En un acto que contó con la colaboración de la Fundación Juan de Dios Barbosa Kublí y de Fomento Cultural Tauromaquia Hispanoamericana, la Sala Cossío de Las Ventas ha sido escenario de un doble acto cultural, que pone de manifiesto la vigencia y el esfuerzo cultural e investigador que se desarrolla en México.
En la primera parte del acto, el historiador y director de la Fundación Juan de Dios Barbosa, José Francisco Coello Ugalde, dictó una conferencia sobre “La presencia del toro bravo en América. México, como caso particular”. Con posterioridad, se hizo la presentación de un libro interesantísimo, “Historia de la cirugía taurina en México. De los siglos virreinales a nuestros días”elaborado por el propio Coello Ugalde y el cirujano Raúl Aragón López y que se ha editado con el apoyo de Fomento Cultural Tauromaquia Hispanoamericana.
Estas instituciones mexicanas desarrollan una meritoria labor de divulgación y apoyo a la cultura taurina. Y así, la Fundación que preside Juan de Dios Barbosa se centra en difundir y exaltar la cultura taurina de México; Fomento Cultural Tauromaquia Hispanoamericana, por su parte, se centra paralelamente en fortalecer la imagen de la cultura taurina para favorecer la defensa de la fiesta brava.
La conferencia
La conferencia de José F. Coello Ugalde se centró en el proceso de origen, desarrollo y consolidación la crianza del toro en México encontró espacios para articular diversas unidades de producción agrícola y ganadera, a lo largo de los siglos virreinales, así como del XIX y XX, hasta llegar a nuestros días. Se trata de un avance de las investigaciones históricas en las que viene trabajando Coello Ugalde y que revisten una particular importancia. Por ello, en el adjunto archivo en formato PDF el lector puede consultar el texto integro de esta conferencia.
Antes de la ya conocida noticia, y proporcionada por Hernán Cortés, en la cual refiere que el 24 de junio de 1526 “se corrieron ciertos toros”. Y es que en ese “antes”, sucedieron varios capítulos donde también se desarrollaron fiestas (una en La Española, en agosto de 1511 y la otra en la isla de Cuba, el día de Corpus de 1514), así como por el hecho de que el propio Capitán General, se estableciera, desde 1524 en el valle de Toluca. Para el 16 de septiembre de 1526, en carta enviada a su padre, don Martín Cortés, este quedó enterado de que en dicho sitio –es decir Matlazingo-, “(es) donde tengo mis ganados de vacas, ovejas y cerdos…”
También abordó el conferenciante las diversas formas en que el toro, al paso de casi cinco siglos, ha sido representado, sobre todo de manera plástica como relieves, códices y otros soportes documentales, biombos, en la caricatura, los carteles, relaciones de sucesos, cromolitografías…
No puede dejar de mencionarse el enorme peso que representaron en su momento las “Relaciones de Sucesos”, verdaderas crónicas o reseñas, en verso o prosa, que circularon entre 1582 y hasta 1819, aproximadamente. En investigaciones recientes, Coello Ugalde ha podido ubicar unas 500 referencias, recuperadas una buena mayoría en portadas o contenidos facsimilares que permitirán, luego de su exhaustiva revisión, un nuevo acercamiento interpretativo sobre el desarrollo –en caso muy especial-, de las fiestas taurinas en diversas partes del territorio virreinal, así como en los primeros años en que México aparecía ante el mundo como un nuevo estado-nación.
A dichas propuesta, se agregan otras tantas escenificaciones del toreo rural, o el quehacer entre otros hacedores, como José Guadalupe Posada para luego compartir un rico despliegue de imágenes en las que se podrá apreciar la presencia del toro en el campo. No faltaron algunos cuadros en donde quedan de manifiesto, por ejemplo el caso de un acontecimiento ocurrido durante los primeros años del virreinato. Se refirió aquí el autor al que se consideró en su momento como “el siglo de la depresión”, así calificado por el demógrafo norteamericano Woodrow W. Borah (poco después de la segunda mitad del siglo XVI y hasta poco antes de la primera del XVII); síntoma en el que, debido a las diversas epidemias que asolaron estas tierras, hubo un notorio decremento de presencia humana, ante el desmesurado incremento de cabezas de ganado.
