MADRID. Corrida de la Prensa. Primer lleno de “No hay billetes”, precisamente en un festejo fuera del abono. Cuatro toros de Puerto de San Lorenzo –2º, 3º, 4º y 6º–, un sobrero 1º bis de Buenavista, y otro como 5º tris del Conde de Mayalde. Sebastián Castella (de malva y oro), ovación tras dos avisos y palmas. Alejandro Talavante (de marino y oro), silencio y una oreja. Javier Jiménez (de rioja y oro), silencio y herido.
PARTE FACULTATIVO: Tras ser corneado por el 6º de la tarde, Javier Jiménez fue asistido en la Enfermería de la plaza, donde se facilitó el siguiente parte facultativo: “Herida por asta de toro en tercio superior cara interna de muslo derecho, con dos trayectorias, una hacia arriba de 20 cm que produce destrozos en músculos aductores y alcanza pubis, y otra hacia abajo de 15 cm que produce destrozos en músculos vasto interno y aductor. Es intervenido quirúrgicamente en la enfermería de la plaza de toros. Pasa al Hospital San Francisco de Asís con cargo a la Fraternidad. Pronóstico: grave. Firmado: Dr. García Padrós”.
NCIDENCIAS: Tarde con fuertes rachas de viento, que entorpeció el desenvolvimiento de los toreros. El festejo se prolongó por dos horas y 45 minutos.
La tarde no iba precisamente encarrilada, cuando el 5º de los del Puerto volvió por donde había salido; menos aún cuando el 5º bis –con el hierro de Torrealta– también tuvo que pasar por la jurisdicción de Florito. A mayor abundamiento, ya el 1º de la tarde había sido protagonista del pañuelo verde. Tan sólo con esta descripción ya es suficiente para estar al borde del descorazonamiento.
La corrida titular de Puerto de San Lorenzo, dispar de presentación, quedó muy lejos de lo que un aficionado espera. El mayor reproche que se le puede hacer es que fueron dos sobreros de otros tantos hierros los que mayor juego dieron. Ni por estampa era una corrida para Madrid, ni por juego permitía grandes obras. Incluso alguno que mejor juego dio, como el que hizo 4º, eran eso que taurinamente se denomina “palurdo”, esto es: con muy poca clase en sus embestidas. De los sobreros, más opciones ofreció el del Conde de Mayalde, lidiado en su segundo turno por Talavante, en tanto al de Buenavista –1º bis– con un poco más clase le dio por aburrirse mediada la faena.
En las circunstancias que discurría la lidia cuando andábamos por el quinto acto, todo eran dificultades para contar algo original en una crónica. En casos así, y tratándose de la Corrida de la Prensa, el pensamiento se iba aquellas crónicas tan originales del maestro Díaz Cañabate, cuando acudía a los relatos costumbristas, de deliciosa lectura.
Pero en seguida hubo que abandonar tal pensamiento, con las esperanzas que ofrecía el 5º tris, con el hierro del Conde de Mayalde, “Buzonero” por nombre, serio y con la cara abierta y ofensiva, pero también con una buena dosis de nobleza ante los engaños, aunque en el caballo su pelea fuera irregular. Tenia la objeción de ser algo soso; la sal necesaria para levantar la tarde la puso Alejandro Talavante. Una faena a la vez muy medida y vibrante, con mucha verdad en el manejo de las tela, mirando siempre hacia un paso más allá. Como pocas tardes ya había verdadera emoción, tanta que puso a los tendidos en pie. El mejor Talavante en estado puro. Entrando por derecho, dejó la espada arriba, muy ligeramente caída. Hubo plena unanimidad para que se le concediera una oreja, la primera de verdadero peso de las cortadas en lo que va de feria. Más: a no pocos nos causó extrañeza que no se pidiera un segundo trofeo. Cosas de Madrid, dirán algunos.
Poco cabía esperar de su primero, siempre con la cara a media altura, que no ofrecía mayores dificultades, pero tampoco aportó la dosis necesaria de emoción. Con poca eficacia con los aceros, Talavante se demoró a la hora de matar.
Si Talavante protagonizó con el 5º tris el momento cumbre, el momento duro de la cornada llegó mediada la faena del 6º de la tarde, cuando “Billetito” –del hierro titular– prendió en un derrote seco en la parte alta del muslo derecho a Javier Jiménez, que con gran gallardía trataba de pasarlo de muleta. Afortunadamente el pitón no causó daños en los vasos sanguíneos, aunque sí importantes destrozos musculares.
Más astifino y ofensivo el portuense, en el primer turno a Javier Jiménez hubo de hacer frente a la blandura, que impedía que se le toreara por abajo. El del Puerto viró a malo y anuló las pocas posibilidades que había. El de Espartinas estuvo, eso sí, valiente y decidido, matándole con decisión de una gran estocada. Con el toro que cerró la tarde, deslucido en su juego, trató de buscarle el sitio para que embistiera, a base de mucha decisión. Con el viento molestando mucho, se atrevió a llevárselo a los medios y allí tratar de torearlo como si fuera bueno. La consecuencia resultó ser la cornada.
Sebastián Castella trajo a Las Ventas su dosis de esa quietud impávida, que se une de modo necesario con su pausado manejo de los engaños. Lo dejó claro, por ejemplo, en las tafalleras con las quitó a su primero. Con la muleta, su primera serie con la derecha, con calidad y muy ligada, con el toro galopando. Le siguió otra al natural, también con el toro muy humillado. Pero cuando inició la cuarta, ya el toro dijo que se estaba aburriendo y quería otros aires, olvidándose que hasta entonces había repetido bien. Para romper ese impasse, el torero acudió a unas apretadas bernardinas. Un entera, algo trasera. Y un descabello. El desmedido metraje hizo que le enviaran dos recados. Y primera contradicción de la tarde: hubo una ligera petición, pero cuando arrastraron al toro no sonó ni una palma para el torero.
El 4º dio para una historia breve: el del Puerto decía muy poco y no ocultaba su querencia hacia los chiqueros. Con su buen oficio lo lidió Castella, con momentos de mejor tono, junto a otras más grises.
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