La intensa historia de la ganadería de Miura en Bilbao

por | 6 Ene 2018 | Literatura taurina

Desde el ya lejano año de 1865 a nuestros días, la legendaria ganadería de la familia Miura han lidiado sus toros  en Bilbao en 96 ocasiones. En la primera ocasión el festejo tuvo lugar en la plaza que se levantaba en la calle de Hurtado Amézaga; en el primitivo coso de Vista Alegre la ganadería que entonces dirigía don Juan Miura Fernández se presentó en agosto de 1883, al año siguiente de haberse inaugurado aquel histórico ruedo, que casi un siglo después de fue víctima de las llamas, para ser luego reconstruido en un tiempo record.

Paco Camino, con un miura de 701 kilos

Si la mítica vacada acaba de cumplir 175 años de historia, en lo que hace a la capital vizcaína ha venido concurriendo desde hace 152 años. Y en ese siglo y medio ha dado muchos días de gloria y menos de tragedia. Pero siempre se ha caracterizado  por presentar el auténtico prototipo de el toro de Bilbao. Por eso históricamente han sido signo de admiración por la afición bilbaina.

Ahora, con el homenaje que le rendirá el Club Cocherito, el nuevo libro de Antonio Fernández Casado nos recuerda toda una rica historia. Como avance de esa edición, traemos a nuestras páginas algunos textos de ese trabajo

Sangre sobre la escarabilla bilbaína

A lo largo del último siglo, los toros del  hierro de Miura han cogido de cierta gravedad a varios estoqueadores y subalternos en Vista Alegre. El primero a Cocherito de Bilbao, una tarde del mes de agosto de 1908. Curiosamente, cuatro agostos después, quien cayó herido de gravedad fue el padre de Manolete, un diestro del mismo nombre y apellidos. El siguiente matador caído en los pitones miureños fue Vicente Pastor, en 1915.

Como los novilleros normalmente carecen del oficio suficiente, dos noveles de escasas luces, Hipólito y Ventoldrá, fueron los siguientes heridos por otras tantas reses de Miura, un día de julio de 1918. Cinco años después varios miembros de las cuadrillas de una terna de desconocidos novilleros también recibieron su ración correspondiente de hule.

En 1926, otros dos estoqueadores de toros, Villalta y Agüero, tuvieron que acudir a la enfermería bilbaína la misma tarde. En agosto de 1930, también resultó herido Gitanillo de Triana.

Ya en 1960, la víctima de las astas miureñas fue el banderillero Manolo Agüero, quien estuvo a punto de perder la vida. Aunque los miuras cada vez cogen menos, en 1991 hubo un último herido en el circo bilbaíno:  el rehiletero Madriles.

Presentación de los miuras en Bilbao

20 de agosto de 1865
Tres toros de Bañuelos y otros tantos de Miura
para Cayetano Sanz y El Gordito
.

En 1864, se inauguró el tren que unía la península ibérica con la República de Francia a través de la frontera de Irún, de manera que este puedo ser el argumento para que un año después se pudieran lidiar reses de las ganaderías del sur de España en Bilbao. Por lo tanto, tal vez, fue el 20 de agosto de 1865 la primera ocasión que se corrieron las reses de Juan Miura en una plaza bilbaína.

Uno de estos días feriados, un crítico taurino del Boletín de Loterías y de Toros informaba a sus lectores acerca del ambiente que se respiraba en las cercanías de la plaza de toros de Hurtado de Amézaga[1] una nublada tarde del mes de agosto, antes del comienzo del festejo taurino, señalado a las tres y media, bajo la presidencia del gobernador civil de la provincia:

Después de las dos de la tarde un mar de gente atravesaba el puente de Isabel ii y eran innumerables los carruajes de todas las clases que conducían a la plaza a las personas mejor acomodadas de nuestra villa.

El circo presentaba un aspecto magnífico. La entrada era un lleno completo: lo mismo en los palcos que en las gradas, tendidos y barreras, no había un hueco vacío. La elegancia de las damas, los abigarrados colores de los trajes campesinos, el buen humor que en todos reinaba y la animación general ofrecían un cuadro difícil de describir. A varias personas procedentes del interior del reino oíamos decir que no habían visto cosa igual[2].

Los toros anunciados mostraban el hierro de Bañuelos, además de uno de la muy acreditada ganadería de Miura, de nombre Sevillano —berrendo en colorado—. Los picadores —Bruno Azaña y Onofre Álvarez—, acariciando a este último cuatro veces consecutivas y una el de reserva, midieron el suelo y perdieron repetidamente las cabalgaduras. Juan Yust y el Chesín le adornaron con cuatro medios pares; y el Gordito —de azul y oro— le pasó de muleta muchísimas veces, hasta que le arrimó una metisaca de escaso mérito, le señaló una corta muy buena, a la que siguió un descabello al primer intento por cuyo trabajo se le dio el toro a petición del tendido de sol.

