En noviembre de 2012, cuando la temporada haya concluido en España y esté dando sus primeros pasos la campaña americana, se cumplirá el centenario del nacimiento de José Alameda, uno de los escritores y críticos taurinos más relevantes del siglo XX, sin cuyas aportaciones no puede entenderse en su totalidad lo que ha sido el Arte del toreo del último siglo.
Aunque esencialmente Alameda se sentía como un poeta, en la que nos legó obras excelentes, su aportación tanto a la literatura como al periodismo taurino constituyen trabajos de obligada lectura y consulta para quien quiera entender todo el devenir de la Fiesta a uno y otro lado del Atlántico, un Arte que siempre gusto definir con una frase que hoy es más que un santo y seña: “El toreo no es graciosa huida, sino apasionada entrega”.
Luis Carlos Fernández y López-Valdemoro, José Alameda en la literatura, nació en Madrid el 24 de noviembre de 1912. Su padre, don Luis Fernández Clérigo, era diputado en las Cortes de la II Republica y llegó a formar parte del Consejo de Ministros.
Se licenció en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid, pasando luego a trabajar en el Ministerio de Propaganda a las órdenes de Juan José Domenchina. Durante la guerra civil española ocupó un cargo en la Embajada de España en Bruselas.
En 1939 se trasladó a México. Olvidado su título de abogado durante su estancia en Paris, donde había trabajado como traductor en la oficina de Francia Libre, inicia su actividad profesional trabajando en la radiodifusora XEBZ, que compatibilizaba con la gestión de una tienda de regalos. Posteriormente fue jefe de redacción de "Radio Mil"; cronista en la XEW y colaborador de diversas publicaciones, como El Hijo Pródigo, Excélsior, El Universal, El Heraldo, etc.
Pero desde su llegada a México se interesó por integrarse en los grupos de intelectuales y escritores de su época: Luis Cernuda, Octavio Paz, José Bergamín, José Gaos y Alfonso Reyes, entre otros,. De su relación con este grupo es fruto su primera aportación literaria, “Disposición a la muerte”, publicado en la revista “El hijo pródigo”. Es precisamente en este ensayo en el que por primera escribe lo que acabará siendo su santo y seña: “El toreo no es graciosa huida, sino apasionada entrega”. Fue a partir de 1944 cuando entra de lleno en la crónica taurina
Intentó en algún momento integrarse en el campo de la enseñanza del Derecho, pero lo abandona pronto para dedicarse de lleno a su actividad literaria y de cronista taurino, por más que su actividad predilecta era la de poesía.
En su bibliografía destacan, entre otros, El toreo, arte católico, Los arquitectos del toreo moderno, Ensayos sobre estética, Los heterodoxos del toreo, Las pantorrillas de Florinda, El origen bélico del toreo, Crónica de sangre, Retrato inconcluso –una especie de memorias personales– , Historia verdadera de la evolución del toreo y El hilo del toreo . En su haber tiene cuatro libros de poesía: Sonetos y parasonetos, Oda a España, Poemas al Valle de México y Ejercicios decimates.
Sus polifacéticas actividades le llevaron a dar conferencias por todo el territorio mexicano y extranjero. Hizo cine (cortometrajes) y actuó en el teatro, y desde España transmitió corridas los años 74,78 y 82. Fue objeto de numerosos homenajes, entre ellos un festival celebrado en Monterrey con la participación de Paco Camino, Manolo Martínez y Antonio Lomelín, que lidiaron toros de Los Martínez.
Hombre de extraordinaria cultura: crítico de pintura, literato, escritor ameno y profundo poeta lorquiano; profesor del idioma español, el cual recreaba los oídos de los aficionados oyentes a sus crónicas, Alameda era un gran conversador acerca de sus hazañas y las grandes faenas de “Joselito”, Gaona, Belmonte y “Chicuelo”, siendo admirador de Domingo Ortega, que era su cuñado, de Paco” Camino, aunque sobre todos fue un martinista consumado. Para él habían existido dos fenómenos del toreo en España: Manolete y El Cordobés; en México: Carmelo Pérez y Valente Arellano.
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