En el Círculo de Bellas Artes, de Madrid, se ha celebrado un banquete como testimonio de admiración a Pablo Lalanda y para festejar el dichoso término de su primera temporada como matador de toros.
Se han abaratado tanto, en fuerza de prodigalidad publicitaria, los adjetivos taurinos encomiásticos, que ya es difícil acertar con uno me dé la sensación, cada día más rara, de sinceridad.
Rehuyamos, pues, los adjetivos excesivos y acojámonos, para hablar de Pablo Lalanda, al honesto, limpió y claro nombre sustantivo. Que e! nombre es la sustancia de la verdad y, por ello, lo que define y da enjundia y fundamento.
Entre los aficionados de pro, cuando se dice de alguien "es un torero", se dice el mejor y más completo elogio. Y no hace falta decir más para distinguirlo de tantos que se visten de luces y torean, y hasta torean a veces bien, y de los que no se debe decir que son "toreros", porque no "saben" torear por qué se torea, ni para qué se torea.
Pablo Lalanda es un torero. Por fueros de casta, porque es el continuador de una dinastía de buenos toreros que supieron torear y por qué se torea… Y es torero por vocación y por decisión consciente. La vocación artística es temperamental. Pero el dominio de los medios expresivos del arte, de la técnica, es fruto del aprendizaje y de la experiencia. Esto es: de una voluntad inteligente, de una asimilación fecunda y de un largo sacrificio a la vocación.
El artista nace. Pero ese don nativo quedaría en un gracioso balbuceo si luego no vinieran la voluntad y la inteligencia a afinarlo, ampliarlo y darle firmeza.
Pablo Lalanda nació torero, pero ha sabido, además, hacerse torero. Sin prisas y sin pausas. Firmemente, conscientemente guiado por la inspiración nativa, pero dedicando un tenaz e inteligente esfuerzo a captar y asimilar lo que de oficio tiene todo arte.
Y sólo cuando el torero se ha creído en dominio de esas normas, de esos recursos técnicos que permiten ejercer con decoro una profesión artística, Pablo Lalanda ha tomado la alternativa.
Y no ha habido en el ascenso, en este su primer año de alternativa, bache ni solución de continuidad. Sus éxitos en todas las Plazas en que ha actuado este año prueban que su doctorado no fué un salto a la ventura, sino un lógico y firme avance en el camino recto, que lleva a la fortuna y la gloria artística
¿A qué escuiela, a qué estilo hay que adscribir a Pablo Lalanda?… Escuelas y estilos están tan confundidos y maleados, que ya sólo reconocemos como toreo uno solo; el que se define como "el arte de dominar toros bravos". Torear es dominar, pero con arreglo a un arte, a una norma de emoción y belleza, sin la cual el toreo quedaría reducido a un ejercicio de habilidad circense.
Pablo Lalanda está en la órbita de ese toreo que es eficacia y dominio, arte y ciencia de la lidia. No es de los que van al toro a dar lances o pases porque el toro pasa. Sus faenas tienen eficacia porque tienen objeto. Es decir, sabe torear porque sabe por qué y para qué torea.
En el brillante y cordial homenaje que sus muchos amigos y admiradores le dedicaron, Pablo Lalanda recibió una adhesión que por su rareza, por el nombre glorioso quien la avalaba y por la enjundia de su contenido, bien puede calificarse de excepcional.
Don Jacinto Benavente, nuestro Premio Nóbel, envió al homenajeado un autógrafo que dice textualmente: "Pablo Lalanda es de los pocos toreros que aun hacen faenas adecuadas a las condiciones del toro, lo que no siempre sabe apreciar el público de ahora”. Jacinto Benavente.
Nada más y nada menos. Benavente –sin adjetivo– no emplea adjetivos al dirigirse a Pablo Lalanda y, sin embargo, hace de él el mejor, el más certero y más justo elogio. Vale la pena de repetir su juicio. "Es de los pocos toreros que aun hacen faenas adecuadas a las condiciones del toro". Es decir, es de los pocos toreros que saben serlo. Porque, se quiera o no, ser torero es eso: saber dar a cada toro "la lidia" adecuada para dominarlo y dársela con valor, con arte, con dominio técnico… Como lo hace Pablo Lalanda.
© El Ruedo, nº 338, 14 de diciembre de 1950
✔Pablo Lalanda Gutiérrez: Nació en Ventas con Peña Aguilera (Toledo) el 11 de enero de 1902. Primo de Marcial Lalanda, con quien toreó bastante en sus inicios con muy buen cartel. Tomó la alternativa en Madrid el 2 de octubre 1921 de por "Fortuna" y "Chicuelo", con el toro: "Ropero" del Marqués de Llen. Era un torero fácil con conocimiento y dominio de todas las suertes del toreo, pero algo frío. Su figura se vió ensombrecida por la maestría y genio de su primo. En 1932 se retira y se viene a vivir a Las Ventas y a la finca de La Salceda de la que era propietario. Precisamente allí fue a refugiarse junto con sus hermanos. Al iniciarse la guerra civil fue detenido y fusilado en El Puntal (Toledo) en agosto de 1936. Una persona excelente, amante de su pueblo y que siempre trató de ayudar a las personas necesitadas. Su muerte fue muy sentida, no sólo por sus allegados, sino por todos los que le trataron aunque tuviesen diferentes ideas.
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