OLIVENZA, 4 de marzo de 2012. Ultima de feria. Lleno de “No hay billetes” y más. Toros de Núñez del Cuvillo, incluido el sobrero que hizo 3º, en general deslucidos. Juan José Padilla, una oreja y una oreja. Morante de la Puebla, una oreja tras aviso y pitos. José María Manzanares, una oreja y ovación.
En el enfermería de la plaza fue atendido, durante la lidia del 2º, José Padilla, padre del torero, aquejado de una acusa bajada de tensión, de la que se recuperó y pudo volver al callejón.
Si ya desde hace días, la expectación había subido de grados, en la mañana del domingo es que no se podía dar un paso por Olivenza. No se conoce en la historia del toreo un caso igual: nunca un “primero” –dicho sea con todos los respetos que merece Padilla, que son muchos– había movido a tanta gente. Si el cartel vuelve a funcionar en Sevilla por abril, lo vamos a tener en todas las plazas.
Pero comentarios al margen, la realidad es que el toreo –el profesional y el social, en su variada composición— se volcó en este día de su reaparición con Juan José Padilla, al que se recibió de forma verdaderamente clamorosa, en medio de un impecable comportamiento de sus compañeros de cartel, que le dieron todos los honores que merecía. Volver a los ruedos después del drama de Zaragoza no es precisamente una anécdota. Para la ocasión, el jerezano sacó un vestido verde esperanza y oro, con originales bordados a base de hojas de laurel, las que siempre han premiado a los héroes. No pudo haber mas simbolismo.
Hay que reconocer que Padilla ha vuelto tal como ha sido siempre, con sus largas de rodilla, sus pares de banderillas y todo su repertorio con la muleta. Cierto es que la condición de los “cuvillos” no permiten ir a mayores valoraciones. Pero igualmente cierto es que el jerezano estuvo muy centrado toda la tarde, como se comprobó especialmente con el cuarto, un toro con demasiada brusquedad, al que supo buscarle los modos y maneras para meterlo en la muleta, no sólo con agallas, también con sentido torero. Meritoria toda su actuación.
Morante de la Puebla estuvo a sus cosas con el segundo de la tarde, al que toreó con mucho gusto con el capote y al recetó luego unas pocas tandas –las que tenía el toro– con la derecha con la marca de la casa. Al quinto lo despachó sin convicción alguna.
José María Manzanares tan sólo pudo desgranar detalles sueltos con el sobrero, lidiado en tercer lugar. Lo más espectacular fue la estocada. Con el que cerraba plaza, que parecía el mas colaborador pero se rajó pronto, el alicantino desplegó su reportorio, en especial con la derecha. Pero el “cuvillo” dijo que ya valía y la faena fue a menos.
El cuarto de la tarde fue banderilleado, y con mucho salero, por Padilla, Morante y Manzanares, en un segundo tercio que fue de lo más aplaudido de toda la tarde.
La matinal
OLiVENZA, 4 de marzo de 2012. Segunda de feria. Algo más de media plaza. Todos de Zalduendo, noblotes, pero sosos; el mejor, el 6º. Enrique Ponce, saludos y una oreja tras aviso. Antonio Ferreras, dos orejas y dos orejas. Cayetano, palmas y una oreja.
Si a cada cual hay que darle lo suyo, la pregunta nace sola: ¿Ha sido pura casualidad que con este cartel poco más de medio aforo se haya cubierto en esta matinal? Si no es casualidad, ni fruto de causas de fuerza mayor tal que el diluvio –que no lo hubo precisamente–, habrá que repensarse cuál es la fuera que tiene cada cual en la taquilla y actuar en consecuencia. Es la pura y dura realidad.
Enrique Ponce cumplió desahogadamente con su primero, un distraído con la raza muy justa, al que había que cuidar para que fuera al suelo; el valenciano lo hizo, obre todo, por el pitón derecho. Ante el cuarto, manso pero útil para el toreo moderno, el torero estuvo reiterativo y en ocasiones un poquito pesado de tanto insistir. Mató de media estocada.
Antonio Ferreras ha ido sobrado toda la mañana: animoso con el capote, a su estilo con los palos y muy entregado con la muleta y la espada. El extremeño no engaña a nadie, siempre da lo que tiene. Y esta ocasión no fue una excepción. Abundaron en su hacer los recursos y las alegrías, bien recibidas por sus paisanos.
Cayetano poco, casi nada, hay que anotar de la actuación ante su primero, que es bien cierto no era potable. Lo peor, que se le vio con pocos recursos para resolver la situación. Más centrado se mostro con el sexto, quizás el mejor del lote,. Lo lanceo con gusto y su faena, especialmente con la mano derecha, tuvo temple y en ocasiones largura. Mató con eficacia.
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