Era el 2 de julio de 1939, una fecha de la que en 2014 se cumplirán, pues, 75 años. Y se anunciaba como la Corrida de la Prensa. A su término, según se publicó en aquellas fechas, “todo el mundo se ufanaba, Arenal de Sevilla abajo. Venía el público de saborear la emoción de la lidia brava y la labor de arte”. Habían asistido a la alternativa de Manuel Rodríguez “Manolete”, pero también a mucho más. Y es que la función se desarrolló desde su comienzo “en el ambiente expectante y ruidosa que es alma y sal de los grandes entradones”.
Como es sabido, acompañaban al torero cordobés en esta tarde trascendental Manuel Jiménez “Chicuelo” y Rafael Vega de los Reyes “Gitanillo de Triana”, para la lidia y muerte de seis toros de Clemente Tassara, que dentro de un encierro bastante completo echó al ruedo maestrante “un ejemplar soberbio, de época y de bandera”. Salió en 5º lugar y, por consiguiente, le correspondió a “Gitanillo”.
Cuenta Juan Mª Vázquez, en las páginas de ABC de Sevilla, que “logró el valiente cordobés un gratísimo doctorado”, ante un “parladé”, negro zaino de capa, que era “gordo, bien puesto, alto de agujas, ¡un buen mozo!”. No refiere el cronista nada respecto al archiconocido cambio de nombre de este astado, que herrado con el número 6, inicialmente se le puso el poco afortunado nombre de “Comunista”, pero al ruedo salió denominándose “Mirador”.
Junto a las tablas del tendido 7 “toreó al bicho de capa Manolete, reposado y ceñido, y los aplausos ganados se repitieron en el primer quite”. Pero anota a continuación el cronista: “En el suyo Chicuelo inició su tarde triunfal, una de las más esplendorosas de su historia, con un garbosísimo capotazo a pies juntos, dado tablas; dos lances más de penetrante aroma sevillano y un gallardo recorte de rodillas”, que espolearon a Gitanillo de Triana en su quite, “unas verónicas agitanadas y lentas, tan prietas que la taleguilla y la manga teñidas de rojo quedaron por la sangre del bruto”.
“Luego de banderillear bien Cantimplas y Blanquito –sigue el relato de Vázquez— llegó el instante, que podemos llamar histórico, de hacer un nuevo matador de toros. Con gesto y palabra de amigo, Chicuelo puso en las idóneas manos de Manuel Rodríguez los trastos de matar, y allá fue el neófito, después de saludar a la presidencia, a ofrecer a la plaza entera las primicias de su ascenso”.
Aunque el cronista sevillano no hace alusión a ello, cuenta una leyenda, repetida por muchos autores manoletistas, que el diálogo entre ambos toreros discurrió en términos como los siguientes:
Chicuelo: El toro es bueno: Manolo ¡suerte!
Chicuelo: Esta mejor por donde quieras. Tu eres Manolete y lo podrás torear por naturales. Pon aquí el capote y coge la muleta y la "espa". Un abrazo y ¡suerte!´
Chicuelo: ¡Pero, hombre! Eso déjalo "pa" después. Ahora, ¡a por el toro!
Volviendo a la crónica abecedaria, se puede leer: “Con la serenidad en él habitual, obligando mucho al toro, bastante quedado, desarrolló el cordobés una excelente faena, durante la cual, luego del ayudado, el alto y el de pecho, acometió el natural con ceñimiento extremado, y a continuación, ya en el centro del anillo, unos adornos de sobria traza, muy toreros. Magistralmente, como él sabe, ejecutó el volapié despacio, por derecho, bajando la muleta y cruzando impecablemente, y la estocada, que quedó en todo lo alto, hizo rodar al bicho, tras una agonía breve y duda, sin necesidad de puntilla. Las orejas y la ovación circular y entusiasta refrendaron el ingreso del joven paisano de Guerrita en la más alta categoría del arte”.
“En el resto de la sesión –escribe más adelante Juan Mª Vázquez– fue Manolete el buen torero que todos conocíamos. Experto conductor de la brega a cuando a él incumbía su dirección, sucinto en quites y sin “molestar” al ganado, notable capeador en las brillantes verónica del sexto y concienzudo siempre”. Al último tercio, el que cerraba plaza llegó “entero, encampanado y en plenitud de su fuerte temperamento”, a lo que Manolete respondió al muletear “con singular arrojo”, por más que luego necesitara hasta seis o siete
entradas a matar, porque “se propuso hacerlo con la pureza de su admirable estilo, sin advertir que el trance exigía rapidez suma”.
A la alternativa había llegado “Manolete” con un total de 46 novilladas picadas en su haber, once de ellas en el propio año 1939, temporada en la que, además de un festival en Tolosa, contabilizó 16 corridas de toros: Sevilla (2), El Puerto, Algeciras, Jaén, San Sebastián, Valladolid (2), Barcelona (2), Madrid (2) y Zaragoza (2).
La segunda primavera de Chicuelo
Pero si volvemos a la tarde del doctorado, pese a que el cronista concede categoría de acontecimiento a esta tarde manoletista, no puede reprimir su entusiasmo con Chicuelo, de quien escribe que se encontraba “en un segundo amanecer de su arte genuino. Ardiente como un chaval, inspirado y gracioso como en la sima de sus entusiasmos taurinos; muy pocas veces, ni aún en los días ya lejanos de su primera juventud, le habíamos visto tan sinceramente arrojado, tan brillantemente bullidor, tan dueño de los secretos de la más fina orfebrería de la lidia como en esta ocasión. Cada verónica, un grito de júbilo; un himno riente a Sevilla materna cada instante de cualquiera de sus indescriptibles quites; un cuadro pletórico de color y armonía cada episodio de sus faenas”.
Especialmente brillante fue su faena al cuatro de la tarde. del que le concedieron las dos orejas y el rabo. “Costadillos, molinetes, faroles, cambios de mano por delante y por el dorso…; toda una gama juncal, salerosamente elegante, de la privativa manera de hacer de Manuel Jiménez. Y ello con un toro de genio vivo, al cual el Chicuelo de la decadencia tal vez no habría aproximado sino el pico de la muleta”.
Y luego apostilla: “De la tarde de Manolo en la corrida de la Asociación de la Prensa se hablará mientras quede vivo siquiera un testigo presencial”.
El agasajo posterior
Las páginas taurinas del ABC sevillano dan cuenta también del agasajo que al término de la corrida se rindió a Manolete en una renovada Venta de Marcelino, en el que también participaron Chicuelo y Gitanillo de Triana. “Según la animación que, a la hora de irnos persistía en el lugar del suceso, aquello debió prolongarse después de la retirada forzosa de las constelaciones”, se puede leer en la nota periodística.
Como una anécdota colateral registremos, en fin, la publicación una gacetilla titulada “Una curiosidad”, en la que se puede leer: “Varios asistentes al banquete celebrado en honor de Manolete tienen interés en saber qué numero de botellas de “Jandilla”, “Botaina”, “Coñac Fundador” y “Champán Domecq se consumieron el domingo en la Venta de Marcelino”. Para responder a esta curiosidad en el texto se les indica que se dirijan al agente de la casa en Sevilla, Enrique Ortega (Almendro).
►Los apuntes al natural que ilustran este reportaje aparecen publicados en ABC de Sevilla, en su edición del 4 de julio de 1939
Próxima entrega:
Cuando Marcial le confirmó la alternativa en Madrid
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