En el operativo taurino ya está previsto que un torero puede “caerse” de un cartel por causa de fuerza mayor, que se concreta en un parte médico. Lo que no está previsto es cuando esa ausencia de un cartel y de un abono se realiza por voluntad del torero, sin que medie más causa que su propia decisión. En las últimas semanas se han dado dos casos relevantes. José María Manzanares no viene compareciendo en las corridas que tiene contratadas, a causa de una seria intervención quirúrgica, que además exige una rehabilitación complicada. En el polo opuesto está Morante, que se dio de baja porque sí.
En la vida civil y mercantil incumplir “porque sí” un contrato conlleva una serie de consecuencias, a primera de las cuáles es una forma de penalización para el incumplidor. Esta figura nunca se aplicó en el mundo del toro, por más que estas ausencias tuvieran un impacto en los ingresos. Este es uno de los usos ancestrales que marcan la realidad de la empresa taurina, establecida sobre la base de que un apretón de mano tiene la fuerza de un contrato.
Probablemente es uno de los ejemplos más evidentes de la falta de realismo empresarial que caracteriza al mundo de los toros. Pero hay otros, por ejemplo ese que lleva a que la liquidación de los honorarios de un contrato no se abonen incluso hasta un año después.
Y más: aún sigue vigente que en una mayoría de contratos se acuda a “honorarios a convenir”, cuando es un genérico que cuenta con jurisprudencia en su contra. Parece como si el dinero de los toreros estuvieran permanentemente afectados por el secreto fiscal.
Incluso cuando tienen relaciones económicas con las Administraciones Públicas, resultan una excepción las empresas que auditan sus cuentas y las hacen públicas, como cualquier otra.
Estas y otras formulas de opacidad, tan impropias de la sociedad del siglo XXI, hacen más daño de lo que los propios empresarios pudieran calcular. Les resta credibilidad e impiden que el negocio taurino se normalice como toda actividad económica. Pero, además, alientan a que en este sector se cometan infracciones que en cualquier otra actividad serían graves, por ejemplo abonando en la práctica unos honorarios que queden por debajo de los mínimos legales.
Desde aspectos tan concretos hasta la gestión financiera, el sector taurino tiene mucho que cambiar en su gestión empresarial. Sin embargo, solo desde una economía saneada, que se atenga a las condiciones de toda actividad de negocio, se puede trabajar seriamente por el futuro.
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