| Corridas | 47 |
| Orejas | 74 |
| Rabos | 2 |
Parado desde primeros de septiembre por un percance que parecía menor pero que aun le mantiene el dique seco, cuando en meses anteriores una indispensable operación quirúrgica le había mantenido fuera de los ruedos, José María Manzanares ha cubierto una temporada dura. Pero no ha defraudado a los que cada día más numerosos partidarios, enamorados como están de su toreo cadencioso.
Hay que reconocer que es de los toreros que en la actualidad se ven más a gusto. Y lo es porque atesora calidad, pero también porque un bien aprendido oficio le permite hacer frente a las dificultades intrínsecas de un ruedo. De hecho, en esa oleada de "hijos de de…" que llegaron a los ruedos en las última década, es el que en con más derechos propios se ha encaramado en el rango de figura.
En el fondo, es una mezcla, sabia mezcla, de saberes e incluso de estilos. No renuncia a la herencia taurina de su padre, que no son malos credenciales, precisamente. Pero hay momentos que siente los ramalazos del pellizco, y otros en los que lo rondan los espíritus rondeños. Al final, y ese su principal mérito, ha consolidado su propia personalidad, en la que se conjuga la elegancia con la profundidad, el detalle con lo sustantivo, el valor con el bien criterio.. Sabia mezcla, que además los públicos han percibido.
Quizás por eso se le echó tanto de menos en los meses de ausencia. Y eso en algo tan especial como el planeta de los toros es toda una categoría.
Por delante tiene una nueva temporada llena de expectativas. Se le espera con interés creciente, nacido de la confianza en sus posibilidades. No hay más que ver como se le respeta en todas las plazas. Y no es fácil que lo que devuelva sean decepciones. Si, además, le echa ese plus tan necesario en el toreo, tiene en la mano todas las papeletas para consolidarse como una de las primeras figuras.
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