El tercer ejemplar —jabonero, asticorto, voluntarioso, de pocas libras— era hermano del anterior y tenía de nombre Flamenco. Corría abundante sangre brava por sus venas y de ello dio muestra acudiendo ocho veces a la cita con Onofre y cinco con Azaña, a quienes “mató sus respectivas espátulas y dio además al segundo dos tumbos de marca mayor”. Por su parte los rehileteros Villaviciosa y Vinagre[3] le colgaron cinco pares al cuarteo; mientras que Cayetano Sanz —una de las principales primeras figuras del momento—, después de darle tres naturales rematados con uno de pecho “de los de su repertorio, de esos que sabe dar pero que los economiza demasiado”, le despachó con dos excelentes volapiés.

El último ejemplar del concierto, Regatero —retinto oscuro y buen mozo—, estaba tan mal armado “que, la verdad, no era toro de plaza” y a esta mala circunstancia añadía que contaba con “siete yerbas”. Por si no fuera suficiente, recibió ¡trece puyazos! de Onofre, al que dio seis mayúsculos tumbos; otros tres a su colega, Azaña, y cinco más al picador de reserva, que besó la arena. Tan tumbones estaban los jinetes, que popularmente se afirmaba que les valía dos reales cada caída, porque “ni arrimaban el hierro a los toros ni defendían a sus jamelgos”. Vinagre y Villaviciosa le colocaron tres pares y medio antes de que el Gordito le despachase de dos estocadas bajas, e intentase descabellarlo ocho veces.

El volatinero de Vista Alegre

22 de agosto de 1871
Rafael Molina Lagartijo y Curro Cúchares, hijo.

La feria agosteña de 1871, la empresa bilbaína tenía programadas cuatro corridas de toros para los días 20, 21, 22 y 23, en las que estaba prevista la lidia de las primeras ganaderías españolas: Duque de Veragua, Concha y Sierra —quince ejemplares— y Antonio Miura. En el palco presidencial compareció el gobernador provincial, Antonio María Fernández, acompañado de varios concejales y del comandante de la Guardia Civil. Como era costumbre, la llave de los chiquiteros que el presidente lanzaba desde el palco al ruedo la recogió un joven volatinero, que se apellidaba Ruiz —también daba suelta a los toros—, especializado en este fin, quien se engalanaba para la ocasión y que con pasmosa agilidad va a recoger la llave dando vueltas al aire, hasta ponerse debajo del palco de la presidencia, y vuelve al frente de la puerta de chiqueros, dando también vueltas al aire, después cogía la llave que le arroja el presidente [4].

Al decir de la prensa, el toro de miura, de nombre Sonajero —berrendo en castaño y bien armado—, tercer ejemplar de la tarde, “dejará eterno recuerdo en la memoria de los bilbaínos”; se le consideró “el más bravo entre los bravos” de la feria, con el que Lagartijo mostró escaso interés en lucirse. También resultó noble el sexto de la tarde, Jabaito —cárdeno oscuro y bien armado—, que recibió ocho varas recargando. Cúchares le cedió la muerte a su banderillero el Cabo, quien tras endilgarle cuatro pases naturales —parado, en corto y ceñido— le enjaretó un “volapié, una tan buena, que cayó el toro muerto enseguida, dándole la presidencia el toro” a petición del público, muy entusiasmado, que no cesó de aplaudir hasta que arrastraron al burel. En general, el encierro fue bueno, especialmente el tercero toro, “muy sobresaliente, de los pocos que se ven en la plaza”, en opinión de un revistero del Boletín de Loterías y de Toros[5].

El libro

Promovido por el Club Cocherito,  se ha elaborado el libro: “Miura, el toro de Bilbao”, escrito por Antonio Fernández Casado, en el que se levanta acta de cada una de las 96 corridas de toros, y 499 ejemplares de la ganadería sevillana, lidiadas en las plazas de Bilbao, desde su debut en agosto de 1865.

Este libro, iniciativa se venderá al precio de 10€ –más gastos de envío a domicilio–, importe que se destinará íntegramente a ayudar a levantar una escultura que inmortalice la figura de Iván Fandiño, en los accesos al coso de Vista Alegre. El libro sólo estará a la venta en las oficinas del Club Cocherito de Bilbao, donde se podrá adquirir  o reservar en el teléfono: 944 161 447.

La presentación de este libro se hará en la sede del Club el próximo viernes, 12 de enero, a partir de las 19.30 horas, en el curso de un coloquio con los hermanos Antonio y Eduardo Miura.

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[1] Este circo taurino se inauguró en 1865, en sustitución de la plaza de Zabalburu. Construida de madera, clavazón y herraje y carácter provisional, se enclavaba en el cruce entre las actuales calles de Elcano (casa de Félix Murga) y de Fernández del Campo, frente a la de Hurtado de Amézaga.

[2] Boletín de Loterías y de Toros, 29 de agosto de 1865.

[3] Benito Abasolo, Vinagre (Balmaseda, 1825-Bilbao, 1905), fue novillero, medio espada y banderillero de reses bravas.

[4] Boletín de Loterías y de Toros, 4 de septiembre de 1871.

[5]  Boletín de Loterías y de Toros, 2 de octubre de 1871.

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Taurología

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Portal de actualidad, análisis y documentación sobre el Arte del Toreo. Premio de Comunicación 2011 por la Asociación Taurina Parlamentaria; el Primer Premio Blogosur 2014, al mejor portal sobre fiestas en Sevilla, y en 2016 con el VII Premio "Juan Ramón Ibarretxe. Bilbao y los Toros".

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