En unas declaraciones a Patricia Navarro en el diario “La Razón”[1], Simón Casas ya lo ha dicho clarito: sujeto, verbo y predicado. Su deseo reconocido es que la Comunidad de Madrid decida reinterpretar el concepto de “plaza de temporada”, de forma que ya no se obligatorio ofrecer toros todos los domingos y festivos de marzo a octubre. Sería para aplicaría a partir de la conclusión del San Isidro de 2020 y la justificación vendría dada por las obras de rehabilitación que necesita la plaza.
“Lo lógico sería que después de San Isidro 2020 se cerrara la plaza unos meses para reformarla e inaugurarla como una joya protegida”. Han sido sus palabras. Pero antes había reconocido que en la temporada de 2018 su empresa perdió un dineral; lo achaca a la imposibilidad de organizar, por las exigencias de seguridad de una normativa del Ayuntamiento, otro género de espectáculos no taurinos. Y explica que cuando elaboró su plica ganadora del concurso, esta partida resultaba necesaria para compensar las pérdidas que genera en su opinión la gestión del resto de la temporada.
¿Dos años sin plaza de temporada y luego ya veremos? Largo lo fían en Plaza 1. Los propósitos y los deseos, como los sueños, son siempre libres. Lo cual no quiere decir que, además, sean realizables en la práctica. Y a estas alturas del partido, la pretensión de Simón Casas y de Rafael García Garrido –que ya no son exactamente la misma cosa unitaria que cuando crearon la UTE[2]— tiene por delante demasiados inconvenientes como para garantizar que sea viable, incluso sólo temporalmente.
Con unas elecciones locales y autonómicas que se dilucidan el próximo 26 de mayo, plantear ahora y golpe que Madrid deje de ser, al menos por dos años, “plaza de temporada”, resulta algo demasiado complejo como para pensar que puede ser una realidad.
Por un lado, por un elemento sobrevenido: Quienes reciban el favor de los electores el próximo domingo, tienen un calendario lento y complicado hasta constituir todas sus nuevas Administraciones. Entre los plazos establecidos en la Ley y la necesidad –que parece ineludible– de que haya pactos multipartidarios, nos metemos en el verano, cuando todo se ralentiza. ¿Los interinos en funciones y los recién llegados van a atreverse a bocajarro a darle el cerrojazo a toda una forma de entender la temporada de toros en Madrid? Parece más que dudoso.
A mayor abundamiento, la Ley de Contratos del Estado y en general el Derecho Público regula de forma exhaustivamente pormenorizada este tipo de situaciones. La legislación no es nada partidaria de cambiar las reglas de juego a mitad de camino, cuando además hay una plica, la perdedora, que se podría haber beneficiado en su día de este cambio y no pudo hacerlo. Con lo cual, hasta en las reinterpretaciones de aquello que firmaron las partes en el contrato de adjudicación hay que ir con pies de plomo. Y más cuando una nueva Administración –que por ahora no sabemos de qué color político será– no querrá debutar en el tema taurino enfrentándose a cuestiones espinosas.
Pero, para más complicación, en cuanto se refiere a la rehabilitación, entre elaborar los proyectos arquitectónicos de restauración –que hay que adjudicar por concurso público–, conseguir el beneplácito de las autoridades de Patrimonio, convocar a su vez el concurso de adjudicación de las obras… En todo ese proceso se consumen varios meses; probablemente, más de esos ocho que contabiliza Simón Casas. Con lo cual, anulada la Feria de Otoño de 2020, nos lleva al horizonte del abono de primavera de 2021 como poco y si todos cumplen sus plazos.
[A propósito: en lo que si acierta el análisis de Plaza 1 es en la ocasión que se ha perdido durante los mandatos de Cristina Cifuentes y de Ángel Garrido, para haber dejado resuelto todo este asunto de las obras].
Sería casi milagroso que ahora las nuevas Administraciones Públicas resolvieran todo este complicado camino en un plis plas. Y es que se trata de mucha una reforma de envergadura, promovidas y desarrolladas además con la ineficiencia tradicional del sector público. ¿Estarán los gestores de la CAM que salgan de las urnas con ánimo y decisión política de meterse en estos asuntos?
Los números no cuadran
Por otro lado, por más que los gestores actuales maticen algún punto, cómo ese del impacto real en sus cuentas de la gestión de lo extrataurino, la realidad es que –como declaró en su día el Director Gerente del CAT– los compromisos adquiridos por Plaza 1 mientras dure el contrato son los que son. Nadie les obligó a programar 34 tardes en San Isidro –de lo que ahora abjuran y consideran que hay dejarlas en torno a 21–, ni a subir por distintos conceptos en 4 millones la oferta económica, lo que les permitió ganar el concurso por goleada.
