José Tomás ha vuelto. Hasta ahora todo parece ir como remando a favor, probablemente por la dimensión de todo orden que la noticia ha tenido. Pero llegaran otras tiempos menos bonancibles, como corresponde a una manifestación de Arte, que tiene en sus entrañas las innumerables variables de toda creación irrepetible y en vivo. A partir de ahí, cabría plantearse dos opciones, entre otras posibles.
La primera, la que nace de la cotidianidad de la Fiesta, sería extraer conclusiones propiamente taurinas: el impacto que tendrá en la temporada, los movimientos que puedan darse en eso que los cronista de ciclismo llama “la serpiente multicolor”, que ahora va de pueblo en pueblo, las propias valoraciones de orden artístico e incluso técnico… Como línea argumental, reviste indudable interés, por más que debamos reconocer que se trata de un interés muy ceñido a los profesionales y a quienes desde distintas parcelas militamos en ese genérico que se denomina taurinismo.
Pero hay otra línea de razonamiento, en nuestra modesta opinión de mayor trascendencia, que es la que se refiere a las consecuencias sociales que este acontecimiento pueda representar de cara a un futuro inmediato. Y en este campo se localizan áreas como el apoyo a la Fiesta, su realidad sociológica, etc.
Sin propósito de tratar de dar respuesta a todas las preguntas que tan sugerentes cuestiones plantean, en este Informe vamos a tratar de abordar el tema, tratando de tomar una cierta distancia con los propios hechos vividos en Valencia.
I. La realidad taurina de la reaparición
Comencemos por reconocer que la reaparición ha tenido mayor efecto fuera que dentro de los ruedos. Como es completamente normal, la presencia o no del torero de Galapagar en la puerta de cuadrillas condiciona en pequeña medida el curso de la temporada. No podía ser de otra manera.
Hace ya muchos meses, a finales del pasado noviembre, uno de nuestros colaboradores, se preguntaba en estas mismas páginas: “¿José Tomás es la solución para la temporada de 2011?”, un trabajo que desde que vio la luz se convirtió en el más leído de nuestra periódico y sigue encabezando el ranking del archivo histórico. Sostenía el autor que, por más que entre una mayoría de aficionados apostaran por la reaparición de José Tomás como la solución para la temporada de 2011, una realidad diferente se acabaría imponiendo: frente a la crisis, el papel más preponderante corresponderá a los grandes empresarios y al conjunto de las figuras del toreo a la hora de mantener a la Fiesta en lugar que le corresponde en la sociedad española, porque lo que nos jugamos es que el toreo siga manteniendo su fundamento popular, desde el que localizar la salida en el laberinto de la crisis económica. Y para eso, no basta sólo con un liderazgo indiscutible; hace falta el trabajo de todos y durante todos los días.
Este punto de vista se ve hoy confirmado, una vez que ya se ha cumplido la premisa inicia: José Tomás ya se vistió de nuevo de malva y oro. Sin embargo, nos equivocaríamos muy probablemente si lo anterior lo absolutizamos, tanto en un sentido como en su contrario. La Historia del arte del toreo, que siempre es buena maestra cuando se analiza sin anteojeras, nos enseña desde Pedro Romero a nuestros días que, precisamente porque la Fiesta es algo vivo, su recorrido por los tiempos mantiene una continuada trayectoria hacia adelante. Los grandes hitos –José y Juan, Manolete, Pepe Luis, El Cordobés, etc.–, son como banderolas que nos recuerdan la gloria y la tragedia del camino; incluso pueden marcar tendencias que acaban siendo revolucionarias, pero no son en sí mismos el camino. Tal ocurre hoy con José Tomás. Y no por eso el papel que se le adjudica no es precisamente marginal.
