“¡Que tarde mas madrileña!
Así describía el cronista de ABC el ambiente en la Plaza de Madrid el 23 de mayo de 1918, cuando Vicente Pastor iba a decir su adiós a los ruedos, en la una corrida a beneficio del Montepío de Toreros, en la que se iban a lidiar de cuatro toros del Duque de Veragua y tres del dique de Tovar –que fueron todos ellos “terciados y jóvenes”–; Pastor mataría el primero de la tarde, en tanto los seis restantes correrían a cargo de Cocherito de Bilbao, Julián Sáinz “Saleri II” y Ricardo Anlló “Nacional”.
“La plaza estuvo llena, a pesar de la atmosfera hecha en contra por algunos “buenos aficionados”, a pesar de no torear los ases y a pesar… de los pesares. Poco antes de hacerse el despejo, apareció en el palco D. Alfonso y el público le aplaudió”, puntualizaba “Niscuito”, el cronista de “El País”, quien anotaba además que a Vicente Pastor la afición una ovación que “duró cinco minutos largos”
Desde luego era día de mucho ambiente popular, como describía el cronista de “El Liberal”:
“Ayer tarde, al volver a su casa de torear en la corrida a beneficio del Montepío de torero, se cortó la coleta Vicente Pastor. La afición del barrio de Embajadores esta da luto. Y a no se asomarán al balcón o la puerta de su casa o de sus tiendas las vecinas de Vicente, que le veían, con un leve dejo de inquietud marchar camino de la Plaza.
En realidad, como defendía en “ABC” Gregorio Corrochano, El Chico de la Blusa se había retirado mucho antes, tras cumplir sendos compromisos en Santander y Bilbao, cuando se vio sin las facultades necesarias para poder con los toros. “Ayer salió –matizaba este diario– para hacer el regalo de su valentía a los aficionados madrileños; para guardar en su corazón, como una reliquia, aquellos aplausos entusiastas que le tributaron; para irse dignamente, como había vivido la profesión, y ofrendar de paso a sus compañeros desvalidos un puñado de pesetas”.
“Yo pude haberme despedido –le contó luego Pastor al cronista de “Heraldo de Madrid”– en unas cuantas plazas y antes de despedirme pude torear este año muchas corridas de toros. Ni lo uno ni lo otro. Hubiera engañado a los públicos por les hubiera presentado a otro que no era absolutamente yo, y no he sido nunca partidario de la mentira. Sí entré en el toreo y así salgo de él, y así me moriré”.
De hecho, Vicente Pastor se ofreció a encabezar el cartel de la corrida del Montepío –que en aquellos años presidía–, añadiendo así algún aliciente que atrajera más público, como realmente ocurrió, aunque para ello se tuviera que conformar un cartel atípico: un toro para Pastor y los seis anunciados para la terna prevista.
Su relación con Alfonso XIII
Como es conocido, al torero del barrio de Embajadores le unía una buena amistad con S. M. Alfonso XIII. De hecho, el monarca no tenía previsto acudir a ese festejo, pero al enterarse de la decisión Vicente Pastor modificó su agenda aquel día de mayo para poder estar en el palco regio cuando su amigo matara el último toro de su vida profesional.
“Brindo por el Rey de España, por el primer madrileño, a quien el más humilde los hijos de Madrid, tiene el honor de brindar el último toro que mata”, le dijo al brindarle. Para corresponderle, el Rey puso dentro de la montera una tarjeta en la que escribió: “Vale por un recuerdo mío. Suba al palco”. Cuenta la historia que ese recuerdo fue la pitillera de plata, pero a condición de que se la devolviera si se le ocurría reaparecer.
A preguntas del Rey, Pastor le fue contando las razones por las que llevaba dos años sin torear en Madrid: “me ofrecí a torear una corrida a beneficio de la Cruz Roja, patrocinada por S.M. la Reina Victoria, y el empresario, que no estaba en buenas relaciones conmigo, se opuso. Juré entonces no torear más aquí mientras tuviera la plaza aquel empresario”.
A lo que la Infanta Isabel –según la versión de “ABC”– repuso: “Cierto. Recuerdo que me escribiste una carta y me decías que tu siempre estabas a disposición de tus Reyes”.
El último toro de Pastor
“El Chico de la Blusa”, o el “Sordao romano” como le llamaban los sevillanos con su punto de sorna, o “el torero del parón” como lo califican otros, eligió un toro de Veragua, “Cabrero”, negro manso y huido, que al decir de los cronistas, como escribió Paco Media Luna “El Toreo” , presentaba un trapío inesperado:
“Podía suponerse, por los anuncios y por lo que se murmuraba y decía, que a Pastor habían de soltarle un becerrete ó poco menos para probar sus facultades; y sucedió todo al revés, pues a Vicente le echaron el único toro de más volumen y cuidado entre los que se lidiaron ayer, y a los demás los soltaron, entre los dos duques, seis monas que ni pintadas para un encargo”.
Acerca de la actuación del torero de Embajadores, Luna añadía: “Nos pareció que nunca había estado tan lleno de facultades, qué alegría; qué manera de hacerse o de pretender hacerse con el mansurrón de mala pata que le tocó en suerte; qué juvenil valentía en todo, ¡vive Dios que no estás para retirarte, Vicente, ni mucho menos, y se lo probaste al público demostrándole á tu pesar, que los que toreaban contigo y todos los que figuran con ellos en los Carteles como de tu clase, no sirven ni para llevarte las zapatillas, porque no basta con ser discreto como Cocherito, ni valiente como Saleri y el Nacional, si no saben para qué sirve una muleta, y con qué objeto debe emplearse con los toros”.
En la reseña de “ABC”, que le dedicó más de una página a dar cuenta de esta corrida, su cronista escribe: “Llegó con la muleta en la izquierda y se metió con mucho arrojo en el terreno que el toro defendía, incierto y gazapeando. En un pase sufrió una colada tremenda. Adelante. Siguió sobre la zurda, temerario como un novillero ansioso de palmas; castigó brutalmente y en la lucha con la fiera dio un pase forzado de pecho, lleno de emoción y de arte. En tercio de toriles arrancó por derecho y medió un pinchazo superior. Más pases, siempre valiente y decidido, y una estocada entera, algo desprendida, yéndose detrás del estoque. Estalló la ovación larga y clamorosa y el entusiasmo no tuvo límites. Vicente, emocionadísimo, dio la vuelta y luego tuvo que saludar varias veces desde el tercio”.
La versión que en “La Correspondencia de España” firma P. Álvarez, no se distanciaba de las anteriores: “Al último toro que ha matado en su carrera artística, le llegó a la cara, como hizo siempre, con la muleta en la zurda —algo de lo poco bueno que se hacia en épocas muy pretéritas—y lo toreó con la innegable valentía de que siempre dio visibles muestras. Un pase de pecho en un momento comprometido fué sencillamente colosal. Y yo recordé entonces la frase de Don Modesto que encabeza estas líneas, frase que dice más que una revista entera de otros”.
La cita que se hace a “Don Modesto”, no era otra que ésta:
“Si se va, ¿por qué se arrima?.
Y si se arrima, ¿por qué se va?
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