Otros registros expuestos en la disertación fueron los de una relación de haciendas ganaderas que dotaron de toros a diversas fiestas durante los siglos XVIII y XIX, así como un cuadro que elaboró en su momento el recién desaparecido Heriberto Lanfranchi, el cual es una mirada puntual sobre qué pasó en ese andar de varios siglos, con otras tantas haciendas ganaderas y los muchos comportamientos, como el ocurrido con Guanamé en el curso de 1808. Sucede que en ese año, su propietario el Conde de Pérez Gálvez, recibió 10 toros españoles procedentes del entonces Duque de Osuna y Veragua, destinados a las corridas organizadas en la capital del virreinato, para celebrar la jura del Rey Fernando VII. Lamentablemente, sucedió que los dichos toros llegaron tres meses después de los festejos y ya no fueron lidiados, dejándolos en los potreros que circundaba en aquella época la ciudad de México.
Más tarde, esa decena fue ubicada en la hacienda de Chichimequillas (en el actual estado de Querétaro), para luego trasladarlos a otra propiedad del Conde: esto en la parte norte del estado de San Luis Potosí, donde poseía gran cantidad de ganado vacuno. Es una pena enterarse que los veragüeños fueron dejados a su suerte. Pero aún así, se entiende que en dichas circunstancias, nacía la casta brava que más tarde fue seleccionada y separada del resto del ganado, con lo que ya más estables las condiciones, pudieron establecerse en la ya indicada hacienda de Guanamé.
Un aspecto que destacó Coello Ugalde fue el momento en que sucede el inicio de la profesionalización de la crianza del toro bravo en México, esto a partir de 1887. Por años, el tipo de ganado que se corría o lidiaba en las plazas, es porque era criollo, con apenas evidencia de un elemental principio de crianza, lo cual tenía más de intuitivo que otra cosa. Seguramente los hacendados –que después se volvieron ganaderos-, pero más aún sus administradores, caballerangos y vaqueros, que convivían permanentemente con el ganado, procuraron poner en práctica diversos métodos para proveer al ganado vacuno, y en particular a los toros y vacas de esta raza, de un sentido que estuviese orientado para ser utilizado en la lidia. Esa domesticación, por tanto, era especial. Y es a lo largo de muchas evidencias que provienen de la literatura, o de las notas periodísticas cómo una u otra hacienda ganadera, buscaban características particulares que se traducían en la evidencia de esa bravura congénita, o de una mansedumbre desastrosa.
Llegado 1887, ese año marca el parteaguas en la modernización y profesionalización de la ganadería. Arribaron a nuestro país un conjunto muy variado de toros y vacas de procedencia española, el cual fue adquirido por distintos hacendados con fines concretos de cruzamiento entre aquellas castas y el ganado criollo que aquí predominaba. Los resultados fueron de distinta índole, pero inconsistentes en su mayoría.
En la opinión de Coello Ugalde, la intervención de distintos ganaderos ubicados en diversas casa fundacionales: los González de Tlaxcala, los Barbabosa en el valle de Toluca, o años más tarde, los Madrazo en Jalisco, fue definitiva en dichos quehaceres en un ya bien definido arranque de siglo XX. También fue notoria la aparición en escena de Antonio Llaguno González, criador zacatecano que corrió con la suerte de adquirir una punta de toros y vacas del Marqués del Saltillo mismos que llevó hasta los potreros de San Mateo, obteniendo resultados de excelente nota, imponiéndose una notable presencia de ganado criollo, contrapeso y fiel de la balanza en lo que se produjo poco antes (es decir 1909) de que se desatara el conflicto revolucionario de 1910.
El libro
El libro “Historia de la cirugía taurina en México. De los siglos virreinales a nuestros días”ha sido elaborado por el historiador Coello Ugalde y el cirujano Raúl Aragón López y editado con el apoyo de Fomento Cultural Tauromaquia Hispanoamericana.
En esta primera edición, que consta de 334 páginas y está cuidadosamente trabajada e ilustrada, se todos incluyen aquellos registros notoriamente documentados, que el Dr. Aragón López comenta y contextualiza, en tanto la parte histórica corre a cargo de José Francisco Coello Ugalde.
Se trata de un estudio sobre un total de 254 referencias clínicas documentadas. La primera referencia que se analiza se refiere al percance sufrido por Hernando de Villanueva en la localidad de Puebla de los Ángeles el 29 de septiembre de 1547; la más reciente es del 21 de mayo de 2018 y la protagoniza Juan Ramón Saldaña, en Naucalpan (Juárez).
Se hace necesario destacar el esfuerzo investigador de los autores, que aportan y compendian una documentación valiosa para el estudio de los orígenes y el progreso de la medicina y la cirugía taurina.
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