"Eran dos toreros que tenían la misma fuerza. Pero lo cierto es que la responsabilidad recaía en Joselito. Con él toreé mucho, sobre todo en la temporada de 1918; con Juan coincidí menos, porque era la época en la que dejó de estar en activo, después de su boda en Perú". Así opinaba José Flores "Camará", retirado por entonces del apoderamiento, que había pasado a sus hijos, una tarde, calurosa tarde, de agosto en su piso sevillano.
Confeso gallista, "Camará" consideraba que aquella época del toreo era más difícil que las que luego se sucedieron. "La lidia era algo completamente distinto. Pero además triunfar al lado de aquellos dos colosos costaba muchísimo trabajo".
Precisamente al hilo de su fe gallista, contaba lo que le ocurrió con José, a las pocas fechas de haber tomado la alterativa. Con Belmonte en el retiro voluntario, Joselito se había quedado sólo. Pero como el menor de los Gallos nunca se permitió descanso, de inmediato buscó la competencia y la encontró: primero, en una figura naciente que era, precisamente, Camará; luego, algo con Fortuna y con Saleri II. "Mi fuerte eran las banderillas y en la tercera corrida que compartí con Gallito, me cogió el toro en este segundo tercio, porque me impuse ponerlas mejor que él y me obligó a dejarme coger”, recuerdo que me explicó. Ante la pregunta de cómo había aceptado aquella competencia , si él mismo aceptaba que se trataba de un duelo tan desigual, respondió rotundo: "¿Pero cómo no lo iba a hacer, si cuando íbamos haciendo el paseo, ya me iba ofreciendo las banderillas?". Y lo contaba hasta con admiración por José: “La forma de competir que tenía Joselito era la de un hombre cabal, que iba siempre por derecho".
En la conversación sobrevolaba, y como no, la figura de Manolete. Pero del califa cordobés hablamos en otra ocasión más largamente. En esta tarde la charla iba por otros temas, que con Camará daba gusto hablar de toros. Y así, explicando cuál era su secreto como apoderado, comentaba con sencillez: "Yo creo que al haber mirado siempre por los intereses del torero, primero que a los de uno mismo. Cuando he creído que una corrida no le convenía a mi torero, por las causas que fueren, nunca se la firmé por el aquel de salvar mi comisión". Y antes de llegar a apoderarlo, fijándose mucho en el torero: "siempre miré primero si podría ser figura, observando todos los detalles. Como había sido matador de toros, sabía en qué tenía que fijarme". Pero el éxito luego llegaba en su opinión de la mano dos factores: de la suerte –"que tengo que reconocer que la he tenido en este oficio"– y que el torero respondiera.
En su haber se cuenta un largo rosario de toreros, desde "Manolete" –"al que apoderé por casualidad, porque era de mi barrio en Córdoba y teníamos amigos comunes"– hasta "Paquirri", que fue el torero al que llevó. Y en medio, Aparicio, Litri, Manolo González, Pedrés, Diego Puerta…, y eso sin contar los que llevaban sus hijos. "Todos me dieron satisfacciones como profesional, pero la verdad es que "Manolete" me resultó más fácil de llevar que a todos los demás".
Portal de actualidad, análisis y documentación sobre el Arte del Toreo. Premio de Comunicación 2011 por la Asociación Taurina Parlamentaria; el Primer Premio Blogosur 2014, al mejor portal sobre fiestas en Sevilla, y en 2016 con el VII Premio "Juan Ramón Ibarretxe. Bilbao y los Toros".
0 comentarios