La temática del mundo taurino es uno de los motivos que más se repite, durante toda la obra de Miguel Hernández, como una obsesión metafórica que nunca le abandona, desde que ya por primera vez aparecen en unos versos de su etapa de juventud, como una certera iconografía, en el poema escrito en tercetos: "Canto exaltado de amor a la naturaleza":
En el toro de trágico cuerno;
Esta simbología de lo taurino se repetirá en muchos de sus poemas, a través de la búsqueda de sus muchos registros, con la excepción de su último libro: "Cancionero y romancero de ausencias", con sus últimos versos dolientes y serenos, escrito en la cárcel. La poética taurina siempre se moverá oscilando en el péndulo entre la dicotomía del carácter vitalista, alegre, erótico y sensualista que al ser frustrado deviene en un sentido de lo trágico donde se reflexiona entonces en torno al dolor, la pena y la muerte.
En su primer libro Perito en Luna, que vería la luz en enero de 1933 en la colección Sudeste de Ediciones La Verdad, entonces el poeta ya tiene 22 años, en el que presenta 42 octavas reales de carácter neogongorinas con la inspiración de de la fábula de Polifemo y Galatea, en un rotundo homenaje a Góngora. En este primer libro ya tenemos dos octavas con temática íntegramente taurina, la titulada Toro:
¡A la gloria, a la gloria toreadores!
Por el arco, contra los picadores,
–golfo de arena- en mis bigotes de oro!.
Y la titulada Torero:
Por el lugar mejor de tu persona,
Especial mención puede merecer la "Elegía media del toro"; con los contenidos de este poema dará recitales y conferencias en el Casino de Orihuela, así como el 28 de enero de 1933 en la Universidad Popular de Cartagena y el 29 de abril de ese mismo año en el Ateneo de Alicante, acompañados por los cartelones pintados por Rafael González y Francisco Díe.
Miguel Hernández, en su segunda estancia en Madrid en el año 1934, consigue por fin su primer trabajo remunerado que consiste en colaborar escribiendo biografías de matadores con la enciclopedia "Los Toros" de José María Cossio, aquí comenzará a ganar sus primeros cuarenta duros, y conocerá Pablo Neruda y a Vicente Aleixandre, así como a José Bergarmín que le promete publicarle en la revista Cruz Y Raya, la obra teatral "El torero más valiente" que por entonces está escribiendo.
La simbología y la metáfora taurina seguirá siendo una constante en su poética, hasta llegar al 24 de enero de 1936 en el que sale de la imprenta de los Altolaguirre, los primeros ejemplares de "El rayo que no cesa", en la que incluía la famosa elegía a Ramón Sijé, que había fallecido el 24 de diciembre de año anterior, 1935, en el que incluye 4 sonetos taurinos. En el soneto14, dice:
Silencio de metal triste y sonoro,
de la región volcánica del toro.
A un análisis detallado de toda esta temática dedica su ensayo Patricio Peñalver, que el lector encontrará en el archivo adjunto, que para una más cómoda lectura se presenta en formato PDF.
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