De origen cordobés, que no es precisamente mal sitio para nacer y hacerse aficionado, Jesús Mª Fernández Jiménez ha dedicado su vida profesional a la docencia; pero su otra gran pasión ha sido desde siempre el mundo del toro, en el que se ha forjado buceando en fuentes seguras: en plazas como Madrid, Sevilla, Córdoba o El Puerto de Santa María. Ahora acaba de asumir la responsabilidad de presidir la Unión de Abonados de Madrid, a cuya Junta Directiva ya pertenecía como Vicepresidente.
A tenor de lo que cuenta, ideas no le faltan para ejercer su nuevo cargo. Y se plantea llevarlas a la práctica con realismo, sin precipitaciones. Bueno es que el asociacionismo taurino siga creciendo. Hasta ahora la Unión madrileña ha tenido un gran Presidente, José Luis Moreno-Manzanaro, que deja el listón muy alto. La sucesión natural que en estos días se ha producido a la cabeza de la organización parece decirnos que la asociación continuará su buen caminar.
— Acaba de ser elegido presidente de la Unión de Madrid. ¿Cuáles son las metas que se ha trazado para su mandato?
–Existen diversas cuestiones que habrá que abordar durante el período de mi mandato. En primer lugar tomar contacto con los responsables de la plaza de las Ventas, tanto en su vertiente político-administrativa, como con la empresa que regenta el coso para establecer las relaciones que toda asociación está obligada a tener y así, de este modo, expresar aquellas ideas que se consideren conveniente adoptar para el beneficio del abonado y aficionado. Entre esas ideas se podrían destacar varias. Ofrecer las mejoras necesarias para la obtención de los abonos de mayores, con el fin de que, dada su edad y estado físico, puedan conseguirlos con la mayor comodidad posible; demandar que se aplique el IPC, es decir que se rebajen los abonos; comprometerse a que la renovación de los abonos de otoño se realice de forma similar a la que se efectúa al inicio de la temporada; facilitar el cambio de abono para aquellos abonados que lo requieran; solicitar de la Administración que, dado que este año habrá nuevo concurso de adjudicación de la plaza, se nos permita exponer nuestros puntos de vista. — ¿Tiene sentido en la actualidad el asociacionismo taurino? — De estas propuestas que le acabo de decir se puede colegir que las asociaciones nacen con unos objetivos bien definidos y que su sentido estriba, precisamente, en manifestar su opinión para que sea tenida en cuenta por la Administración y por los empresarios, apoyándonos en el clausulado de la Constitución que, en lo que respecta a los poderes públicos, obliga a la administración a atender las quejas y sugerencias de la ciudadanía. Son estas razones las que me inclinan a posicionarme en favor del asociacionismo taurino.
La “Ley Corcuera” se ha quedado corta para el asociacionismo taurino
— A partir de la “Ley Corcuera”, a las organizaciones de aficionados se le dieron un mayor protagonismo. ¿Qué balance podría hacer de esta experiencia? — La llamada “Ley Corcuera” representó, en su momento, un avance, pero un avance obligado por el texto constitucional, no lo olvidemos. Por poner un ejemplo, en referencia al art. 12 en que se creaba la Comisión Consultiva Nacional de Asuntos Taurinos; si bien en sus inicios tuvo contenido, no es menos cierto que con el transcurrir del tiempo se fue desvaneciendo, hasta el punto de que ha estado años sin celebrar reuniones. Y no debemos olvidar que el Reglamento de Organización y Funcionamiento de la Comisión incluía en su art.2º, apartado b) que la Comisión propusiese cuantas medidas estimase oportunas para el fomento y protección de los espectáculos taurinos. Medidas de las que hoy estamos necesitando, y, cómo no, reclamando los aficionados. Si hay que resaltar que el desarrollo del art. 8º, reconociendo el derecho a presenciar algunos de los actos de los reconocimientos de las reses por los aficionados, fue asunto bien acogido. Pero entendemos que se quedó corto, ya que la opinión del aficionado no se abordaba. De esta forma, el aficionado que acude hoy a los reconocimientos ni siquiera es oído, con lo cual la figura éste se ha convertido en un sujeto meramente “decorativo”. Por lo que respecta al Reglamento, el art.38 recogía la posibilidad, cuando las circunstancias lo aconsejasen, de nombrar como Presidente a persona de reconocida competencia. Esta circunstancia, al parecer, no se ha dado hasta el momento, por lo menos en Madrid.
— ¿Podría destacar los problemas que más le preocupan en la actualidad sobre la Fiesta? — La fiesta adolece de un sempiterno problema que se refleja en su conformación. La estructura por la que se gobierna no ha cambiado desde el siglo pasado; ello quiere decir que los progresos que se han experimentado en nuestra sociedad prácticamente han sido ignorados por aquellos que han regido y siguen rigiendo los destinos de la fiesta. La Administración, como propietaria de los cosos, ha venido repitiendo hasta la saciedad los mismos comportamientos que se tenían antes. Excepción hecha por lo que respecta a Madrid y a otras poblaciones, pero en términos generales la forma de actuar sigue siendo la misma. Los empresarios, algunos de ellos, han constituido una saga interminable que se remonta a principios del siglo veinte. Si bien no hay nada que objetar a este respecto, no es menos cierto que algunas de sus actuaciones no se han visto alteradas desde que comenzaron en el negocio. Otros, por el contrario, parece que están adoptando otras posturas. Sin embargo, la actualización como empresa no ha terminado de calar. No conocemos, por el momento, empresario que tenga, pongamos por caso, un departamento de atención al cliente. Por ello no es de extrañar que el abonado, el aficionado, en definitiva el cliente, muestre su desapego hacia estos comportamientos. Esto demuestra el inmovilismo, el anquilosamiento al que está sometida la fiesta.
