La final, a tenor de todo el ciclo: un desierto

por | 29 Jul 2012 | Temporada 2012

MADRID. Algo menos de dos tercios de entrada. Final del ciclo de promoción. Novillos de Domingo Hernández  y Garcigrande, completados con un sobrero de Yerbabuena (1º), correctos de presentación, pero de escasa calidad, excepto el 2º; el de Yerbabuena, manejable aunque con escaso poder. Juan Leal (de champan y oro), silencio y silencio tras aviso. Juan Ortega (de grosella y oro), silencio tras aviso y silencio tras aviso. Juan Viriato (de rioja y oro),  silencio tras aviso y silencio tras aviso.

Lo que nace mal concebido, lo más normal es que discurra peor. Eso es lo que ha pasado con este ciclo de pretendida promoción de nuevos novilleros. Y ha ocurrido así hasta en su último acto. Por eso nada más lógico que al final el premio al triunfador quedara desierto. Dar cinco novilladas, treinta posibilidades de triunfo, y que no se haya dado ni una vuelta al ruedo no quiere decir, principalmente, que la novillería ande mal; lo que significa es que para organizarlo peor habría que convocar un concurso de ideas.

Por fallar, ni la novillada, de esas que los taurinos denominan “de garantía”, que se anunciaba para la gran final, ha sido garantía ninguna de éxito. De los novillos originarios hubo dos que tenían clase: el primero tan no se tenía de pie, que tuvo que volver a los corrales; el otro, que fue el 2º, tuvo alguna opción más. El otro que medio tuvo opciones fue el ya citado sobrero.

Justificado está, en consecuencia, que este festejo final tuviera poca historia, prácticamente ninguna. Detalles toreros de Juan Leal y de Juan Ortega, y valor en Juan Viriato frente a un lote imposible.

Si de todo lo visto en esta supuesta promoción hubiera que quedarse con algo, probablemente lo más torero, lo que tuvo más sabor, corrió a cargo de Juan Ortega. Como se ha comprobado en este ciclo, los novilleros de las escuelas acusan un inconveniente importante: se saben bien la lección, pero la recitan de forma demasiado mecánica. Y así no se siente el toreo. De hecho hubo en estos cinco domingos abundantes ejemplos. El cordobés Ortega al menos pone ese puntito de sentimiento  que no han tenido los demás. Tiene mucho que progresar con la espada, porque le cierra todas las puertas. Pero tiene un algo diferente al resto, que al menos nos deja en la duda y con la curiosidad de ver como evoluciona.

Y en el lado contrario, es muy de lamentar que tan prematuramente hayan estrellado a Juan Leal en dos domingos consecutivos. Un novillero que apunta bien, nunca vino a Madrid en estas condiciones. Sólo se entiende por la ausencia de festejos que se produce en esta temporada; si no es por eso, resultaría un sinsentido de administración.

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Taurología

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