La tarde cumbre de Manolete en la feria de abril de 1941, cuando cortó las dos orejas y el rabo

por | 11 Abr 2013 | Retazos de Historia

El domingo 20 de Abril del año 1.941 fue taurinamente contradictorio, con las dos caras de la moneda en una misma jornada. En ese día moría la señora viuda del Marqués de Villamarta; mientras, en la Maestranza se lidiaba una corrida de su hierro. Pero, a su vez esa misma tarde se consagró definitivamente Manolete en el ruedo sevillano, tras cortarle las dos orejas y el rabo al toro que hizo séptimo en la lidia.

Al torero cordobés le acompañaban en el cartel y en el triunfo Pepe Bienvenida, Juanito Belmonte y Pepe Luis Vázquez. Era la última de una feria en la que Manolete hizo tres paseíllos consecutivos, entre ellas la tradicional corrida de Miura. Coincide en todas las ocasiones con  el Sócrates de San Bernardo.

Filiberto Mira en su libro “Manolete. Vida y tragedia” define a esta temporada del 41 como la de “las grandes faenas”. Y en efecto, llegaba Manuel Rodríguez a Sevilla tras dos triunfos apoteósicos en las Fallas y en Barcelona, con el intermedio de un festival celebrado en Madrid a beneficio de las víctimas del terrible incendio de Santander, en el que había estado cumbre.

La buena pluma que se escondía tras la firma de “Don Fabricio” dejó escrito en el ABC de Sevilla: “Las campanas de Córdoba, plañideras porque había muerto “Guerrita”, trocaron el afligido son en alegre repique de gloria, porque Manolete, legítimo sucesor de aquel coloso, superó hasta la sublimidad el memorable arte de su ascendiente. No alcanza nuestro recuerdo nada semejante: de tanta justeza y elegancia, de tal calidad como la faena del cordobés al séptimo de Villamarta”.

Y un poco más adelante lo remata explicando como Manolete “con la magia de su toreo emuló a Josué y detuvo el tiempo en el reloj de la Maestranza, cuyas pasmada agujas quisieron guardar la hora inicial del acontecimiento”. Y extraordinario debió ser porque el cronista José Luis de Córdoba en su “Manolete en el recuerdo” escribe: “El tarde del domingo 20 de abril de 1941, el diestro cordobés Manuel Rodríguez “Manolete” levantó en el centro del ruedo de la Maestranza sevillana un monumento al arte del toreo, en cuya base reza esta leyenda: ‘Córdoba queda en Sevilla’. ¡Que nadie la mueva!”.

La reseña abecedaria de Don Fabricio es rotunda de principio a fin: “Paró el diestro al bravo animal con unos lances a la verónica, modelo de temple y mando, sin el más leve movimiento de pies; repitió la magnífica suerte en su quite, al que siguieron –en gracia de homenaje al compañero– otros fantásticos de Vázquez y Bienvenida”.

Y tras brindar desde el platillo de la plaza, “el cordobés tomó al bravísimo toro con tres ayudados estatuarios, y seguidamente, en terreno donde apenas si cabían toro y torero, ligó cuatro soberbios naturales con el de pecho sin que las zapatillas despegasen del suelo siquiera un ápice. Toreo inimitable, reposado, plácido, dominador, serio, verdadero; movido el toro con el engaño en torno a la gigantesca figura del lidiador, mediante el insuperable jugar de los brazos”.

“En el mismo terreno –cuenta luego el cronista– y con idéntico reposo, una serie de redondos, formidable el tercero, y otros de costadillo magníficos, y el desbordante desgranar de adornos rematados con un molinete incopiable. Finalmente, la estocada al volapié, en lo alto, hasta las cintas –guapamente ejecutada la suerte– que hace desplomarse al de Villamarta dando al aire las pezuñas. Clama el público entusiasmado y el presidente concede las orejas y el rabo, trofeo ciertamente escaso –aunque mayor no lo haya—para la faena genial lograda en un momento de feliz inspiración”.

Pero en esa tarde grande también Pepe Luís dejó su sello  propio. “Don Fabricio”, que en ocasiones le llamaba “Vazquecillo”, se quedó en la memoria sobre todo con lo que denominó “una antañona estampa de La Lidia, a todo color iluminada por el deslumbrante sol abrileño”. Y tal estampa no era otra que ésta: ”Llegó el de San Bernardo ante su enemigo, con la muleta plegada, despacio, con arte de bien andar y de mejor mostrar el engaño, y desde el sitio preciso citó al natural. Por tres veces ejecutó la suerte de manera impecable, para rematar con un pase de pecho extraordinario”. Y a los acordes de la música discurrió lo que el critico describió como un “trasteo señero”, a cuyo final dio una aplaudida vuelta al ruedo.

De Pepote Bienvenida el crítico de la edición sevillana de ABC destaca su faena señorial al toro que abría plaza, una “faena de maestro, para el sabor de los buenos aficionados, y hasta de los no iniciados”. Además de su labor con la capa, de Juanito Belmonte dejó el recuerdo su “faena torera y valentísima” al tercero de la tarde.

Sin embargo, no todo fueron elogios para esta tarde histórica del manoletismo. “Don Fabricio” hace constar que “en los demás toros los espadas salieron del paso con destreza (….) pero también sin dar adecuado relieve a sus faenas”. Y recuerda: “Así también ocurrió en la corrida de los Miuras, en que cada matador no lució su arte sino en un solo toro. Quisiéramos que la costumbre o se trocase en ley”.

Y como colofón antes del punto final: “Bienvenida ha sabido mantener su puesto de maestro. Juanito Belmonte ha demostrado que adquirió bien la fama que tiene. Pepe Luís Vázquez ganó plaza de figura preeminente del toreo y Manolete, además, realizó una genial faena, que algún día contaremos a nuestros nietos como algo memorable por único”.

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