BILBAO. Novillada preliminar de las Corridas Generales. Un tercio del aforo cubierto. Seis novillos –el 3º como sobrero– de José Cruz, bien presentados, manejables, pero bajos de raza. Alejandro Marco (de verde manzana y oro), ovación y ovación. Pablo Aguado (de grosella y oro), silencio y ovación tras un aviso. Luis David Adame (de grana y oro), ovación y silencio tras aviso.
Entre los aficionados locales había mucho ambiente por la novillada de la ganadería que creara su paisano José Cruz. Sus herederos trajeron para tarde tan comprometida un lote guapo de hechuras, con cuajo; luego su juego no respondió a tanta expectación. Sin malas intenciones, incluso con un punto de nobleza, abundaron los que buscaban salirse sueltos de los engaños, humillando lo justo, con las fuerzas mermadas y rajándose mediada la faena. Las posibilidades de triunfo para el ganadero y para los espadas venían, pues, muy condicionadas.
Si a ello sumamos lo mal que se lidiaron la mayoría de los novillos, con multitud de capotazos inútiles e innecesarios –destemplados, además–, el resultado natural no pudo ser otra que una tarde en muchos momentos tediosa, que no tuvo nada que ver con las novilladas feriadas de los dos últimos años, cuando arrasaron José Garrido y Roca Rey abriendo la puerta grande.
Lo más enjundioso vino de la mano de Pablo Aguado con el 5º, con más fortaleza que sus hermanos y que acabó siguiendo los engaños con vibración, después de las informalidades demostradas en los primeros tercios. El novillero sevillano lo recibió con cuatro faroles de rodilla y una serie de chicuelinas muy apretadas, que levantaron la ovación de la tarde. Firme y templado. con la muleta lo pasó por ambas manos, buscando siempre alargar las embestidas. Un toreo con prestancia que interesó; pero después de dejar toda la espada arriba entregándose en la suerte, el descabello luego una mala pasada: necesitó de 6 intentos. Pese a todo, el público le sacó a saludar al tercio.
Pleno de sosería y muy amarrado al piso, su primero le ofreció pocas opciones. Pese a que el animal tenía calidad cuando acometía, carecía de los elementos necesarios para que el toreo emocionara. Por eso Aguado tan sólo pudo dejar constancia de la elegancia con la que maneja los engaños.
Abría la terna Alejandro Marco. Cuenta con buen concepto y busca siempre hacer las cosas de verdad. Pero al que rompió plaza no le acompañaban la raza y la fuerza, por lo que el salmantino tan sólo pudo esbozar con buen gusto su forma de entender el toreo. Con todo, pudo haberle cortado una oreja si la espada no se le hubiera ido a los sótanos. El 4º se vino pronto a menos y el torero no pudo remontar mayores vuelos.
Que Luis David Adame anda sobrado oficio es ya sabido. Incluso en demasía, porque en ocasiones corre el riesgo de confundir soltura con ratonería a la hora de buscarle las vueltas a sus enemigos. A su modo, supo entender al sobrero que lidió como 3º y a base de mucha técnica dejó momentos importantes, sobre todo sobre la mano izquierda. La faena, que fue a más, tuvo luego el borrón del mal uso de la espada. En el mansote que cerró la tarde, volvió a mostrarse insistente, pero el animal nunca rompió hacia adelante; de nuevo aquí, premioso con los aceros de muerte.
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