Respetando la literalidad de su ortografía y su sintaxis, como corresponde a toda edición facsímil, el Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid ha reeditado un breve manuscrito, que data de comienzos del siglo XIX, de José de la Tixera. Se trata de “La Fiesta de Toros”, en el que se encuentran muchos antecedentes de las antiguas “Tauromaquias”. Todo un acierto, porque se trata de una auténtica joya bibliográfica, que resulta casi imposible de encontrar hoy en el mercado.
Desde luego, es una una magnífica "primera piedra" de la Biblioteca Cossío, que el Centro promueve y que puede convertirse en un punto de referencia para estudiosos.
Como se sabe, José de la Tixera estuvo muy ligado a la figura histórica de Pepe-Hillo, cuya trágica muerte documentó y a quien se atribuye la materialidad de lo que se conoce como la Tauromaquia del propio José Delgado, aunque es una autoría que algunos historiadores discuten. “La Fiesta de Toros” debió ser escrita, según los estudiosos, hacia 1802, aunque su primera edición impresa no apareció hasta 1894. Pero esos mismos estudiosos le reconocen al autor una particular autoridad taurina entre profesionales y taurinos.
En “La Fiesta de toros” de la Tixera aborda cuatro cuestiones, que denomina “proposiciones”, que ya en su primera página define como “respuestas que sobre distintos particulares relativos a las fiestas de toros y otros puntos concernientes a ellas, se han pedido por varios Caballeros aficionados”.
La primera de ellas la define literalmente así: “¿De qué medios convendría valerse, para perfeccionar el Arte de torear; y por qué esta diversión se ha de preferir a las demás nacionales, quando ningun género de utilidad conocida produce á la causa común?”. En la segunda nos habla de quienes fueron “los mas excelentes prácticos aficionados, y Toreros de profesión que ha habido”. La tercera será quizá una de las más curiosas: “¿Por qué a los Picadores antiguos mataban los toros menos Caballos, que á los modernos…..”. La última, en fin, sigue siendo de plena actualidad: “¿De qué proviene, que no son tan bravos, revueltos y duros para el hierro como los toros de nuestra Península, los Méxicanos, Limeños, de Buenos Ayres y otras provincias de América; y qué géneros de suertes son las decantadas, que usan con ellos los Yndios, y demás criollos en sus celebradas funciones?”.
A lo largo de todo el texto se advierte una particular visión del autor para enfocar temas muy diversos, e incluso aparentemente colaterales, que hasta entonces no se habían planteado tan abiertamente. Y así, por ejemplo, es el caso de lo que bien podríamos denominar el antecedente primero de algo tan usual en nuestros días como es el carretón para los entrenamientos de los toreros, que el autor define como “el toro máquinal”.
A este respecto, escribe de la Tixera: “Es innegable, que en obsequio de la humanidad, y de la Nación, sería muy útil y conducente, que para adelantar el Arte de torear hasta el casi ilimitado punto de perfección que es susceptible, se establecieran unas asambleas y juntas privadas de los más hábiles y experimentados Aficionados, y Toreros, en las qué (sin la artificiosa obscuridad que muchos acostumbran), y después pasaran á comprobarlo con un toro maquinál, que al efecto puede construirse, y ser por varias razones más apropósito para las pruebas, que si fuera verdadero”.
De la Tixera añade más adelante: “El mencionado toro maquinál, además de que sería utilísimo para las resoluciones insinuadas, nó lo sería menos para, para adquirir en las suertes de á pié, y de á caballo (y aun para la enseñanza de ésta) un fino y práctico manejo; pues al efecto se le pondrian en las manos y pies quatro ruedas en términos que volviera, y girase para todas partes con la mayor facilidad, movido por un hombre, según y como lo exígiera el caso, para la decisión práctica de quantos pudieran presentarse, en la forma que yá lo hayan visto muchos curiosos, é inteligentes, con un toro de tamaño natural, e idéntico al propuesto, que hice construir”.
Gracias a este “toro máquinal” los que con él “se ensayasen” y “auxiliados de la voz viva de un buen teórico y verdadero inteligente”, lograrían “aprender sin contingencia, y con perfección el Arte de torear en una corta parte del dilatado tiempo, que por lo general emplean en su adquisición, á costa de innumerables caídas, riesgos, porrazos, y cornadas; y por último la propia destreza adquirida por dicho medio le aumentaría el natural valor, para presentarse con el debido á los toros verdaderos”.
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