Nadie dice que fuera una oferta temeraria, pero por una causa u otra ahora las cuentas no cuadran según el plan previsto. Y de eso la responsabilidad no se puede trasladar por el motivo que fuere a la Comunidad de Madrid, ni menos a ese público según dicen en Plaza 1 no ha respondido en la medida que esperaban los autores de la plica.
Y a raíz de todo ello, como ha dicho tantas veces, Simón Casas –el empresario mas extrovertido en varias décadas– vuelve a repetir de nuevo que la Fiesta necesita un cambio radical de modelo, porque la actual se ha quedado obsoleto. Un punto que, por cierto, comparte su socio mayoritario en Plaza 1. Y probablemente otros muchos.
Puestos a hablar de actualizaciones de la Fiesta, no hay que remontarse a la época de Mosquera y de Gallito. Lo tenemos bastante más cerca; por ejemplo, cuatro décadas antes de que llegara Simón Casas a Madrid. Palabra más, palabra menos, se encuentran muchas similitudes con la actualidad, por ejemplo, en algunas crónicas de Joaquín Vidal, que resultan muy reveladoras, de 1980. Contaba entonces el cronista del diario “El País”[3], la llegada de José Luís Martín Berrocal a la gestión de Las Ventas, tras comprar la mayoría del capital de la sociedad Taurina Hispalense SA –hasta entonces en manos de Diodoro Canorea–, que con una oferta estratosférica había ganado el concurso a la Empresa que comandaba la gente de don Livinio Stuyck. “Voy a dar un vuelco total al negocio taurino”, decía Martín Berrocal. Y luego añadía: “Con las manos libres, con ideas y con la ilusión de triunfar, se pueden hacer muchas cosas y las haré”. Luego la historia acabó como todos sabemos.
Es cierto que la personalidad y las características como gestor de Simón Casas no pueden compararse con las de Martín Berrocal. Son personajes muy distintos. Y épocas también con grandes diferencias. Lo que sí les asemeja es en ese papel, diríase que de visionario, para escudriñar el futuro diferente que necesita la Fiesta.
Lo que ocurre es que, junto a los aciertos y errores de los gestores de turno, las grandes proclamas de actualización nunca han funcionado en este mundo. Todos reconocen que nos movemos en un negocio que se maneja casi como en el siglo XIX, salvo en las aplicaciones informáticas Y se suele achacar al inmovilismo histórico del mundo del toro, que no parece apostar por esos cambios copernicanos. Ni ahora ni antes.
Sin embargo, la realidad histórica lo que dice es que cuando a los ruedos llegaron las últimas revoluciones, no vinieron de la mano de ninguno de los gestores de cada época, como si hubieran encontrado una varita mágica; sino que la trajeron por su inmenso eco social hombres que vestían de seda y oro y no estaban en los despachos sino en los ruedos. Sin ir más, “Manolete” y Manuel Benítez “El Cordobés”, que pusieron a cavilar a todo el mundo, incluido el empresarial.
A pesar de todo, la tesis del inmovilismo no puede ser la manta con la que todo se cubra, para justificar que nada cambie. Resulta de toda evidencia que este mundo singular necesita como agua de mayo de una reforma, cuando pensamos en su proyección a futuro. Pero para que sea realmente posible, se requiere como condición previa y necesaria que en ese mundo todos compartan una unidad de criterios y de intenciones. Y eso está muy lejos de producirse.
De hecho, cuando Simón Casas predica la buena nueva del cambio, sabe que en el fondo predica en el desierto. Sus colegas y el conjunto del sector no le siguen. Ni siquiera en ANOET, la gran patronal. Así de sencillo.
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[1] Resulta de gran interés leer esta entrevista a Simón Casas, que firma Patricia Navarro en “La Razón”, de forma paralela con la que Zabala de la Serna le hizo en el diario “El Mundo” a Rafael García Garrido, que pueden localizarse en:
►Simón Casas: «La diferencia entre este San Isidro y el pasado son 400.000 €», en https://www.larazon.es/toros/simon-casas-la-diferencia-entre-este-san-isidro-y-el-pasado-son-400000-NG23347785
►Rafael García Garrido: "El modelo está obsoleto", en https://www.elmundo.es/cultura/toros/2019/05/15/5cdb18d4fc6c8376018b4596.html
[2] En la muy oportuna entrevista que Zabala de la Serna le hizo el pasado día de San Isidro para el diario El Mundo, el primer ejecutivo de Nautalia lo dijo con claridad: “Simón Casas es Simón Casas y yo soy yo”. Y en otro momento, el cronista escribía que ahora Rafael García Garrido “da un paso al frente para agarrar el timón y marcar el rumbo. La nave de Las Ventas está en manos del director general de Nautalia”. Más claro agua.
[3] Entre otros trabajos se pueden consultar: “Martín Berrocal. Nuevo hombre fuerte de Las Ventas”, 20 de enero de 1980 y “El empresario Martín Berrocal, obsesionado con la originalidad en la plaza de Las Ventas”, de 13 de agosto de 1980.
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