MADRID. Primera del abono de San Isidro. Media entrada, con 13.016 espectadores (55% del aforo). Toros de La Quinta (Álvaro Martínez Conradi), todos cinqueños y con 588,2 kilos de promedio, que llegaron al último tercio sin opciones. Rubén Pinar (de canela y oro), silencio y ovación. Javier Cortés (de azul cobalto y oro), ovación y silencio tras aviso. Thomás Dufau (de marino y oro), silencio tras aviso silencio.
El abono de primavera se abrió sin grandes historias. Unos santacolomastan tan imponentes de trapío como fuera del tipo propio de este encaste, que llegaron al último tercio ofreciendo a los espadas muy pocas posibilidades, para lo que es el mal llamado toreo moderno. Son muy del gusto de la afición de Madrid, aunque ésta solo cubriera la mitad del aforo.
Hay que dejar constancias que la terna cumplió con decoro y responsabilidad. Pero con marmolillos no pueden cuajarse faenas de ensueño. Ni siquiera en los propios sueños. Sobrado de oficio –de detalles toreros, también–, Rubén Pinar; muy entregado y con buena cabeza, Javier Cortés; resolutivo y animoso, Dufau. Todos ellos muy respetables por su esfuerzo.
Pero los tres habían venido a Las Ventas a resolver su temporada. Los de La Quinta no lo permitieron, porque cuando sacaban algo más de recorrido se apagaban, quizás por el exceso de romana, entre otras causas.
Buen tercio de vara en el 5º. (Plaza 1) |
No se le oueden negar algunas virtudes al sexteto lidiado este martes; la pelea en e caballo del 5º fue de anitar, por ejemplo. Pero hoy La Quinta es lo que es, hasta el punto que estar ya encasillada en el panel de las corridas duras y para diestros esforzados. Es una opción. Lo que ocurre es que aquellos santacolomas originarios que se criaban en el cortijo de San José de Bucaré, siempre acartelados con figuras, no guardan relación alguna de parentesco con los actuales, salvo en la capa clásica de los cárdenos.
Ha sido una apuesta legítima del actual criador, a lo mejor para andar en el circuito principal de las plazas. Pero han acabado fuera de su tipo clásico, en hechuras y en defensas; pero, además, ya no mantienen las virtudes sus antecesores. Contamos con una ganadería más en el capítulo de las “toristas”; hemos perdido buena parte de las virtudes de un encaste histórico. La historia misma.
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