VALLADOLID. Cuarta de feria. Lleno total. Toros de El Torreón, de aceptable presentación y juego desigual, con tres mas aptos para el lucimiento y otros tantos con menos opciones. Manolo Sánchez, silencio tras aviso y ovación. José Tomás, ovación tras aviso y ovación. Leandro, dos orejas y palmas; salió por la Puerta Grande.
Como estaba previsto, y hasta estudiado económicamente por los expertos, el anuncio de José Tomás llenó la ciudad y dio un buen respiro a sus negocios de hostelería. La plaza la puso a rebosar, que es como están más bonitas. Pero ese no era el objetivo principal: con independencia del grado de militancia en el tomasismo, se trataba de asistir al definitivo despegue del torero de Galapagar. Tampoco hoy pudo ser. A partir de esta realidad, se podrá teorizar –como ya se está haciendo– acerca de las causas por las que su campaña va como va. La dureza del toreo radica en que la causa que sea el origen de estos males, resulta indiferente para quien ha hecho un gasto extraordinario para no perderse un acontecimiento, que luego no se produce. Y eso es lo que, aquí y en Lima, alimenta la decepción.
La corrida de El Torreón preparada para la ocasión resultó cumplidora en presentación, bien que con el denominador casi común de sus medidas fuerzas. Luego hubo un toro que destacó, el tercero, que aunque bueno no era como para la vuelta al ruedo que le dieron; dos resultaron manejables, el segundo y el sexto, en este caso porque la muleta de Leandro consiguió hacerlo ir hacia delante; los otros tres deslucidos cada uno por su motivo propio.
Al tan esperado José Tomás se le jaleado su faena al segundo de la tarde, que lo había arrollado ya con el capote. Y, en efecto, hubo momentos en el que su toreo rayó a buena altura. Pero, quizás, faltó unidad y sobre todo continuidad en el nivel de todo el trasteo. De hecho, sólo al final causó un cierto arrebato. En cualquier caso, una faena muy aceptable. Mal con la espada, todo quedó en una cariñosa ovación. Bastante a menos fue su actuación ante el quinto, que aunque era incómodo y siempre iba con la cara muy suelta, la realidad es que el ánimo del torero no estaba tan firme como era necesario para tratar de someterlo. De nuevo se mostró premioso con los aceros. En suma, una tarde más que por esto o por aquello se va en blanco.
Se despedía de sus paisanos Manolo Sánchez. Pero la fortuna no quiso acompañarle en el sorteo: para él fueron los dos toros con menos opciones. Se pudieron ver, eso sí, algunas cosas sueltas propias de su clase; sobre todo, una serie con la izquierda en el cuarto, que traía a la memoria a aquel muchacho que hace ya 20 años levantó tantas esperanzas.
Quien viera hoy a Leandro desconociendo el grave percance del que reaparecía esta tarde, se le cuenta y no lo cree. Y es que el torero no sólo estuvo inspirado, que lo estuvo, sino sobre todo con una decisión encomiable y con un sitio como si nada hubiera ocurrido. A muy buena altura rayó con el encastado tercero; bien es verdad que el toro ponía mucha emoción, pero el torero estaba allí para encausar esa fuerza bruta creando muletazos profundos y estéticos. Con el nivel de esta plaza, nada que objetar al doble premio que se le concedió. Pero más meritoria, aunque quizás menos vistosa, fue su faena al sexto de la tarde, un toro al que había que poderle para hacerle ir hacia delante. Y Leandro lo hizo, con firmeza y con gusto. Si no llega ser porque se le oxidaron las espadas, otra vez habría alcanzado premio. Magnífica reaparición la de este torero, del que hasta podría decirse que ha estado a mejor nivel de la media que hasta ahora tenia su temporada.
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