La solución no llegará por vía política

por | 4 Sep 2010 | Punto de vista

Si se comparte, al menos en medida suficiente, nuestro diagnóstico de que en la actualidad la verdadera batalla por ganar en el mundo de los toros se localiza en esa aldea global –planetaria, se podría decir también— que se construye sobre las redes de telecomunicaciones, es bastante probable que se comparta también el primer corolario que, a nuestro juicio, le sigue de forma natural. Y esa primera deducción no puede ser otra que afirmar que la solución a los problemas actuales no va a venir primaria y principalmente de la esfera política[i].
 
No es una posición prudente menospreciar por sistema la acción política, tanto cuando es institucional como cuando es puramente partidaria. Pero una cosa es tenerla muy en cuenta y otra bien distinta confiar en ella como el ungüento amarillo que todo lo cura. La política tiene sus propias leyes de comportamiento y sus áreas específicas de actuación, que ni invalidan el campo de la acción social, ni siquiera debe aspirar a sustituirla. Y nuestro problema primero en estos momentos se sitúa en el campo de la acción social.
 
Resulta absurdo negar que en ocasiones, incluso muchas, la acción de los políticos en lo que se refiere a la Fiesta ha levantado fundadas suspicacias. No debiera deducirse de ahí un juicio necesariamente negativo. Lo que ha ocurrido es más sencillo: la acción política sigue unas pautas de actuación distintas de las que se utilizan en la vida ordinaria.
 
Un ejemplo tomado del debate catalán. Es posible que para algunos, no todos, de los políticos que sustentaron el debate, el fondo de la cuestión se ciñera a los aspectos identitarios –en castellano: la pertenencia o no de la fiesta de los toros a lo que denominan la identidad nacional catalana, como una realidad ajena a la española–. Pero las decisiones en aquella sesión parlamentaria se tomaron teniendo en cuenta otros elementos de orden más inmediato: los efectos que una determinada postura sobre ese tema podría tener en los resultados electorales de los inmediatos comicios. Se explica así, por ejemplo, la libertad de voto que se decidió en el Grupo Parlamentario del socialismo catalán.
 
Pero si miramos hacia otro escenario, igualmente político, no encontraremos un modo de razonar diferente. Vayamos a un ejemplo: a raíz del caso catalán, el PP presentó una proposición de ley para el blindaje de la Fiesta. Se les podría reprochar por qué no se acordaron antes, cuando estaban en el Gobierno, de tomar tal medida; pero entrar en esa línea argumental supone desviarnos ahora de nuestro razonamiento. Lo que queremos poner de manifiesto es que una vez que el primer partido de la Oposición, incluso antes de que se conociera el propio texto de la proposición, el partido en el Gobierno –esto es: el PSOE— ya había anunciado que no votaría a favor. El problema no es si estaba en desacuerdo o no con la propuesta popular; lo verdaderamente relevante es que no convenía en ningún caso que la Oposición sacara adelante la propuesta.
 
Esta forma de actuar no es una cuestión de bandería política: si en cualquiera de estos casos citados, cambiáramos el papel de cada uno de los partidos, el escenario final vendría a ser el misma. Lo que sencillamente en realidad ocurre es que la clase política viene necesitada de actuar bajo criterios diferentes, entre los que el de oportunidad política resulta tan esencial, y en ocasiones incluso más, que la propia entidad objetiva de la cuestión a decidir.
 
Pero es que, además, el político necesariamente tiene que fundamentar su actuación en las demandas y los climas de opinión que se producen en el seno de la sociedad. Y esta realidad condiciona toda su manera de proceder. A nuestro entender es la explicación más lógica que puede aducirse para entender los cambios de posiciones y criterios que se dan entre la clase política, a la que siempre le resultará excesivamente problemático tomar una postura en contra de las corrientes mayoritarias de opinión.
 
En razón de todo lo anterior es por lo que mantenemos que la solución a nuestros problemas de hoy no nos llegarán por la vía política, sino que se tienen que labrar con anterioridad en el trabajo que entre todos los que aman la Fiesta seamos capaces de desarrollar. En primer término, porque se hace necesario crear una base social que resulte adecuada para que los políticos puedan luego actuar. Pero también porque sin esa base social sólidamente asentada, cualquier decisión de orden político se vuelve efímera: hoy es, pero mañana puede ser cambiada en razón de conveniencia.
 
De esta forma volvemos al punto de partida que se sostenía en el anterior comentario editorial: nuestra primera inquietud debiera dirigirse a crear un clima de opinión en esta nueva sociedad sin fronteras en la que vivimos. Sin ese paso, resultará muy difícil, por no decir imposible, eludir los efectos negativos que están produciendo la agilidad de movimientos y su constancia de quienes, con razones para nosotros poco fundadas, han tomado la bandera del antitaurinismo.


[i] En simultáneo con la difusión de este comentario editorial, la agencia Europa Press distribuyó una entrevista con la senadora por Galicia Carmela Silva, portavoz de su partido en la Cámara Alta, en la que afirma que “pienso que [los toros] no son cultura” y augura que “no tengo ninguna duda de que empezarán a surgir esos debates en otras Comunidades”. La posición de la senadora socialista viene a ser como un ejemplo evidente de cuáles son las actitudes que pueden esperarse de algunos políticos.
 
  

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Taurología

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Portal de actualidad, análisis y documentación sobre el Arte del Toreo. Premio de Comunicación 2011 por la Asociación Taurina Parlamentaria; el Primer Premio Blogosur 2014, al mejor portal sobre fiestas en Sevilla, y en 2016 con el VII Premio "Juan Ramón Ibarretxe. Bilbao y los Toros".

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