Pasó la gala de los “Goya”. Y como suele ser habitual, en el escenario quedó la reivindicación de la reducción del IVA cultural, tantas veces prometido –y hasta comprometido por vía parlamentaria– pero que nunca llega. “Cuando las circunstancias económica cambien y el déficit público lo permita….” Suele ser la paráfrasis que se pone por delante para matizar la promesa. En lenguaje directo lo que se está diciendo es “cuando el ministro de Hacienda nos deje”. O sea, largo, muy largo me lo fiáis.
Para el mundo del toro aquel tarifazo de comienzos de 2012 ha sido crucial. No es ya que los festejos feriales se les incrementara el IVA de forma rotunda; es que en el mismo cajón se metieron a toda clase de festejos menores, tan necesitados como están de apoyos. Si la crisis ya venía pegando fuerte, la decisión fiscal vino a ser la gota –que más que gota fue una lluvia torrencial– que colmó el vaso.
En el informe que el profesor Juan Medina realizó por encargo de la patronal ANOET ya se nos recordaba que el toro recauda tres veces más que el cine español en concepto de IVA y es superior al que recauda el conjunto de las artes escénicas. En resumen, que supone una inyección económica importante a las arcas comunes. Y además, a cambio prácticamente de nada.
En las conclusiones de aquel estudio el profesor Medina escribía que "una huella económica tan relevante, lograda sin apenas apoyo público, constituye una notable excepción en el panorama cultural español y una prueba evidente contra las acusaciones falaces que presentan a la tauromaquia cómo un espectáculo subvencionado y en decadencia"[1].
Con toda razón se puede afirmar que la Tauromaquia constituye una industria cultural muy rentable. Sin embargo, por ahora sirve para enorgullecer a los aficionados y profesional, pero luego no se traduce en nada práctico.
En los pasados días podían leerse en la red de Twitter comentarios muy oportunos al respecto. Un ejemplo muy atinado: “Se hace urgente un Plan Global” para la promoción de la Tauromaquia, pero para eso resulta indispensable “una financiación recurrente y sostenible”. Y el autor del mensaje, Oscar García, urgía a abrir un debate al respecto: “Este debería ser el principal asunto del invierno”.
Pero el invierno se nos va poco a poco entre las manos, como se fue el Plan previsto en el Pentauro, como no termina de arrancar el Plan comprometido por la Fundación del Toro… Y todo sigue igual. Ni siquiera esa promesa de un IVA cultural más razonable se concreta, ni se vislumbra aunque sea de lejos para cuando será posible.
A diferencia de las industrias subsidiadas en el ámbito de la cultura –que son todas, menos los toros–, nuestro mundo se sienta pacientemente a esperar. Pero del cielo sólo cae la lluvia y el granizo. Algún dirá que para activar las reivindicaciones lo primero es la unidad de quienes las plantean. Sin embargo, eso en el mundo del toro queda demasiado lejos, como ha ocurrido históricamente. Siempre se ha tenido que sacar en solitarip las castañas del fuego, en ocasiones a base de tragedias.
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[1] Las conclusiones del estudio del profesor Medina, titulado “Los toros en España: Un gran impacto económico con mínimas subvenciones”, se concretaban así:
1. PRESUPUESTOS GENERALES DEL ESTADO: Sólo existe una partida del Ministerio de Cultura de 30.000 euros (dotación del Premio Nacional). Nada más. Eso supone un 0’01% del total destinado a actividades culturales. La industria cinematográfica recibe 1.835 veces más, aunque recauda en taquilla tres veces menos.
Fuente: http://www.abc.es/cultura/toros/abci-tauromaquia-industria-cultural-rentable-genera-mas-1600-millones-201603301753_noticia.html
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