La corrida de Resurrección de hace 50 años en la Maestranza, con tres toros «fogueados»

por | 23 Mar 2018 | Retazos de Historia

Esta corrida inaugural debe ser comenzada con una anécdota. Casi lo único que hemos logrado de ella. En ocasión un toro impetuoso ya produjo la costalada de Chaves en la Maestranza. Con gran esfuerzo el picador fue colocado por los monosabios sobre la cabalgadura. Y desde arriba, con la cara llena de albero aún y en presencia del toro, esto a la nueva embestidas el piquero divisó en la barrera al comodísimo y popular aficionado don Raimundo Blanco. Como la cosa más natural, le preguntó:

–Dime cómo va el Sevilla.

La anécdota, sabrosa, ha sido muy recordada en esta aburridisima corrida de Resurrección, no ya por que el Sevilla F. C. pasaba a la misma hora por el trance de un partido apurado –con vistas ya a la Segunda División– sino porque la corrida ha habido que pasarla o sufrirla a fuerza de chachara, poniendo a contribución él ingenio y la  memoria. Y aún así, al final, el tedio pudo con todos, aplastando literalmente contra la localidad a los que no tuvieron arrestos para marcharse.

Para colmo, las inclemencias. Por la mañana había llovido y la tarde se ofreció entoldada, con alguna pizca de chubasco, y un frío siberiano. La gente se olió lo que iba a ocurrir y la entrada no pasó de mediana apenas.

Por la mañana tuvo lugar el pesaje y el desecho de cuatro toros de los ocho enviados por Albaserrada, que fueron sustituidos por cuatro de Ruchena. De estos cuatro, dos, los lidiados en cuarto y sexto lugares, fueron los mejores y los otros dos, el primero y el tercero, de los peores, y merecieron los honores negros de las banderillas de castigo. También se “fogueó” uno de Albaserrada y estuvo a punto de serlo el que se lidió de la misma divisa, en segundo lugar. En resumen, cuatro condenados al fuego teórico e infamante. Cifra que no recuerdan los más ancíanos aficionados de la localidad.

Por su parte, los toreros no hicieron demasiado por remontar las adversidades, salvo momentos de inspiración, forcejeo que no abundaron, como vamos a ver.

Rafael Jiménez “Chicuelo” se mostró desde el primer momento prudente por no decir achicado. Y aunque no se descompuso, se limitó a salir del trance. Su primero, que no pasaba con claridad, le hizo faena de aliño, para matarlo brevemente. En gracia a las dificultades del astado, el público con complacencia con esperanza aún, le hizo saludar desde el tercio. El quinto era bravo y empujó de ío lindo en el tercio de varas. El  diestro, amilanado, le hizo faena por la cara, aperreándose a la hora de matar. Un pinchazo, media estocada, Seis intentos de descabello… y, al final un aviso. Uno solo.

Zurito cortó la única oreja

Gabriel de la Haba “Zurito” ha sido a lo largo de la tarde –un largo larguísimo– el torero valiente v tenaz de siempre. Se hizo aplaudir con la muleta, aunque no pudo redondear faena,  ante la mansedumbre del “albaserrada”.  Se deshizo de él limpia y  brevemente.  En el sexto, que acreditó nobleza, el cordobés redondeó una gallarda faena,  en el centro del ruedo. Dosificó bien los pases fundamentales con ambas manos y los adornos, para matarlo con una estocada con salida, aunque bien colocada. Se le otorga la oreja. Vuelve tomar los trastos en el séptimo –al haber sido cogido Adolfo Rojas—y se defiende valerosamente de un toro “pregonao” que siembra el terror entre el peonaje y no hay y manera de banderillerarlo. Un pinchazo y una estocada.

Adolfo Rojas, en el toro que le hirió

Adolfo Rojas, venezolano, ha tenido una actuación fugaz al ser cogido, apenas iniciada su faena al tercero. En el tercio de banderillas muy arrogante logró entusiasmar. Inició el trasteo con buenos auspicios, rodilla en tierra. Pero no había terminado de llevarse el toro al centro cuando fue empitonado. Retirado por las asistencias, Chicuelo terminó con el morlaco de Ruchena de dos pinchazos y una media.

Capillé topó, sin duda, con el mejor toro –de Ruchena– de la serie. También el peor, de Albaserrada, sin duda el más peligroso, con cinco años y más de quinientos kilos. A su primero le hizo una faena elegante y valerosa, componiendo bien la figura y tirando del toro con mando y ritmo. De haber matado con más brillantez se hubiera llevado el apéndice, que muchos espectadores reclamaron. Dio la vuelta al ruedo. En el que cerró plaza, de acuerdo con los deseos del respetable, tendió a abreviar pero sin achicarse, terminando con tu fiera, que corneaba en todas direcciones, con gran pundonor. Pinchazo y estocada.

Los toros dieron en la romana los siguientes kilos: 497, 461, 473, 527, 467. 480, 520 y 508. Todos tuvieron trapío y defensas. Y entraron a los caballos bien el cuarto, el quinto y el sexto.

© El Ruedo,  16 de abril de 1968 

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Taurología

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