Para ubicar el toreo en su contexto cultural más propio y adecuado, Álvaro R. del Moral en un acertado artículo publicado en “El Correo de Andalucía” toma un camino muy oportuno para entender en toda su dimensión ese “intenso cruce de caminos de artes, artesanías, tradiciones y valores humanos, sociales, naturales, artísticos e históricos, que va mucho más allá de ese cuento de María Sarmiento que ya tiene mareados a los recurrentes Goya, Lorca y Picasso”.
Ese otro camino, del que por cierto ya se acordó la vigente Ley sobre la Tauromaquia y sin el que no podría concebirse la propia Tauromaquia, no es otro que el toro de lidia. Y a este respecto, Álvaro R. del Moral escribe:
“La grandeza de la auténtica cultura del toro hay que buscarla en su génesis: el maravilloso mundo humano y animal que rodea a la cría del ganado de lidia nos sirve de punto de partida para subir a las ramas de este árbol frondoso que cubría la vieja piel de toro.
El toro, siempre el toro, sirve de nexo entre el campo remoto y el ágora urbana construyendo una compleja cultura de tradiciones, usos, costumbres, hombres y afectos que algunos quieren borrar de un plumazo.
Este mundillo goza de su propia mitología, tan desaprovechada, siempre por reivindicar. Cuesta poco trabajo imaginar la trascendencia que habría alcanzado este mundillo si perteneciera al ámbito anglosajón.
El caso es que la ecología mal entendida y el acoso antitaurino quieren desdibujar la definitiva trascendencia de este peculiar planeta que ha marcado la historia íntima de un país que ahora se quiere enredar en otras coletas inciertas mientras la industria taurina camina sobre peligrosos pies de barro que podrían desmoronarla”.
Y a partir de este punto de vista, amplia y completa con auténtico acierto las palabras escritas en estas mismas páginas, cuando afirmábamos que “el fuerte entramado de hechos culturales es la verdadera realidad callada del Toreo”. Y es que, sin duda, se debe ir mucho más allá, porque como escribe el cronista sevillano: “El toro se convierte en el gran cruce de caminos de actividades muy diversas; alumbra tipos humanos irrepetibles y es una escuela de valores, verdadera ecología y cultura del esfuerzo”.
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“Paisajes con Toros Bravos”, óleo de Walter Zuluaga (reproducido de http://www.paisajesybodegones.com)
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►El ganadero también es artista
“Si hay un acto de simbiosis entre hombre y naturaleza y en el que se expresa, con técnica, paciencia y sabiduría la mano del hombre es en el toro bravo que salta al ruedo. Sin el ganadero, sin su saber hacer, sin los criterios y secretos de selección que rigen sus tientas, el toro sería un animal muy diferente”. Así escribe Pedro López Becerra, presidente de Plazas de Toros y Tesorero de ANPTE, en su artículo “El ganadero también artista”, en el que viene a reivindicar el valor como hecho cultural de la crianza del ganado bravo. El texto íntegro de este artículo es el siguiente:
Existen muchas manifestaciones artísticas en una corrida de toros: la faena del Maestro en el albero, la sastrería taurina, las composiciones musicales, etc. Pero si hay un acto de simbiosis entre hombre y naturaleza y en el que se expresa, con técnica, paciencia y sabiduría la mano del hombre es en el toro bravo que salta al ruedo. Sin el ganadero, sin su saber hacer, sin los criterios y secretos de selección que rigen sus tientas, el toro sería un animal muy diferente. De hecho, gracias en gran medida al ganadero podemos disfrutar de una rica variedad de encastes con sus diferentes morfologías, comportamientos, etc.
Convendría tenerlo en cuenta porque, además, la Ley 18/2013 para la regulación de la Tauromaquia como patrimonio cultural, abre la puerta a desarrollar dicha consideración al expresar claramente en su artículo primero que la crianza y selección del toro de lidia se encuentra dentro del conjunto de conocimientos y actividades artísticas, creativas y productivas que engloba el concepto de tauromaquia.
Evidentemente, de momento es sólo una puerta abierta. Haría falta una investigación y debate más profundo, con un análisis pormenorizado de variables para determinar las posibles repercusiones jurídicas de todo ello y a todos los niveles, incluido el protocolo de aceptación y rechazo de las reses previo a la corrida.
Y es que la consideración de la tauromaquia como producto cultural añade en el tablero de los intereses en liza una serie de principios y valores que necesariamente han de tenerse en cuenta a la hora de las decisiones; consideración o no el toro de lidia como manifestación final de ese conocimiento, arte o cultura; reconocimiento en mayor o menor medida del derecho moral del ganadero a decidir en qué forma ha de ser tratada su obra; el derecho del lidiador a seleccionar la materia prima con la que se pretende crear su obra durante la lidia; el derecho del público a tener conocimiento previo de la “cultura y/o arte” que va a presenciar; la salud pública al deber pasar el animal una vez muerto al consumo humano, etc.
Corresponde a la ley y sus reglamentos identificar todos estos principios y valores. Y algo aún más complejo: Debe la normativa taurina regular con precisión los principios por los que la administración y sus representantes pueden intervenir, aceptar y/o rechazar, esta obra de arte que es el toro de lidia.
En cualquier caso, el debate abierto, que recalco admite muchas variables y posiciones, nos llevaría al menos a dos consideraciones: En primer lugar a otorgar un mayor protagonismo del que actualmente se da al ganadero y, asimismo, a exigir de la administración y sus representantes que motiven, que expliquen o justifiquen bien la decisión de cualquier acto, sobre todo si es de rechazo, que pueda afectar al difícil equilibrio de intereses en juego.
Difícil papel pero también un interesante reto para contemplar y, sobre todo actualizar, en las normativas taurinas.
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