Morante está por Sevilla. Ya lo avanzó el propio matador –en rigurosa primicia– en las páginas de El Correo afirmando que quería dejar atrás los desencuentros con la empresa Pagés para reconciliarse con una plaza y una afición a la que quiere compensar recetándose cinco tardes baratilleras la próxima campaña. Ése era el titular más llamativo de una declaración de intenciones que, además de rebajar la pendiente el ruedo sevillano, pretendía resucitar taurinamente una fecha tan devaluada como la del Corpus.
En ese punto, según apunta algún medio de tirada nacional, entraría en danza José Tomás. No se citan fuentes. Pero se asegura que el diestro cigarrero se habría ofrecido a Ramón Valencia para mediar con el madrileño y reclutarlo para la tarde del 26 de mayo. Vaya usted a saber. La noticia -no sabemos si es tal- tiene escasos visos de verosimilitud. En cualquier caso sí pone sobre la mesa la eterna canción que se tararea en los cenáculos taurinos hispalenses cuando humea la castaña y el calendario apunta al nuevo año.
Ramón Valencia ya explicado una vez más que será llamado. Pero a estas alturas hay pocas esperanzas de encontrar algún día al inimitable diestro de Galapagar en la puerta de cuadrillas del coso del Baratillo. El empeño, plagado de dificultades, pondría fin a la larga ausencia del torero madrileño, que actuó por última vez en Sevilla el 17 de abril de 2002, el mismo año que inició su más largo eclipse profesional, prolongado hasta su reaparición barcelonesa –el 17 de junio de 2007– que marcó el inicio de su rentable mitificación personal y taurina.
Desde entonces se ha escrito mucho –y se ha hablado más– de todos los condicionantes que se tenían que reunir para que Tomás cruzara la calle Iris. A las desmesuras de su caché había que unir su alergia a las cámaras de televisión y los empresarios sevillanos, en los primeros años, no disimularon su escasa empatía por el asunto.
Pero de allí al célebre exabrupto que le dedicó Eduardo Canorea en el trascendente almuerzo con la prensa sevillana del otoño de 2013 pasaron muchas cosas. El ya ex gerente habló entonces de dinero: “si va a venir con la canción de me llevo la recaudación que se vaya a Senegal”. La frase ya está en la historia o en el anecdotario del toreo y venía a sellar, de paso, el hartazgo que siguió a las negociaciones previas a la gestación de las ferias de 2012 y 2013. Los empresarios repetían a todo el que quisiera oirlo que se habían quedado esperando la contestación del críptico torero. Aún están esperando. En honor a la verdad, el escepticismo inicial de Valencia y Canorea se había ido trocando en un interés por contratar a Tomás a la vez que se pulsaban las primeras alarmas del descenso -luego desplome- del abono maestrante.
Conviene recurrir a la hemeroteca. Y no hace falta descender demasiado. La gestación de la feria de 2012 resultó traumática. El telón de fondo era la desastrosa gestión de los derechos de televisión capitaneada por El Juli, que quedó ausente del ciclo y abrió la ruptura de hostilidades, que se materializaría en las guerras del grupo de toreros del G-10, después reducido a G-5 y finalmente liquidado por el mismísimo Morante.
En esa tesitura –seguimos en 2012– se echó toda la carne en el asador para favorecer el retorno del Divino. Se llegó a hablar de ganaderías –Juan Pedro y El Pilar–, de variaciones sobre los carteles previstos inicialmente y hasta de fechas, incluyendo, ojo, el día del Corpus para burlar las cámaras de Canal Plus. Pero fuese… y no hubo nada.
El propio Valencia narró los pormenores de la fallida contratación, incluyendo los sucesivos encuentros en un restaurante madrileño, las ofertas de la empresa en fechas y ganado, las exigencias de Salvador Boix –apoderado entonces del Divino— y la transigencia final de los empresarios. “Aún estamos esperando su respuesta”, sentenció Valencia en febrero de 2012.
Aquel desplante pesó para entibiar los esfuerzos de Pagés la siguiente temporada, que supuso una brevísima tregua con el senado de la torería, Juli incluído. Aquel 2013 tampoco hubo receptividad del totemizado diestro de Galapagar. En la presentación de los carteles, Canorea desveló con tono cansino que habían llamado cuatro veces Salvador Boix sin recibir respuesta. “mi cuñado Ramón le puso un mensaje y está esperando contestación, al igual que seguimos esperando las contestación para saber si toreaba el año pasado”. ¿Toreará en 2016? Largo me lo fiáis.
LOS RIESGOS DE UNA FECHA MUY DEVALUADA
A estas alturas no resulta aventurado afirmar que Ramón Valencia tiene escasas esperanzas por relanzar una fecha, la del Corpus, que tampoco funcionó con carteles de relumbrón en ediciones más o menos recientes. El altísimo caché de José Tomás, unido a los jugosos honorarios de Morante, haría inviable económicamente la organización de un festejo que difícilmente tiraría por sí mismo de un abono de la longitud del sevillano. Resumiendo: la corrida del Corpus que reuniera a Morante y Tomás con un comparsa por delante sería un negocio ruinoso. La presencia del diestro de la Puebla pivotaría por Resurrección, Abril y San Miguel. Al tiempo.
►Los trabajos originales de Álvaro R. del Moral, cronista de “El Correo de Andalucía” , se publican en su blogs “Con la tarde colgada a un hombro”, al que se puede acceder a través de nuestra sección “10 opiniones 10” y en las direcciones electrónicas:
http://blogs.elcorreoweb.es/latardecolgadaaunhombro
http://elcorreoweb.es/toros/
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