A partir de esa apreciación, pensemos en dos de sus posibles derivaciones prácticas. Y la primera tiene que ser el propio José Tomas. En este sentido, hay que reconocer que con lo visto en Valencia no es nada definitivo, no lo podía ser cuando se venía directamente desde la tragedia de Aguascalientes. De hecho, los primeros videos ya dejan constancia que ni la forma, ni el toreo de José Tomás fue el de otros momentos, incluso con toros tan desclasados como los que le correspondieron el 23-J. De hecho, el propio torero es consciente de que hay que ir paso a paso; sólo así se explica que no haya querido aceptar más que nueve compromisos en los ruedos, la mayoría de ellos en plaza de orden menor y sin compartir cartel con quienes pueden hacerle sombra. Mantiene, eso sí, su planteamiento profesional de exigencia, de autenticidad… Pero con lo visto no puede irse más allá, salvo con la imaginación.
Por otro lado, sigue comprobándose como eficaz el planteamiento que el torero y sus asesores hacen acerca del conjunto de toda esa maquinaria que gira en torno a una figura. La política de contrataciones se mantiene inamovible: los carteles con un primero y un torero joven, con tardes espaciadamente distribuidas, elección de encastes de líneas asemejables, etc. Romper con esta estrategia sigue siendo su asignatura pendiente para ser un torero de época, que siempre ha sido aquel que buscaba competir con quien podría hacerle sombra. Y ello unido a una gestión personalísima del marketing y todo eso que es importante para que, después de haber puesto boca abajo una plaza, el esfuerzo pueda ser rentabilizable. En esta línea estrictamente torera, más valor hay que conceder a ese compromiso de ética taurina que el de Galapagar tiene asumido y en lo que constituye un ejemplo.
Como suele ocurrir con otros toreros, mucho más discutible, en cambio, son las actitudes de la militancia de buena parte del tomasismo, que creyendo ver lo que la realidad no enseñam realizan extrapolaciones fuera de lugar, que al final se acaban volviendo contra el propio torero, porque una cosa es ser partidario y otra diferente convertirse en un pelmazo de la intransigencia. Un ejemplo: hacer casus belli de la dimisión del presidente de Valencia, el que no dio la segunda oreja, constituye sencillamente un despropósito.
Estas simples notas permiten, sin hacer juegos malabares de ningún género, concluir que, en efecto, José Tomás no es por sí sólo la solución de la situación actual de la Fiesta. Un mayor número de abonos en una feria de segundo nivel no puede considerarse el gran logro, salvo para el afortunado que hizo de empresa en esa ocasión.
En Valencia, pues, vimos su regreso inicial, como un re-nacimiento para el arte; ahora hay que dejar que ese pequeño brote tome cuerpo. Aporta sus valores, que son importantes, pero las responsabilidades se encuentran hoy muy distribuidas entre todos los que profesionalmente tienen que ver con lo que ocurre en el ruedo. A partir de esta realidad se podrá hacer literatura con más o menos galanura y acierto; pero será literatura. La realidad en toda su extensión de un hombre a solas con un toro en el centro de un ruedo es otra cosa.
II. La marea social también tiene efectos positivos
Cuando se lee con cierto detenimiento –y sobre todo, mucho tiempo disponible, porque las páginas acumuladas sólo en los medios convencionales resultan ser miles– todo lo escrito con ocasión del regreso del mito, la primera reacción que intelectualmente nace no puede ser más rotunda: ¡qué exceso! No es ya esa figura literaria, tan de usos andaluces, del pleonasmo, que los ha habido hasta para sonrojar al autor; es que se han escrito cosas que serían merecedoras de estar en un “Guinness” de las tonterías mundiales.
En buena parte se entienden fenómenos de esa naturaleza por la propia competencia entre medios y de escritores, cuando todos aspiran legítimamente a diferenciarse y alcanzar la atención del lector. En otra medida, cabe explicarlos porque todo está escrito en el fragor de un clima emocional de tremenda densidad, sin el reposo que trae una cierta lejanía de los hechos. Pero tampoco hay que despreciar la posibilidad, sería tanto como engañarse, que al calor de acontecimientos de estas dimensiones, resulta imposible que los snobs de guardia que andan por esta vida se queden tranquilamente en casa: necesitan colocar cómo sea lo que consideran que nadie ha dicho.
