ”el triple que el teatro y seis veces más que el cine”.

Y en ese contexto, ¿de que se trataba al promover la ILP?. De nada económico. Cedamos la palabra de nuevo a Carlos Núñez, que lo dijo con toda precisión:  “Señorías, pedimos al poder político tolerancia, respeto, libertad de elegir y libertad de empresa”

En otro orden temático, una argumentación no menos convincente cabe hacer con respecto a las afirmaciones de la psicóloga de PRODA Maria Vicenta Vaquer, cuando en referencia a la Tauromaquia explicó: "el sadismo como espectáculo es una de las semillas de violencia para los menores”. Palabras que luego completó señalando que los niños con problemas emocionales que son expuestos a la violencia tienen una "mayor probabilidad de cometer actos crueles", por lo que considera necesario evitar que los menores acudan a espectáculos en los que los adultos maltraten a los animales.

La respuesta que mereció del diputado de UPN, Carlos Salvador, no pudo ser más clara: “Fíjese el análisis que usted hace si vieran una corrida de toros, pero con lo que se puede ver hoy en día en televisión, el número de asesinatos por minuto, cultura de droga, sexo, violencia gratuita, series en las que uno aprende cómo matar o cómo resolver asesinatos, si aplicamos el análisis que usted hace a la posibilidad de que vieran una corrida a esa violencia, crueldad, sadismo, que usted dice, el diagnóstico que cabría concluir que tiene nuestra sociedad es terrible, nuestros hijos tendrían que ser todos asesinos en potencia, no, asesinos directamente, y no es así”.

A modo de resumen,  la realidad de la Tauromaquia la delineó Andrés Amoros, recordando oportunamente a lo escrito por José Enrique Zaldívar, contradictor hoy de la Fiesta, cuando dijo: “Si entendemos la cultura como el conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo, podemos decir que sí, que la tauromaquia ha formado parte de la cultura de algunos pueblos del mundo y sin duda de la cultura de España”.

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Portal de actualidad, análisis y documentación sobre el Arte del Toreo. Premio de Comunicación 2011 por la Asociación Taurina Parlamentaria; el Primer Premio Blogosur 2014, al mejor portal sobre fiestas en Sevilla, y en 2016 con el VII Premio "Juan Ramón Ibarretxe. Bilbao y los Toros".

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