La justificación de Diego Urdiales

por | 22 Ago 2011 | Temporada 2011

BILBAO. Segunda de las Corridas Generales. Media plaza. Toros de Fuente Ymbro, de bonita presentación y juego dispar, mejor los tres primeros. Diego Urdiales (de pizarra y oro), vuelta y saludos. Cesar Jiménez (de azul cobalto y oro), silencio y silencio. Matías Tejela (de grana y oro), silencio y silencio.

Dicho lisa y llanamente: decepcionó la corrida de Fuente Ymbro. No se le puede negar que era una corrida bien hecha, con estampa, tres de ellos cinqueños. Pero luego en el ruedo fue otra cosa. Cierto que, en general, se les pegó mucho en el caballo; pero cierto también que no abundó la clase. Tuvo calidad el primero, si duda el mejor del lote; bondadoso pero muy soso y apagado, el segundo; con un excelente pitón izquierdo, el tercero; mansote y feo estilo, el cuarto; muy deslucido, el quinto; engañosamente bravucón, el que cerraba plaza. El balance, pues, necesariamente tiene que ser negativo. Una valoración que en ocasiones se hace más notoria cuando el ganadero, como es el caso, es de los muy habladores, que tiene especial habilidad para levantar expectativas; luego, cuando no se cumplen, como esta tarde, pues parecen aún peores.

Una vez más, el publicó bilbaíno respetó y hasta mimó a Diego Urdiales. El riojano correspondió con una entrega encomiable. Con este torero, y alguno más, pasa algo curioso. A los taurinos no se les cae de la boca, pero luego son ellos mismos los que no los ponen en los carteles. De forma que cuando está en mejor momento, es uno de los años en los que tiene menos contratos. Son las contradicciones que se van en esto; o si se quiere, la consecuencia directa de ese dichoso intercambio de cromos entre empresarios.

Y la verdad es que Urdiales más que se justificó. No es sólo el torero que resuelve la papeleta de las corrida duras; cuando un toro le mete la cara en la muleta, sabe torear como el mejor. Esta tarde se comprobó con el que abría plaza: hubo series de empaque y hondura, especialmente con la mano derecha. Y se fue derecho con la espada en busca del morrillo; la pena es que un pinchazo previo enfrió en exceso al público. Si no hubiera sido así, le corta la oreja.  Con el problemático cuarto estuvo firme y decidido, pero además haciendo las cosas con cabeza.

Con los puntos puestos y la herida fresca de la cornada de hace dos días en Málaga, no quiso renunciar Cesar Jiménez al compromiso bilbaíno. El esfuerzo no tuvo la contrapartida de la buena suerte en el sorteo, más bien al contrario. El quinto, sin ser un barrabás,  era la negación de los mínimos necesarios para hacer el toreo; el segundo, que tenía bondad, se diluía en una sosería  ilimitada, aunque el torero tampoco dio ese ultimo pasito que debería haber dado. En resumen, el madrileño en ambos lo intentó con una y otra mano, con el escaso resultado que era esperable.

Matías Tejela, el torero de las oportunidades sin límite, se dejó ir el excelente pitón izquierdo del tercero. Cuando, las menos de las veces, abandonó el toreo en línea y se atacó con su enemigo, se comprobaba que era un toro al que debía cortarle la oreja. Pero si ya se sale aburrido de primeras, no va uno a meterse en berenjenales luego.  Y lo que puede ser más negativo: en ambos estuvo deslavazado y como sin argumento a la hora de construir sus faenas. Con el que cerraba plaza, que engañosamente alguno lo tomó por bravo, hizo el esfuerzo que debería haber sacado a relucir con el otro. Total, una tarde más que se le va en blanco.

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