MADRID. Vigésimo octava de la feria de San Isidro. Dios tercios de entrada. Toros de María Guiomar Cortés de Moura, con mucha báscula, pero mansos y sin fondo. Rui Fernandes, silencio tras aviso y silencio. Sergio Galán, una y ovación. Manuel Manzanares, ovación y silencio.
Cuando ya va para el mes la estancia en Las Ventas, la cuarta y última corrida de rejones se hace muy cuesta arriba, cuando además el interés de las figuras ya pasó. La de este sábado pesó casi tanto como la corrida portuguesa, que fuera de los muchos kilos aportó muy poquito para el lucimiento de los rejoneadores de turno. El festejo se hizo tedioso y lento, además de en muchos momentos deslucido.
El mejor parado, como por lo demás era previsible por su oficio, fue Sergio Galán, que venia a repetir su anterior puerta grande. No pudo ser. Había cumplido sobradamente el conquense con su primero, el animal mas colaborador; con momentos que llegaron con facilidad al tendido. Pero lo más meritorio llegó con el 5º, el mas manso de todos, ante el que Galán sacó a pasear todos sus recursos para imponerse a base de exponer mucho. El tramo final del tercio de banderillas supuso el momento mas brillante, que luego quedó emborrado con su escaso acierto a la hora de matar.
Manuel Manzanares tuvo que lidiar dos mansos que no regalaron facilidades. Más firme con el que hizo 3º, ante el que se pudieron advertir los progresos del alicantino, aunque sin redondear la actuación, en buena medida por el aparatoso derribo que sufrió al errar en un quiebro. El que cerraba además de mansedumbre se comportaba con mucho genio; la labor de Manzanares no pudo levantar vuelo.
Abrió cartel Rui Fernandez. Discreto y académico s
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