Su labor pasa prácticamente desapercibida, salvo para los profesionales de la Fiesta. No se dedican a esto por dinero, ni tampoco por la eso que podríamos denominar como relevancia mediática y profesional, sino movidos por una gran vocación. Hablamos de los médicos que se responsabilizan de las Enfermerías en las plazas de toros, esos que sin hacer el paseíllo, con toda justeza forman lo que con acierto ha denominado Juan Soto Viñolo la “cuarta cuadrilla”.
Históricamente se considera como su iniciador al cirujano manchego Juan Creus y Manso (1828-1897), catedrático de Patología Quirúrgica en las Universidad de Granada y Madrid, que incorporó a esta actividad todos los avances que venían produciéndose en su especialidad. Incluso en la edición que realizó de uno de los libros de cabecera de la historia de la cirugía –la Enciclopedia Internacional de Cirugía, del Dr. Ashurst— incorporó trabajos suyos sobre traumatología y heridas por asta de toro, siendo considerado a partir de entonces el creador de la taurotraumatología, pues nadie hasta entonces se había ocupado, científicamente, de estudiar este tipo de lesiones.
A partir del Dr. Creus y Manso, la cirugía taurina está considerada como una rama de la cirugía traumatológica que se ocupa de las lesiones producidas por el asta de toro. Al contrario que otras ramas, donde su avance se debe a la especulación teórica, su evolución ha venido siempre como consecuencia de graves lesiones producidas en el ruedo, donde el médico quedaba desconcertado al no haber antecedentes de heridas de la misma índole. Pero que, pese a todo, fue capaz de resolver.
Como es sabido, las lesiones que se producen con mayor frecuencia son los desgarros del tejido muscular, la rotura de nervios, venas o arterias, los traumatismos óseos, y las lesiones de la columna cervical a causa de la caída del torero después de la cogida. El triángulo de scarpa se considera la parte del cuerpo más peligrosa para sufrir este tipo de lesiones, ya que puede afectar a la arteria femoral y a la vena safena. Los avances en la medicina, la farmacología, la traumatología y la cirugía, han conseguido que con el paso del tiempo el número de toreros fallecidos por cogidas en el ruedo sea cada vez menor, así como los dolores sufridos y el tiempo de recuperación.
La inmediatez y los conocimientos taurinos
“La cirugía taurina tiene una filosofía y misión como es el acercar los cuidados al lugar donde ocurren los sucesos, lesiones, cornadas, traumas o enfermedades. Siempre se ha dicho con razón que si junto a cualquier politraumatizado de carretera o de deporte de riesgo, existiera un profesional sanitario que facilitara las primeras atenciones, la mortalidad y las consecuencias finales se verían muy reducidas”. Así define el Dr. Sierra Gil, que ha sido cirujano jefe de la Monumental de Barcelona, el papel específico que corresponde a quienes se responsabilizan de las Enfermerías en las plazas de toros.
Más adelante, se preguntaba en uno de sus ensayos: ¿Es la cirugía taurina una especialidad?. La Comisión Nacional de Especialidades, las autoridades académicas, nunca lo han reconocido. Ni probablemente estaría justificado. Lo que si es una súper especialidad o especialización más enmarcable en el apartado de la cirugía de los traumatismos pero con connotaciones muy diferenciadas de otros tipos de agentes lesivos. Concretamente la cornada es una herida que por la manera que la produce el toro con ataques (“derrotes”) sucesivos contra la presa que enseguida pierde la verticalidad y pivota sobre el cuerno, o queda indefenso en la arena o contra las tablas, hace que las trayectorias sean múltiples y que bajo una puerta de entrada circular y pequeña exista un cono de lesiones con múltiples trayectorias, cuyo reconocimiento y tratamiento en profundidad es imprescindible para una curación sin complicaciones”.
Ese equipo médico debe caracterizarse en la opinión del Dr. Sierra por tener las ideas claras: “actuaciones cuanto antes, priorización de gravedades y balance general de las lesiones, a lo que contribuye decisivamente presenciar el percance, conocimiento de las posibilidades propias, del equipo y del lugar, maniobras salvadoras de la vida y decisión acertada del momento de la derivación, sea para convalecer simplemente o para completar diagnósticos y/o tratar en ambiente y manos especializadas los daños complejos y críticos”.
Ramón Vila ejemplifica a este respecto con dos de los casos que vivió directamente. El primero sucedió en 1987 el diestro Pepe Luis Vargas fue corneado cuando esperaba al toro en la puerta de toriles; el animal le empitonó en el muslo y el caño de sangre que brotó al instante ya dio una idea de la gravedad de la cogida: en cuestión de cuatro minutos comenzaba la intervención. Su segundo ejemplo, probablemente el más impresionante, se refiere al novillero Curro Sierra, también en la Maestranza. Cuando recibió una tremenda cornada en el triángulo de Scarpa que le rompió la arteria femoral, la terminal de la ilíaca y el separador de la bifurcación de este gran vaso. Una estabilización médica fulminante y un injerto venoso procedente de su vena safena hecho en la misma plaza salvaron su vida y su pierna.
En el fondo, lo que estaba aplicándose en estos casos es aquello que el Dr. Sierra Gil explica sobre la singularidad de su trabajo: “los cirujanos taurinos son, deben ser, grandes aficionados a la Fiesta para entender bien los terrenos del toro y el torero, valorar por adelantado el riesgo de percance y cómo puede ser en cada caso, ver la cogida con una intuición que da la experiencia y que les indica si hay penetración del cuerno con lesiones asociadas o no. En la medida que lleguen a conocer el psiquismo especial de los toreros, su estado de ánimo, su momento profesional, perfil y veteranía podrán presumir aún más la posibilidad de la voltereta o la cornada, así como intuir y comprender sus particulares reacciones”.
