JT: Vino como se fue, sin darse coba. Pero la Puerta Grande la abrió Arturo Saldívar

por | 23 Jul 2011 | Temporada 2011

VALENCIA. Séptima de la Feria de Julio. Tarde a ratos ventosa.“No hay billetes” a reventar. Toros de El Pilar, de presencia sin exageraciones, con fuerzas medidas y deslucidos; los más colaboradores, tercero y sexto. Víctor Puerto (de azul pavo y oro), ovación y silencio. José Tomás (de lila y oro), ovación y  oreja tras aviso y con dos vueltas al ruedo.  Arturo Saldivar (de nazareno y oro), una oreja y una oreja, con salida por la Puerta Grande.  
 

Tarde excepcional. Eso ya se sabía. Todo estaba encaminado a recibir al ídolo con todos los honores, que su trayectoria los merece. A la salida de la plaza el ambiente era intensísimo. Ahora, cuando pasen las horas, las aguas irán volviendo a sus cauces normales, después del desbordamiento. La dimensión de la tarde quedará en lo que realmente fue. Y quedará, sobre todo, que más allá de trofeos y no trofeos, que a la postre son efímeros, José Tomás regresó a los ruedos con la naturalidad de un torero, sin darse coba, sin rebañar en ese clima desmesuradamente emocional, cuya la puntilla la dio la peregrina idea de anunciar que la Enfermería había sido dotado para esta tarde con medios extraordinarios, una verdadera grosería para con el magnífico equipo médico de esta Plaza. Luego las cosas rodaron como rodaron, que ni fue para tanto como dirán los tomasistas, ni dejó de serlo, como afirmaran otros. Pero José Tomás ya está ahí de nuevo, es la venturosa y verdadera noticia.  Aunque lo cierto es que al final la Puerta Grande la abrió el mexicano Arturo Saldívar. Y como ocurre desde de Gallito a nuestros días, la Fiesta sigue y seguirá por los siglos de los siglos, al paso de todos los josetomás que la historia nos depare.
 
Pero estas corridas de ambientes tan intensos, tal que la de hoy, resultan siempre complicadas de reseñar, por más que se quieran aplicar los criterios habituales del oficio. Pero ese clímax tan fuerte que lo rodea todo, acaba condicionando no tanto aquello que se escribe, sino sobre todo el sentido que luego cada cual quiera dar a las palabras. Un ejemplo: ¿la corrida que hemos visto estaba presentada con las mismas características que la afición reclama habitualmente hoy en plazas de primera? Otro: ¿el lío que le formaron al Presidente para conseguir la segunda oreja del quinto, realmente tenía tanto fundamento? Pues, cada cual dirá lo que le parezca, pero no cabe desconocer que esos pequeños descuidos de valoración no son ajenos a todo ese clima emocional que se vivió esta tarde.
 
Los optimistas, que no es mala actitud en la vida con la que hoy está cayendo, dirán que todo eso es de orden menor, porque lo relevante de verdad, primero, es que un torero grande ha vuelto; tiempo habrá de verle en tardes más redondas; lo segundo, que el golpetazo mediático del que se ha beneficiado la Fiesta, ya justifica muchas cosas. Ambas son afirmaciones ciertas. Incluso, si están bien medidas en su trascendencia. Los más  pesimistas dirán que no ha sido todo lo que se esperaba: mucho ambiente, mucho jaleo, pero toreo, el justo. Tampoco esta apreciación falta a la verdad, porque toreo, lo que si dice arte del toreo, sólo lo hubo en las cantidades tan  justitas que permitieron los deslucidos toros de El Pilar.
 
Total, que a la postre, quedan dos o tres cosas clara: comprobado, que José Tomás mantiene su buen pulso; comprobado, que Valencia dio ayer un bolazo económico; comprobado también,  que toda la parafernalia que montó el productor artístico señor Casas salió que ni dirigida por el grandioso Jaime de Armiñán. Sólo falló el final de la película, porque la Puerta Grande de la tarde fue para el mexicano Arturo Saldívar. No es que esto sea como en las cintas modernas, cuando la chica ya no se casa con el chico, sino que le da puerta; pero, vamos que no era lo que el personal ansiaba.
 
Pero con todo lo anterior, el amable lector, con bastante razón, se estará preguntado si el cronista va o viene. Le aseguro, amigo, que no es un juego de galleguismo, sino una explicación que me parecía muy razonable. De forma que si se trata de recuperar la senda de las reseñas convencionales, volvamos a ella.
 
Y así ni con el nulo pilarista que fue cuarto, pero tampoco con el que abrió plaza,  hubo opción para Víctor Puerto, por más que sea reseñable su disposición y el desahogo con el que llevó ambas lidias. Tuvo la justa medida para insistir: dejar claro que quería, pero sin ponerse pesado con lo que de por sí era imposible. Cumplió, pues, a tono con lo que le salió por los chiqueros.
 
A José Tomás, y eso es lo importante, se le ha visto… como siempre. Esa es la verdadera noticia. Que no ha sido el torero de lo inverosímil de otras veces, pues sí; pero poco se podía hacer por ese camino. No tuvo épica su tarde, pero tuvo muchos kilos de esperanza para lo que nos falta por ver. Y eso, viniendo de donde viene, es como de cinco estrellas. Aguantó estoico un feísimo revolcón con el quinto, episodio ante el que naturalmente no se amilanó. Y desgranó detalles muy toreros, que si esta larga, que si este recorte… Pero para ese toreo de mano baja, trazo largo y templado, hacía falta otra materia prima que la enviada  por Moisés Fraile. De hecho, fue a raíz del tremendo golpetazo en los medios, cuando bordó una serie de escalofriantes muletazos  sobre la derecha, quieta la planta y bella la figura, toreando con la mitad de la franela, para dar paso luego a unos manoletinas abriendo el compás. Fue el final de alto voltaje que, tras una estocada entera desprendida, dio paso a la escandalera con el Presidente por la segunda oreja. Pero más allá de la polémica, lo que de verdad me gustó esta tarde de Tomás es que con toda la leyenda que lleva a cuestas, con la que entre todos hemos montado en torno a este 23 de julio, la realidad es que el torero ni se dio coba, ni tiró del ambiente; fue, sencillamente, él mismo. Mucha personalidad hay que tener para hacer eso.
 
A revienta calderas hizo ya el paseíllo el mejicano Arturo Saldívar. Y lo puso de manifiesto en la primera ocasión que tuvo de entrar en quites. Desde ahí hasta la salida por la Puerta Grande, todo fue uno. Hay que reconocer su mérito, que lo tuvo y mucho, porque no fue sólo su empeño en dar permanentemente la cara, sino que en muchos pasajes tiró de un toreo de excelente calidad. Una gran tarde, la mejor desde que ha regresado a España. Y no fue la suya, hay que decirlo bien claro, esa figura tan española como taurina del “triunfo del tercer hombre”, que en unos casos es la fórmula para no tener que salir de dudas y en otras, la mayoría,  para mortificar al que propiamente debía ser el protagonista. No es el caso: Saldívar triunfó limpiamente, por sí solo en los dos y con todo merecimiento.
 

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Taurología

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Portal de actualidad, análisis y documentación sobre el Arte del Toreo. Premio de Comunicación 2011 por la Asociación Taurina Parlamentaria; el Primer Premio Blogosur 2014, al mejor portal sobre fiestas en Sevilla, y en 2016 con el VII Premio "Juan Ramón Ibarretxe. Bilbao y los Toros".

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