Valencia, 12 de marzo de 2011
1ª de Fallas. Reinauguración de la Plaza, una vez remodelada. Lleno de no hay billetes.
Dos toros de Cortés y cuatro de Victoriano del Río, de presencia justa, bajos de raza y fuerza; tan sólo destacó el 3º. Se lidió un sobrero de de Zalduendo, cumplidor, regalo de Vicente Barrera. Enrique Ponce (de marino y oro), ovación y palmas. Vicente Barrera (de rosa y oro), palmas y silencio; en el sobrero, una oreja. Julián López “El Juli” (de verde hoja y oro), una oreja y palmas. Diluvió durante la lidia del sobrero.
Sólo la descortesía de don Victoriano nubló una tarde que se había preparado con mimo y en la que la afición respondió con un lleno. Pero si, de entrada, se trae con una corrida de presentación manifiestamente mejorable y luego tan sólo uno saca ese mínimo de raza y de casta necesario para poder hacer el toreo, la decepción está servida. Y eso fue lo que ocurrió en el coso de la calle Xativa, que, con lo bonito como lo han dejado, merecía mejor suerte.
Si la cosa no fue a peor, hay que anotarlo en la cuenta de El Juli, que si acabó el año pasado intratable, ha comenzado el nuevo más intratable todavía. Ahí queda la tarjeta de visita que nos dejó en el sexto, un toro para lidiarlo sobre las piernas con las precauciones necesarias para que no le parta a uno los muslos, ante el que Julián se puso una y otra vez, hasta meterlo por donde no quería ir. Una faena no lucida, según los usos modernos, pero una faena de hombre recio, dispuesto a imponer su poderío en cualquier ocasión.
Como en compensación, a El Juli le correspondió el único toro con raza. Y lo aprovechó, naturalmente. Si no hubiera sido por el pinchazo previo y porque la espada cayó traserilla, le corta las dos orejas. No habría sido yo uno de los hipotéticos objetores, la verdad. Algún día habrá que hablar de ese poderío que saca a relucir este torero, porque ya es más que esa simpleza de decir que “tiene mucho sitio” con los toros.
Punto y aparte. Porque hay que añadir que el torero de Velilla sacó en el único toro potable una variedad en su toreo que llamó la atención. Esa especie de chicuelina en la que el torero carga la suerte, tiene una estética muy especial. Y el arabesco trasteo con el que comenzó su faena, era una delicia de ver.
A Enrique Ponce parece como si la suerte se le haya vuelto esquiva en su plaza de Valencia. Si el año pasado le aguó la celebración de su 20 aniversario de alternativa, este no empieza mejor. En ninguno de sus dos toros pudo pasar de echar mano de la técnica para la lidia, pero con la carencia, enorme carencia, de emoción y belleza.
En el año en el que anuncia su despedida, Vicente Barrera sólo pudo lucirse algo con el sobrero, al que toreó dentro de su estilo peculiar. Con los de lidia ordinaria poco pudo hacer, tan poco que a su segundo no lo pudo ni matar: el toro se echó y, tras intentos baldíos, hubo que apuntillarlo.
Otrosí:
Empezó la cosa Juan Mora en la madrileña Vista Alegre y le ha seguido esta tarde Vicente Barrera en Valencia. Para que esta moda no se convierta en plaga, conviene poner un poquito de orden en ese nuevo uso de regalar sobreros, según costumbre americana. Aprovechando un vacío reglamentario, la presidencia tiene una amplia manga ancha para decir que si o ordenar que no. Precisamente por eso, deberían ser los presidentes los que unificaran criterio al respecto para que esto no se acabe convirtiendo en un cierto desmadre. Si fuera por mí, el criterio debería ser no. Uno va a la plaza a ver lidiar “6 toros 6” y cuando ve alguno de más es porque el titular ha sido devuelto a los corrales. Y si hubo suerte, me alegro; pero si no la hubo, lo sentimos mucho y otra tarde será. Pero esto del toro de regalo no debiera dejarse ir a mayores.
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