Sevilla tuvo que ser,
Así comenzaba el célebre canción de Carmelo Larrea. ¿Se repetirá ahora esta historia de amor entre el mundo del toro en su reunión de Sevilla prevista para este viernes? ¿Volverá a darse ese “Sevilla tuvo que ser…”? Hasta donde se sabe, que tampoco es demasiado, la aceptación inicial no parece apabullante. De los datos dados a conocer, los nombres que mas pesan vienen del campo bravo, mientras que por el momento es desigual lo que ocurre entre los toreros y los empresarios.
Sin embargo, la convocatoria realizada por Carlos Núñez y la Unión de Criadores no es precisamente una ocurrencia, ni mucho menos un simple “eco de sociedad”. Cuando todo el mundo habla de unidad y de acuerdos, sólo los criadores de bravo han dado el paso al frente, aún con el riesgo de que luego la cosa pase sin pena ni gloria, que en el toreo siempre ha sido la peor de las opciones posibles.
Cuando los toreros denuncian que la gran patronal se ha tomado a beneficio de inventario esa importante instancia oficial de la Comisión de Asuntos Taurinos; cuando los empresarios arremeten contra las figuras y sus honorarios, como origen de casi todos los males; cuando unos y otros reconocen que la economía del toro está por debajo de los mínimos vitales…. Cuando todo eso define la situación presente, desaprovechar corporativamente una ocasión para alcanzar, por lo menos, un principio de acuerdo, un punto de arranque desde el que trabajar por la recuperación, supone un lujo que la Tauromaquia hoy no puede permitirse.
Ya es triste constatar en distintos ambientes taurinos que las esperanzas puestas en la cumbre de Sevilla tiene muchas limitaciones. Todavía quedan fechas disponibles para animar la reunión, para animarla con propuestos y análisis que sirvan para dar un paso al frente en la recuperación. Aunque esa en el tiempo de descuento.
Entra dentro de la absoluta normalidad que en Sevilla no ser den acuerdos rotundos y definitivos. Probablemente eso no está ni en la mente de los convocantes. Pero aunque tan sólo se comprobase que es posible que todos los sectores del toreo pueden y quieren trabajar juntos, ya estaríamos ante un importante paso adelante, que hace ya años que se debió dar, para no permitir que las cosas llegaran al punto en el que hoy se encuentran.
El gran riesgo, el riesgo que resulta históricamente repetitivo, radica en que la reunión de Sevilla se convierta en aquello que algunos intelectuales de comienzos del siglo XX contaban de sus reuniones, cuando las definían como comer juntos espárragos de Aranjuez y charlar de ideas generales, que era un modo de expresar que se trataba de una reunión intrascendente.
No está la cosa para “ideas generales” precisamente. La Tauromaquia se ve hoy aquejada de unos síntomas concretos, localizados y graves. Es seguro que todos esos males tienen remedio; el problema es que los médicos y el enfermo tengan la voluntad de curarse. Y aquí es donde radican las dudas.
Fiarlo todo a que cuando el carrusel de los ruedos “aquí no ha pasado nada”, constituye una preocupante forma de ceguera, que aunque se haya hecho crónica no por eso deja de constituir un error. En realidad lo que ocurriría es que ese socorrido “aquí no ha pasado nada” se convertirá en un preocupante “aquí no ha pasado nada…. para cambiar los términos del problema. Pero los problemas seguirán y luego todos asistiremos a nuevos lamentos que a nada conducen.
De hecho, si de la reunión de Sevilla todo lo que sale son reclamaciones a los poderes públicos, con el tema de los arredramientos de las plazas como lugar común, será reconocer que, en efecto, aquí nada ha cambiado.
Es evidente que los arrendamientos suponen una papeleta muy seria. Pero ni es la única, ni es la primera de la fila. Los propios denunciantes de estas situaciones se contradicen: primero se lamentan que si los Ayuntamientos hacen esto o aquello, y luego corren todos a la búsqueda de la adjudicación de la que reniegan.
En algún momento habrá que aceptar que el costo del piso de plaza es tan sólo una partida más entre otras muchas en las cuentas taurina. Cuando, por ejemplo, en una plaza emblemática como Madrid y en la primera feria del mundo la inmensa mayoría de los profesionales han actuado por los mínimos legales –como denunció la Unión de Toreros–, pretender que las cuentas se arreglan con reducir el canon de arrendamiento al mínimo, puede ser a lo mejor cómodo, pero también resulta irreal.
Habrá que racionalizar los dineros que les corresponden a unos y otros. Pero antes de todo eso, lo que los profesionales deberían estudiar es que a los precios actuales de la localidades están condenado a la Fiesta a que abunden en el horizonte numerosísimas “media entrada” como toda respuesta de un aficionado ahogados por los precios. Y eso es anterior, en prioridad y en importancia objetiva, a lo que se haga o se deje de hacer desde las arcas públicas.
De hecho, si verdaderamente “no se coge al toro por los cuernos”, a esta reunión convocada para Sevilla al final se le aplicaría aquella otra triste estrofa de la vieja canción de Carmelo Larrea:
ya todo aquello pasó,
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