La maratón concluyó con el triunfo de «El Juli» y el fervor morantista del momento

por | 19 Mar 2014 | Temporada 2014

VALENCIA. Última del abono de Fallas. Lleno. Cuatro toros con el hierro de Domingo Hernández ( 2º, 5º, 6º y 8º) y cuatro con el hierro de Garcigrande (1º, 3º. 4º y 7º), demasiado dispares de presencia y hechuras, algunos muy anovillados y desiguales de juego; los mejores 5º y 3º, por este orden. Juan Serrano “Finito de Córdoba” (de corinto y oro), pitos tras dos avisos y una oreja. José Antonio Morante de la Puebla (de anaranjado y oro), silencio y ovación tras aviso. Julián López “El Juli” (de rioja y oro), dos orejas y ovación. José Mª Manzanares (de grana y oro), una oreja tras aviso y palmas. “El Juli” salió por segunda vez en esta feria por la Puerta Grande. La corrida duró tres horas y 10 minutos; proporcionalmente menos que las anteriores.

Se bajó el telón taurino, a la espera del punto final de estas Fallas, allá en la medianoche con la “cremá”. Y el productor Casas, como remedando aquellos carteles del Balañá histórico de la Barcelona taurina de los años 40,  montó una verdadera maratón con las figuras del momento. ¿Acierto o desacierto? Pues en esto, la alegría va por barrios.

Para empezar, el barrio ganadero dejó bastante que desear. Para una corrida que tiene vocación casi de efeméride no se puede traer un lote tan dispar, en el que se entremezclaban toros impresentables  –más de uno tenía menos trapío que algunos de los novillos lidiados en esta feria– junto a otros más hechos; pero salvo el 3º y el 5º, que humillaban con celo, el resto en distinto grado no eran precisamente los ideales para una tarde como ésta.

Para finales, el personal salió hablando de Morante. En algún momento habrá que hacer una reflexión sobre el morantismo reinante que nos desborda. Pero resulta innegable que es en la actualidad el único torero verdaderamente diferente a los demás. Ya tiene bemoles hacerle un quite por tafalleras a un toro y que además sea de los que le levantan a uno del asiento de lo torero y hasta pinturero como fue. En esa diferencia está el detalle, que diría el otro. Y desde luego es así. Lógico es que la fuerza casi telúrica de esta estética tan singular se haya quedado grabada en la memoria colectiva; sin embargo, no por eso puede afirmarse que haya sido la de Morante una tarde de esas que los taurinos califican como “cumbre”.

Hoy el de la Puebla tuvo todo a favor, menos a los dos que habían venido de la dehesa salmantina de Pozo de Hinojos. Y así, su geniudo primero no le permitió redondear sus buenas intenciones ni con el capote ni con la muleta; hubo detalles, magníficos, pero detalles. Más juego ofrecía el que hizo 6º; pero como los toros de hoy tienen su fecha de caducidad, en la muleta dejó claro que no había podido superar el tercio de quites. Por un lado, los espectadores salimos ganando con tres quites maravillosos, dos de Morante y uno de “El Juli”. Pero, por otro, pasaron luego factura en forma de falta de recorrido y de repetición en las embestidas, lo que imposibilitó que la faena fuera a mayores, con lo torerísimamente que había principiado con esos muletazos por alto de tanto sabor al mejor toreo. De nuevo aquí detalles 100 por 100 morantistas.

Objetivamente visto, lo más sólido de esta última tarde fallera –¡que pena, todo lo bueno se acaba!– corrió a cargo de “El Juli” con el que se lidió en tercer lugar, uno de los dos destacados del encierro, por humillaba e iba largo. El poder innegable de este torero hizo el resto, hasta culminar con dos series de naturales extraordinarios. Fue un ejemplo de lidia y de toreo, siempre llevando a su enemigo muy sometido, buscando alargar las embestidas y en un palmo de terreno. De toda ley fueron las dos orejas que se le concedieron. El 7º, en cambio, ya  salió defendiéndose desde los chiqueros y además con blandura de manos; el de Velilla de San Antonio lo mató con brevedad.

Algo falló en la lidia del 4º, que sin ser de calidad suprema, como los turrones de esta tierra, tenía su punto de humillación y movilidad. José María Manzanares no terminó de asumir el reto, en un trasteo pulcro y algo superficial, carente de unidad y, sobre todo, ausente por completo la vibración del torero. Llego con medida a la galería y fruto de ello fue la oreja concedida, una de tantas. Lo intentó con mayor afán ante el que cerraba plaza, al que supo darle el alicantino la distancia justa para que el toro desarrollara a más y así aprovechar la inercia de esas cuatro o cinco arrancadas seguidas que tenía.  Estuvo inteligente y decidido, pero falló a espadas y todo se revolvió con unas cariñosas palmas.

Abría cartel y tarde “Finito de Córdoba”, llamado a última hora para sustituir a Enrique Ponce. Hasta un punto aperreadillo se le vio con la sardinilla que hizo 1º; además de impresentable, el anovillado animal tenía mucha guasa. Lo mejor, su inicio de faena por bajo, por más que en nada pudiera enmendar la mala condición del enemigo. En cambio supo exprimir hasta el final al 5º, el de mayor calidad de toda la corrida. Y aquí sí, el torero se relajó y comenzó a gustarse en sucesivas series de muy buen tono y trazo con la muleta en la mano derecha, que con la zocata no terminaron de entenderse uno y otro. Un final muy clásico a dos manos sirvió de prólogo a una estocada entera y a la concesión de una oreja.

La matinal

VALENCIA. Corrida matinal de rejones. Tres cuartos de entrada. Toros de Fermín Bohórquez, manejables pero justos de poco fondo. Andy Cartagena, ovación con saludos y silencio. Diego Ventura, oreja y oreja. Andrés Romero, silencio y silencio. 

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Taurología

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Portal de actualidad, análisis y documentación sobre el Arte del Toreo. Premio de Comunicación 2011 por la Asociación Taurina Parlamentaria; el Primer Premio Blogosur 2014, al mejor portal sobre fiestas en Sevilla, y en 2016 con el VII Premio "Juan Ramón Ibarretxe. Bilbao y los Toros".

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