PAMPLONA. Segunda de la feria de San Fermín. Lleno. Toros de El Tajo y La Reina (1º y 2º), desiguales de hechura pero con cara, bajos de raza y fuerzas. Diego Urdiales (de berenjena y oro), ovación con y palmas tras un aviso; el de mejor juego, el que abrió la tarde. Jesús Martínez “Morenito de Aranda” (de verde botella y oro), silencio y silencio. Jiménez Fortes (de verde monte y oro), vuelta al ruedo y silencio.
La historia posible de la tarde se quedó en los campos de Talavera. Así como a la mañana protagonizó un magnífico encierro, unas horas más tarde cambió el panorama. Sin ofrecer mayores dificultades, incluso con momentos de nobleza, la falta de raza y de fondo hicieron inviable el lucimiento de los espadas en los niveles que hoy se exigen. Se hace imposible crear emoción cuando no se puede le puede bajar la mano a los toros y cuando hay que ir midiendo sus capacidades de sostener las embestidas. Aunque demasiado desigual en sus hechuras, los más terciados se tapaban con las arboladuras de sus cabezas.
Pero de haber sido más enrazados, podrían haber protagonizado una tarde mucho más interesante, como quedó en evidencia en los pocos momentos en los que la terna pudo embraguetarse con los astados. Por eso estamos ante una tarde inconclusa: los componentes necesarios para contar una historia con sustancia, se quedaron en la dehesa. Y es una pena porque el cartel tenía interés, al menos para el aficionado.
En efecto, interés tuvieron muchos momentos de la actuación de Diego Urdiales y su depurado toreo. Cuando después de una primera serie se acopló con el abría la tarde tuvo momentos de auténtica categoría, toreando con esa naturalidad que tanto beneficia al toreo. Con el muy soso que hizo 4º, volvió a poner de manifiesto la calidad de su concepción de este arte, pero que no era posible que tuvieran eco en los tendidos. Una faena para saborear, pero con el regusto amargo de lo que podría haber sido y no fue, si el toro talaverano hubiera tenido fondo y acometividad.
Poco podía esperar Morenito de Aranda su primer enemigo, de profesión sus claudicaciones, con una falta de fuerzas que luego derivaron en simples movimientos defensivos. Se mostró muy suficiente con el desrazado quinto, buscando las arrancadas a base de cruzarse siempre al pitón contrario. Pero ni por esas. La emoción no podía aparecer.
Jiménez Fortes, sin recuerdo alguno del cornalón de Madrid, sigue en su línea ascendente. Dio la única vuelta al ruedo de la tarde tras una faena bien estructurada al 3º, en la que sobresalieron la templanza y la largura de los muletazos, pero que emborronó a la hoa de utilizar los aceros. Con todo un detalle muy torero y apreciable: la suavidad que ahora imprime a su muleta a la hora de los toques. Frente al desagradecido toro que cerró la tarde estuvo tesonero, pero sin opción al lucimiento.
El encierro: rápido y limpio
Con la manada siempre reunida a una buena y estable macha –la carrera duró tan sólo 2 minutos y 12 segundos—los toros de José Miguel Arroyo “Joselito” han protagonizada una carrera limpia, sin apenas incidencias de principio a fin. Un encierro en el que los toros no se desviaron nunca de su trayectoria, ni menos barrieron a los costados.
De hecho, en esta ocasión no se produjo ningún herido de consideración. Según las asistencias sanitarias, tan sólo se han registrado un herido con dos pequeños puntazos, de los que fue atendido en la Enfermería de la plaza y dos traumatismos.
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