El pasado sábado concluyeron en Sevilla las Jornadas Internacionales de Tauromaquia. Ha sido un programa académico verdaderamente de lujo, que abordó muchas materias conexas en torno a la Tauromaquia, a su historia, a su propio arraigo social. Por eso, el día que se publique el volumen con todas las ponencias presentadas por tantos profesores universitarios y tantos investigadores, habrá que leerlo con mucho detenimiento, siquiera sea porque de nada se aprende más que de la propia historia.
Sin embargo es de lamentar que estas Jornadas hayan tenido tan escasa repercusión pública, incluso en los medios andaluces. Algo ha fallado en la organización para que así haya ocurrido. Lo lamentable es que haya ocurrido en un momento en el que la Tauromaquia tanto necesita constatar la excelencia de cuantos estudian y cuentan su propia realidad. De hecho, tan importante como la propia celebración de estas Jornadas, era difundir sus contenidos, cuando el actual clima social tanto necesita de mensajes concretos y diversos sobre la realidad histórica de la Tauromaquia.
Y así, por ejemplo, la aportación que hizo el filósofo francés Francis Wolff en la conferencia de clausura habrá que recuperarla de alguna forma, porque toda su disertación –como ocurre con sus escritos– supone una aportación de un enorme interés. Pero como éste se podrían poner otros muchos ejemplos acerca de ponencias y conferencias de temas muy sugerentes.
Las Jornadas se clausuraron con una declaración institucional, que sólo fraccionariamente se ha conocido por quienes no estuvimos presentes en Sevilla. No deja de ser triste que todavía en este lunes, día 10, ni en la web de la Fundación de Estudios Taurinos ni en la de la propia Universidad de Sevilla se haya publicado una sola línea sobre el desarrollo de estas Jornadas, ni de la declaración con la que se clausuraron.
En esta especie de declaración de principios los reunidos evocan el origen remoto de la Tauromaquia recordando que la Fiesta de los toros “ha dado lugar a un sinfín de mitos, celebraciones y de obras maestras en las artes y la Literatura”. El mismo documento precisa que la Fiesta, en sus diferentes interpretaciones, “refleja la sensibilidad específica de cada uno de los pueblos y comunidades que la comparten pero expresa al mismo tiempo, en el aspecto ético y cultural, ciertos valores fundamentales del hombre en su manera de enfrentarse con la vida, con la muerte y lo efímero”.
Pero esa declaración se recalca también la importancia económica, turística y sociocultural de la Tauromaquia y se recuerda que constituye “el núcleo de numerosas fiestas locales y juega un papel muy importante para estrechar lazos de afecto y solidaridad entre comunidades y pueblos”.
De la misma forma, resalta “el respeto que los ganaderos, toreros y aficionados sienten por el toro durante la lidia y durante su cría en condiciones óptimas de libertad en unos espacios preservados que constituyen una reserva ecológica insustituible”, además de destacar que “la Fiesta de los toros constituye un patrimonio cultural inmaterial valiosísimo”, lo que validaría su reconocimiento por la UNESCO.
En esa línea, los organizadores de estas Jornadas internacionales defienden la inscripción de la Fiesta de los toros en la lista representativa del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad e instan a la creación de una plataforma internacional para gestionar ese reconocimiento ante el alto organismo de las Naciones Unidas.
0 comentarios