“La selección del ganado mirando exclusivamente por los gustos de los toreros, ha influido en que el espectáculo haya perdido interés”
Por otra parte, los ganaderos se han situado casi en los mismos posicionamientos; si bien es cierto que han contribuido de forma destacable a la evolución de la raza del toro de lidia, no es menos cierto que dicha contribución se ha visto sometida con el transcurso de los años no tanto a lo que demanda el espectador, sino con la vista puesta en el torero. Lo cual implica una subordinación a unos intereses muy concretos y al olvido de otros que son los que reclaman los aficionados. Estas prácticas en la selección del ganado mirando exclusivamente por los gustos de los toreros, han influido en que el espectáculo, por lo predecible, haya perdido interés. Relegando a un segundo término las preferencias de la afición, por mor a la ganancia, es lo que ha provocado la apatía y el desapego del espectador. Esta forma de conducirse en la selección ha sido acogida con satisfacción por los toreros, pero, no cabe duda, ha producido una gran frustración en el aficionado. Las consecuencias de esta situación plantean algunas interrogantes que le corresponde resolver a los criadores de toros.
— Reincidamos en el tema ganadero. Hablamos repetida y casi siempre muy genéricamente de la regeneración del toro de lidia, ¿en realidad que debiera significar esa regeneración? — Los esfuerzos ganaderos deben encaminarse, exclusiva e indefectiblemente, a la conservación y mejora de la casta de la raza bovina de lidia. Esta afirmación ya se contemplaba como uno de los objetivos de la Comisión Nacional de Asuntos Taurinos. Recuperar la casta supone un esfuerzo arduo que obliga a una revisión de los conceptos de bravura que, como todos sabemos, no han obtenido unanimidad entre los aficionados y tampoco entre los propios ganaderos. No obstante, sería injusto incluir a todo el elenco ganadero, si no excluyésemos de ella a algunas ganaderías de prestigio que están en la memoria del buen aficionado. La regeneración de la raza, por tanto, es posible y necesaria, pero está en manos de los ganaderos. La función de premiar esos ímprobos esfuerzos es, por qué no decirlo, misión de los organizadores del espectáculo y de la afición.
“La impermeabilidad del sector no contribuye a que la fiesta florezca en un entorno hostil como el que estamos viviendo”
–¿Qué razones pueden explicar la endémica desunión que se produce entre los distintos estamentos taurinos? — La única razón, desde nuestra perspectiva, por la que los distintos estamentos taurinos no alcanzan posiciones de consenso es la estrictamente económica. De ella se derivan consecuencias negativas para todos, y en ese todos también estamos inmersos, sin quererlo, los mismos aficionados. La impermeabilidad del sector no contribuye a que la fiesta florezca en un entorno hostil como el que estamos viviendo. De ahí que se haya dicho en repetidas ocasiones que el cáncer de la fiesta se encuentre en ella misma. Y, en cierta medida, no les falta razón a quienes desde distintos foros señalan al sector taurino –enrocado en sus viejos hábitos- como los responsables máximos ante su falta de compromiso con la evolución de la fiesta.
— Ahora se viene trabajando en la preparación de un nuevo Reglamento. Bajo su punto de vista, ¿qué novedades debería incorporar? — Ante los rumores, y decimos rumores porque no tenemos noticia cierta, de la próxima aparición de un nuevo reglamento, lo primero que se nos viene a la memoria es aquella palabra acuñada por Herrera Torres de que el taifismo jurídico es una plaga que se ha extendido de forma inexorable a lo largo y ancho de nuestra nación. Asistir a una corrida de toros es tanto como introducirnos en los trabajos de la torre de Babel. Dicho lo anterior, cabría preguntar ¿qué sentido tiene tantos reglamentos? Por nuestra parte abogamos por un reglamento único, puesto que la fiesta considerada en sí misma es única. No obstante, y como consecuencia del traspaso de funciones al Ministerio de Cultura, la nueva reglamentación tiene que incluir todos aquellos aspectos que preserven y resalten sus aspectos tradicionales, sin menoscabo de otras consideraciones que la puedan actualizar, como –por ejemplo- ofrecer un papel más participativo a la figura del aficionado.
— ¿Qué razones podrían darse hoy para ser optimistas sobre el futuro? — La fiesta, a nuestro juicio, siempre ha estado en crisis. Las predicciones hechas por nuestros predecesores de que la fiesta se iba a acabar han resultado fallidas. La afición, según Mesonero Romanos, y lo decía hace doscientos años, se reproduce cuando se la cree más amortiguada. En estas palabras se condensa nuestro optimismo sobre el futuro de la corrida de toros. Como podemos comprobar no hay nada nuevo bajo el sol. Aunque este sentir tiene necesariamente que ser matizado, por cuanto el contexto socioeconómico y cultural es radicalmente distinto. La desafección de un sector de la sociedad con los valores tradicionales que se inscriben en la Tauromaquia es el resultado de nuestra adscripción a valores ajenos a nuestra identidad nacional. Y, como consecuencia de ello, se está produciendo un rechazo, rechazo que tendremos que afrontar si no queremos perder gran parte de nuestra filiación como españoles.
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