Un ejemplo. Quizás no fuera ese el objetivo último de su autor –esperemos que así sea y todo quede en una redacción de nula fortuna–, pero tratar de establecer una suerte de paralelismo entre el papel que se adjudicó a “Manolete” como antídoto y terapia contra la depresión social posterior a la guerra civil, con lo que ahora pueda representar José Tomás en relación a la actual crisis social y de valores que todo lo invade, sencillamente resulta un despropósito de tamaña dimensiones, además de carecer de cualquier tipo de rigor mínimamente serio.
Pero no por lo escrito se trata de inducir al lector a una reacción contraria hacia el clima social que hemos vivido en torno al valenciano 23-J. En último extremo, porque las tonterías solemnemente escritas tienen efectos muy limitados para la salud, precisamente porque salta a la vista que al autor se le ha ido la mano. Por el contrario, la marea mediática puede y debe tener efectos beneficiosos para la Fiesta, que a la postre es lo que debiera importar a un aficionado.
Pensemos, sin ir más lejos, en tres de sus consecuencias más interesantes. Por lo pronto, si algo ha quedado claro es que quienes amamos la Fiesta no estamos solos; ni somos cuatro nostálgicos que han perdido el reloj de los tiempos modernos, ni mucho menos constituimos una especie en extinción. Ha sido la generalidad de la sociedad española la que ha vivido al minuto un acontecimiento taurino y lo ha seguido con enorme interés. Esta realidad no resiste cualquier comparación con la que representan los pequeños grupos, que lo son se pongan como se pongan, que pretenden asumir una representatividad que nadie le ha dado. [Entre paréntesis, un dato a recordar: de acuerdo con datos oficiales, los promotores de la iniciativa de prohibir los espectáculos taurinos en Cataluña representan tan sólo al 0,26% de la sociedad catalana y al 0,45% de los ciudadanos que acudieron a las urnas autonómicas],
Pero es que, además, gracias a la marea mediática ha quedado bien claro lo que social y económicamente representa la Fiesta. Por si no hubiera sido suficiente con los estudios económicos tan ponderados del profesor Medina –al que los taurinos tienen mucho que agradecer–, la realidad diaria de la Comunidad Valenciana, esa que forman un sin número de establecimientos de hostelería, comercio, etc., ha demostrado con números y en caja cómo se han movido en torno a dos millones de euros gracias a un hecho taurino, sin el que el mes de julio no habría mejorado sus negocios.
Pero pongamos también las cosas en sus justos términos, que las generalizaciones suelen ser, además de falsas, de escasísimo peso. Dicho quedó la opinión que merecen las tonterías y bobadas que hemos podido leer. Pero hagamos énfasis, que es más importante, en el altísimo número de páginas de prensa que se han difundido en todo el mundo en términos muy favorables para los intereses taurinos. Si un experto en marketing estudiara el valor en términos económicos de todo lo difundido, su valor sumaría muchas decenas de millones de euros de inversión promocional, que sin embargo a la Fiesta y a sus profesionales prácticamente les ha salido a costo 0.
Por todo eso, y por si hiciera falta reincidir en el futuro en nuevas demostraciones que los aficionados conocemos bien, a partir del 23-J tenemos unas argumentaciones incontestables frente a quienes por error o por cerrazón mental se enfrentan dialécticamente con la verdad de la Fiesta. Sólo por esto, bienvenidos sean hasta los excesos a los que antes nos referíamos con respecto a las extravagancias que hayamos podido leer. Pues bien, reconozcamos con claridad que todo eso, en su medida y condición, hay que agradecérselo a José Tomás y a su entorno; no han sido los únicos, pero han jugado un papel fundamental.
0 comentarios