La crónica de Fernnado Carrasco, que no tiene desperdicio, cuenta lo siguiente:
Un despropósito para cerrar la temporada de verano de El Puerto de Santa María. Con un cartel mermado por la ausencia de Morante (sustituido por Sebastián Castella), la jornada de ayer resultó estrambótica. Hasta 18 toros reconocidos. Un desaguisado. Tanto que hasta poco antes de las seis de la tarde, una hora antes del comienzo del festejo, todavía estaban en la plaza las cuadrillas intentando que aquello se resolviese.
Para colmo, se cae del cartel Alejandro Talavante. Oficialmente mandó un parte diciendo que tenía un cólico nefrítico. Si es así, nos imaginamos que no podrá torear este lunes en Bilbao. Oficiosamente, que se cabreó por qué la señora presidenta, después de aprobar cinco de Cuvillo y uno de La Palmosilla, cambió uno de los primeros, dejándolo como sobrero. Ya escribo, de opereta todo lo que ocurrió.
Y luego la señora presidenta, doña Olga Pérez, no pudo presidir al sustituir a Talavante Pérez Mota e ir en su cuadrilla el marido de la usía. Esto lo cuenta García Berlanga en una película y nos echamos las manos a la cabeza.
Dos pelaos…
El fondo de todo, desgraciadamente, es que la Fiesta –ya lo dije en Colombinas- no se la van a cargar los antitaurinos ni los enemigos que tiene, sino esos taurinos de tres al cuarto que, siempre con el compadreo por bandera, van a lo suyo sin darse cuenta del mal, del tremendo mal que le hacen a los Toros. Así nos va. Luego nos quejaremos de que la gente no va a la plaza. Que sigan, que sigan así esos taurinos. A este ritmo, a la Fiesta le quedan dos pelaos…
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