MADRID. Segunda de la feria de Otoño. Media entrada: 12.242 espectadores (51,8% del aforo). Toros de Puerto de San Lorenzo –el 4º con el hierro de La Ventana del Puerto– (Lorenzo Fraile), de buena presentación –que desparejó el mastodóntico 4º– y con 574 kilos de promedio; de juego dispar ante los montados, con muy escasa duración y entrega ante los engaños; más complicado y áspero el 3º. Daniel Luque (de caña y oro con cabos negros), ovación y silencio. Juan Leal (de agua de mar y oro), pitos tras dos avisos y silencio. Juan Ortega (de grana y oro), silencio tras un aviso y.
Incidencias:
Juan Ortega hizo el paseíllo con un capote de paseo de Manuel Jiménez “Chicuelo”, cedido para la ocasión por su familia, en el centenario de su alternativa; en el centro, una preciosa imagen bordada del Señor del Gran Poder.
Muy ovacionado Antonio Chacón por un arriesgadísimo par en terrenos de tablas al 3º.
Dicen las gentes que saben que la competencia siempre es buena. Pues va a ser que según y como. Por ejemplo esta tarde. Echar a competir un derby madrileño, que además se celebra en el extrarradio –o sea: que exige su tiempo para llegar hasta el estadio–, con un cartel interesante pero sin figuras de relumbrón, se mire como se mire es una cosa muy desigual. Por eso llovió tanto en las taquillas, que al final en los tendidos faltaron cerca de 3.000 personas para que al menos se alcanzaran los números del abono, vamos: las entradas ya pagadas y cobradas por la empresa.
Impresionante par de Antonio Chacón al 3º. (Plaza 1) |
Pero como en casa del pobre los disgustos nunca vienen solos, coincidiendo con el derby y la naturaleza del cartel, resulta que Moisés Fraile trajo al otoño madrileño seis ejemplares dispares, pero todos igualados por contar con un metraje muy medido. Tanto que a más capotazos en los primeros tercios –que se dieron en generosa abundancia, como corresponde a reses tan sueltas–, menos pases en el último tercio. Y eso fue lo que terminó de dar al traste con quienes abrigaban ilusiones, incluidos los toreros.
Ilusión había, por ejemplo, por esta nueva y esperanzadora etapa que atraviesa Daniel Luque. Sí, aquel joven un poco descarado que, cuando coincidió con Morante en Las Ventas por primera vez, tuvo el desparpajo de replicarle en un quite con el capote al maestro y además por el mismo palo. Y le ovacionaron mucho. Ahora, con ese complejo vitamínico que por lo visto para el toreo se llama Francia, Luque ha ido recuperando el terreno perdido y de nuevo despierta ilusiones. Hoy no pudo ser del todo. Ni su apagado 1º, ni el grandísimo y alto 4º dieron opciones para ello. Con todo, su actuación en el primer turno aportó mucho más que detalles. Y luego no dejó pasar en blanco los quites. Pero no quedaba margen para contemplar del todo al nuevo Luque.
También de Francia, y de nuestras plazas del Norte, venía lanzado el valiente Juan Leal. Este sábado le pararon los pies a las primeras de cambio. Y es que a Madrid no se puede acudir toreando fuera de cacho y en línea, dirigiendo los engaños siempre hacia las afueras de la reunión. No sólo el “7” se lo advirtió desde que inició la faena al 2º de la tarde, que mientras duró ofrecía un buen pitón derecho. Pero es que la afición tuvo que volver a repetírselo cuando se las vio con el 5º, que sin ser precisamente el toro de los sueños al menos humillaba algo más que sus hermanos. Sencillamente, decepcionó.
Detalles toreros salieron de las manos de Juan Ortega, al que Madrid sigue sin ver en toda su dimensión, aunque sigue levantando ilusiones. Su manejo de los trebejos del toreo tiene sello de autenticidad. Pero para redondear una actuación se precisa también la colaboración de los que salen por chiqueros, eso que no tocaba. Le seguiremos esperando.
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