Las heridas
No será una especialidad médica como tal. Ni se estudia en las facultades, ni se hace una residencia específica, pero a efectos prácticos las particularidades que presenta la cirugía taurina son evidentes e importantes. «Las heridas las produce un animal único en el mundo, que es el toro, y a una persona con un sentimiento también único que es el torero», resume el doctor Ramón Vila, hasta hace un año cirujano jefe de la plaza de toros Real Maestranza de Sevilla.
“Quizá son lo más parecido a las de guerra”, apunta la Dra. Patricia Lejido, cirujano taurino en Castilla León, dedicada fundamentalmente a atender a accidentados en corridas pequeñas y en festejos taurinos populares. Por su parte, Máximo García Padrós, cirujano jefe de la madrileña plaza de Las Ventas, habla de la similitud de las cornadas con las “lesiones por empalamiento”.
En cualquier caso, ambas comparaciones nos dan idea del alcance de estos traumatismos. Y es que la manera que tiene un astado de embestir y cornear hace que el orificio de entrada no sea más que la punta de un enorme iceberg, debido a las múltiples trayectorias que suele tener la lesión y lo lejos que éstas pueden llegar. “Tenemos que multiplicar el daño por cinco, con respecto al tamaño de la abertura inicial”, explica el Dr. Hevia, otro cirujano experimentado en esta materia.
Además, por muy afilado que esté un pitón, la punta tiene aproximadamente el grosor de un lápiz que luego va ensanchándose a medida que se avanza hacia la cepa de la encornadura. De esta forma, el cuerno penetra en el organismo por presión, no por corte, arrancando y destrozando todo lo que encuentra a su paso (músculos, tendones, vasos sanguíneos grandes y pequeños, órganos internos…). Por si esto fuera poco, las astas son un medio contaminado de gérmenes, ya que la res los usa para tantear en el campo y escarbar en el suelo. Finalmente, el propio traje de torear, la arena de la plaza y el resto de instrumental que en algún momento entra en contacto con la herida no están precisamente esterilizados. Todo ello multiplica enormemente el potencial dañino de una cornada.
En el fondo, este trabajo médico viene marcado por la premura, de manera que la prioridad es evitar la tragedia. “Lo mejor es solucionarlo todo en la misma plaza porque está comprobado que la atención temprana multiplica las posibilidades de éxito, elimina casi del todo la probabilidad de infección y mejora la recuperación del paciente, pero hay que saber dar prioridades; al fin y al cabo esto es una cirugía de urgencia y se rige por los mismos principios”, aclara el doctor García Padrós. Pero, como él mismo admite, “no todos los cosos tienen la suerte ni las posibilidades de contar con los medios técnicos y personales de las grandes plazas”.
Por fortuna y aunque haya sido un poco a remolque de la propia realidad de las cornadas, la existencia de quirófanos –tanto fijos como móviles– mejor dotados y la asistencia de profesionales experimentados cada vez más rápida y coordinada, hacen que el riesgo haya descendido significativamente.
La pasta de los toreros
Con gran frecuencia se dice que para dedicarse al mundo del toro hay que estar hecho de una pasta especial. De hecho, causa asombro la rapidez con la se recuperan de un percance como para volver otra vez a los ruedos en el menor número de días posibles.
No, una pasta especial no existe. Pero, como los especialistas señalan, lo que si se da en estos casos son tres factores principales. Quizás el más relevante es el ya citado de la inmediatez en la atención quirúrgica y médica: los daños se atajan en el momento, las posibilidades de infección se reducen al mínimo de inmediato e, incluso, la rehabilitación se diseña a las pocas horas de haberse producido el percance
Pero, además, tiene una influencia decisiva que en la actualidad los toreros, en cualquiera de sus escalafones, tienen hoy un su mayoría una preparación que se asemeja a la que corresponde a los deportistas de elite. Esta preparación, ayuda a que la recuperación después de una cornada sea mejor y más rápida.
Se da, además, un tercer factor, que carece de valor médico, sino que es casi de orden laboral: el torero es un artista autónomo y como tal no puede permitirse estar mucho tiempo de baja, máxime cuando de su actividad dependen más de una decena de personas más. Esta realidad fuerza a que muchos de ellos regresen otra vez a los ruedos cuando tienen los, puntos en su herida.
Fuentes:
“Taurotraumatología”. Serra Juan, Francisco de P. (1945). Bilbao: Fabrica Española de Productos Químicos y Farmacéutico.
“Aspectos particulares de Asistencia Sanitaria en la Fiesta de los Toros”. Dr. Miguel Fernández Ruiz, Cirujano Jefe de la Enfermería de la Plaza de Toros de Logroño, en Consultorio MÉDICO-QUIRÚRGICO.
“LA CIRUGIA TAURINA. Filosofía, práctica y peculiaridades”. Dr. Enrique Sierra Gil, cirujano jefe Plaza Monumental de Barcelona.
“Ramón Vila". Víctor García-Rayo. Editorial Abec,
“Vocación, enfermerías mejor dotadas, personal cualificado y atención inmediata, claves del éxito”. Alejandra Rodríguez. En http://www.elmundo.es/suplementos/salud/2005/618//1116626415.html
0 comentarios