México DF. Novena corrida de la temporada grande. Un cuarto de entrada. Siete toros de Villa Carmela, uno de ellos de regalo, que cumplieron en presentación pero de escaso juego. Federico Pizarro, palmas y palmas. Juan José Padilla, una oreja y una oreja. Joselito Adame, saludos, palmas y palmas en el de regalo. Padilla salió por la Puerta Grande; antes, al término del paseíllo, tuvo que saludar una fuerte ovación.
Según puede leerse hoy en la prensa mexicana, el espada jerezano en el primer astado de su lote, de nombre “Por Siempre”, veroniqueó con enérgico poder que hizo responder a los aficionados ovacionándolo y que rubricó el torero más adelante con un ceñido quite por chicuelinas. En el segundo tercio invitó a Joselito Adame para ambos clavar banderillas entre sonoros aplausos que recibieron en el tercio. Su quehacer muleteril, el gaditano lo inició doblándose y vaciando por alto, a lo que siguió un toreo valiente y de mucho aguante por el lado derecho, en tanto que por el izquierdo, estando en el mismo plan, logró meritorios naturales. Pero por el perfil diestro es por donde se la ha jugado de verdad, obligando al toro y con temeridad sacar muletazos de enorme mérito. Más pasajes audaces, dispuestos y toreros por el espacio siniestro que impactaron al respetable, en una labor de mucha vibra emocional. Manoletinas y abaniqueo en la cara para terminar para cuadrarse a matar y dejar un pinchazo y una estocada honda tendida, siéndole otorgada una oreja.
En su segundo dio cuatro largas cambiadas de rodillas, dos de ellas cerrado en los tableros, otra en la zona del tercio y la última en los medios, a lo que siguieron chicuelinas en el centro del ruedo, lances iguales que ligó también pero andándole al toro para llevarlo después al caballo. Cubrió el segundo tercio colocando dos cuarteos por el pitón derecho y otro al violín para hacerse ovacionar con fuerza. Una vez que brindó su trasteo a Eulalio López “Zotoluco”, con la franela Padilla comenzó de rodillas por alto en la zona de tablas y más tarde ligar derechazos, algunos templados y otros no tanto, inclusive llegando a electrizar su labor pero si con la valentía y el pundonor que lo ha caracterizado siempre. Con el engaño en la mano izquierda se vio más asentado y así se lo reconoció el público. De nuevo por el lado derecho tuvo que solventar su quehacer con oficio, arrojo y entrega, aunque sin limpieza en sus trazos. Acabó decidido, de certera estocada, entre gritos de ¡torero! para obtener un apéndice, dar una aclamada vuelta al ruedo luciendo una bandera de pirata.
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