Fuerte apuesta de Morante: reaparecer tras el percance grande de Huesca encerrándose en solitario con seis toros. Aunque sea con el tipo de ganado que habitualmente se lidia en la Goyesca de Ronda, y con todo el clima a favor, es un plato de mucho cuidado. Hay que estar muy fuerte para de un tirón lidiar seis reses. Aunque no sean más que seis vacas lidiadas de seguido en un tentadero, resulta ya de por sí agotador. Por es, muy recuperado tiene que estar el torero para afrontar este reto.
Antes que otra cosa, es un signo de responsabilidad por parte del torero de la Puebla: caerse del cartel rondeño, aunque estuviera más que justificado por razones física y de recuperación, habría sido un golpe tremendo. Con el papel agotado hace días, con muchos aficionados que ya tienen contratados el transporte y el hotel, con todo el toreo pendiente de lo que ocurra… Menuda avería se causaba con su ausencia, tan difícil de reemplazar en este caso.
Claro que luego, cuando se está en el ruedo, los aficionados no se andan con chiquitas: a quien ha hecho el paseíllo se le exige, tanto si acaba de levantarse de la cama, como si viene de torear el día anterior. Ahí no se aceptan dulcificaciones. Por eso, cuando el torero admite retos como el que ahora asume Morante, lo hace con todas sus consecuencia: andar a tope con seis toros, uno tras otro.
Pero no deja de ser un factor que anima mucho saber que su nombre y su gesto tiene centrada la atención de todo el mundo del toro. Que de antemano el sólo anuncio del cartel ya agotara las localidades, es una inyección en vena de ánimos y de moral. Luego los juanpedros llevaran dentro lo que quieran, que a buen seguro más de uno embestirá a su modo. Pero de antemano ya se hace el paseíllo habiendo ganado la primera batalla.
No cabe duda que todo eso ocurre por esa especie de magia que en estos momentos rodea a Morante. No sólo se trata de una de las pocas figuras que hoy en día llevan gente a la taquilla, es que cuenta con el clima a favor hasta de los que son sencillamente espectadores de ocasión. Ha conseguido que se consolide su leyenda y su misterio, con lo difícil que eso resulta.
Y eso a pesar de que hay que reconocer que, en la práctica, no está resultando su mejor temporada en las plazas importantes. Sus grandes triunfos han correspondido siempre a plazas de categoría mediana o inferior; por las grandes –caso de Sevilla o Madrid– tuvo un pobre paso por sus ferias.
Sin embargo, se impone la magia de su toreo y hasta la de su mismo nombre, bajo el sello de ser algo diferente a todos los demás. Es lo que ocurre con este clase de toreros, sobre todo cuando están en la cresta de la ola.
La goyesca más auténtica
Si quitamos el caso del 2 de mayo en Madrid, por más que desde la hazaña de Joselito en la actual etapa ande muy devaluado, Ronda personifica la goyesca por antonomasia, casi la auténtica goyesca, que otras muchas se anuncian más como reclamo comercial que otra cosa, como ocurrió ya en los propios orígenes, allá por 1929, de este tipo de festejos. Nació y creció al amparo del nombre histórico de Antonio Ordóñez, que se encargó de marcar el nivel que en adelante tendría siempre este festejo. Y así ha pervivido año tras año.
Gracias al tirón que siempre tuvo el maestro Ordoñez, la bicentenaria Maestranza rondeña escenifica cada año lo que ya es mucho más que una corrida de toros. Es un acontecimiento social, todo un hito en la temporada. Con razón Fernando Carrasco escribió que “la Corrida Goyesca de Ronda es mucho más que un festejo como tal. Es una forma de sentir y de vivir la Fiesta de los Toros, la que enamoró, en este mismo coso, al nobel de Literatura Ernest Hemingway o al gran cineasta Orson Welles, por citar solo a estas dos personalidades”.
En realidad, la historia de este festejo singular se remonta al año 1954, cuando Antonio Bienvenida, Cayetano Ordóñez “Niño de la Palma” y César Girón hicieron por primera vez el paseíllo vestidos de goyescos. Pero de inmediato Antonio Ordóñez tomó el relevo de su centro y su organizador, hasta ser el torero que más veces se anunció en ella, la última, ya retirado, en 1980.
Y cuando en 1999 faltó el maestro, su nieto Francisco tomó el relevo de la organización, aunque como torero por primera vez ya había actuado en la edición de 1995, si bien un par de temporadas antes había hecho en este mismo ruedo su debut vestido de luces.
En toda esta amplísima etapa, que hoy vamos por la edición número 58, todas las figuras del toreo se han anunciado en esta goyesca. Ahora toca el turno a Morante, que será el segundo espada que haga el paseíllo en solitario.
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